Todo pasará ... el dolor y la pena pasarán como pasan la euforia y la felicidad. En las últimas semanas me he repetido, a mi misma, esta frase. Lo he hecho decenas de veces hasta que poco a poco he logrado integrarla, no solo en mi mente, también en mi corazón. Además, desde hace tiempo, estas dos palabras se han empeñado en perseguirme, bien a través de libros que cuentan el desgarro que produce la enfermedad o la muerte de un ser querido ("También esto pasará" de Milena Busquets y "La alegría de vivir" de Lila Lorenzo, libros que recomiendo gustosamente), bien a través de cuentos de sabios y emperadores susurrados en momentos de meditación, durante una de las clases del taller de "Control del ánimo"( que por fin, me atreví a hacer), o bien porque amigos y conocidos me las regalan con toda su mejor intención.
En estos momentos tan difíciles, me he sorprendido recitando la frase como si se tratara de una oración, la verdad es que me ha ayudado a entender que el pasado y el futuro no cuentan, lo importante es el presente, vivirlo como un regalo, con paciencia, sentir las emociones, el miedo, la pena, la alegría, los buenos momentos, como algo natural, y aceptar, que palabra más difícil...aceptar.
Nunca había tenido una frase. Había tenido una canción, una película...pero no una frase. Desde hoy está ahí...justo enfrente de mi cama, en la pared lila de mi habitación, curiosamente subiendo hacia arriba, como indicando que nadie ha dicho que el camino del presente sea fácil. Es guardiana de mis últimos momentos antes de dormir y de los primeros de mi despertar. Me hace sentir un poco más fuerte...