El otro día, recopilando fotos para un álbum que estoy haciendo (y que prometo enseñaros si algún día lo termino), encontré una donde salía yo y sabéis qué? Tenía cara de madre! Jajajaa en serio, me di cuenta por un momento de cómo me había cambiado la expresión de la cara.
Ni rastro de aquella mirada inocente y sonrisa bobalicona de hace quince o veinte años, esa época en la que las fotos recogían momentos de despreocupación máxima, donde ni siquiera me preocupaba de salir bien en la propia foto.
Aquella foto que encontré de este pasada Semana Santa, reflejaba una mirada firme, consciente de todo lo que me rodeaba. Mostraba un gesto de responsabilidad, de persona serena y segura de sí misma, no porque lo fuera sino porque lo tenía que ser para mis hijos. Me impactó verme así y no reconocer a la adolescente que una vez fui y ahora sentía tan lejana.
Aunque soy madre desde hace más de cuatro años, no sé en qué momento dejé de ser la chica que tuvo un hijo para convertirme en Madre. Estoy en esa etapa de la vida en la que la maternidad te absorbe tanto, que no había tenido tiempo de pensar en ello. Soy una Madre, que disfruta de sus hijos en la misma proporción en la que se preocupa por su felicidad, y mi cara es un reflejo claro de ello.
Habéis sentido alguna vez esa sensación de cambio?
Un besazo y feliz fin de semana!
Fotos: Sara González Carrasco