He perdido la cuenta del número de noches que llevo sin dormir. Noches interminables de cambiar pañales y lavar pijamas, saquitos, sábanas y hasta cubre colchones. Noches de calmar llantos, dar suero y poner chupetes.
Baby maripepa empezó la guardería hace dos semanas. Un par de días después empezó la debacle. Virus, claro, es inevitable. Y si a eso le sumamos los dientes tenemos juerga asegurada.
Añadamos virus contagiado a los padres y cambio de armario de toda la familia. Las horas del día no son suficientes para poner tanta lavadora, colgar, descolgar, doblar y ordenar. A las 9 de la noche estoy deseando meterme en la cama. Ni mis ganas de hacer los DIY que tengo pendientes y subirlos al blog son suficientes para mantenerme en pie. Si tengo 10 minutos libres me tiro en el sofá rezando por poder descansar.
Empiezo a parecerme a uno de los zombies de The Walking Dead (serie que, aunque pueda parecer mentira, me encanta), arrastrándome por las esquinas, con ojeras hasta los pies.
Y como esto no puede ser he decidido animar mi maltrecho aspecto pintándome los labios de rojo. Dicen que levanta la moral, te hace sentir bien, poderosa. Es como un placebo, todo psicológico, pero funciona. Y yo, que necesito fuerza extra, he añadido las uñas. No existe un tándem más perfecto.
Así que ya sabéis, hay una apuesta segura: todo al rojo.
PD: hoy permitidme esto de hacer un poco el tonto en el blog, que mi cabeza ya no da para más ;)