Resumen del primer mes



No puedes ocultar la impaciencia. Te lo veo en los ojos.

¿Qué ha pasado este primer mes de #12pequeñoscambios?

¿Lo tendré todo en su sitio? ¿Estará mi casa infinitamente más ordenada? ¿Me habré vuelto minimalista y viviré con 5 cubiertos, 10 prendas de ropa y 2 bragas? ¿Habré tirado la tele?

No, señora, no.

Acabo de volver de Bilbao con la maleta a rebosar de telas. Y unas madejas de lino de Rosários 4 que tenía muchas ganas de probar. Mi casa no se ha vuelto nórdica en enero y creo que no lo será nunca. PERO... las telas están guardadas en su sitio. Y las madejas también.

Me ha costado bastante encontrar un lugar para cada cosa, principalmente porque ya he hecho toda la limpieza que creía posible hacer en casa y no encuentro manera humana de deshacerme de más cosas y tener más espacio. Voy tirando una cosa aquí y otra allá, pero me cuesta mucho que haya realmente hueco en algún sitio.


Sin embargo, tengo un pequeño triunfo. El comedor. En el comedor está todo en su sitio. No hay cosas fuera. Si se queda algo dando vueltas se puede volver a guardar porque todo tiene lugar.

Lo he extendido un poco hasta la cocina. Que también tiene lugar para cada cosa. Eso sí, la rotación de cosas y la cantidad de objetos para ordenar, aquí se multiplica por mil. Especialmente cuando el horno está arreglado después de dos meses de abstinencia de gratinados y te dedicas a hacer galletas, brownie y canelones todo el día.

Pero la cocina está controlada. El recibidor empieza a estarlo también y eso es más que un triunfo, es un milagro. Ahí es donde todos nos quitamos las cosas y las dejamos tiradas porque estamos cansados y solo queremos sofá. Ahí se acumulan las publicidades y las notificaciones del banco y todas esas cosas con las que no sabes qué hacer. Los libros que tengo que devolver. La ropa que ya nos queda pequeña y queremos donar.

Déjame que haga un inciso y que te cuente algo que nos va estupendamente bien: saca las cosas de casa a la de ya.

Es decir, ayer la pompona y yo repasamos su ropa. Había como cuatro vestidos que ya le van pequeños y dos camisetas que no le gustan y que no se va a poner, así que es tontería dejarlas en la estantería... Lo metí todo en una bolsa para pasárselo a alguna amiga o donarlo y lo dejé en la puerta de casa POR FUERA. No en el recibidor, no en el pasillo, no en ningún sitio donde lo miremos y nos haga sentir culpables o nos entre la duda de si guardar ese vestido tan mono para cuando tengamos nietas. (El plural es mayestático. El pomelo lo tiraría todo sin pestañear.) Fuera de casa. Ya está, ya se ha ido. No se puede recuperar.

Las cosas que tengo que devolver son más complicadas, porque, claro, implican verme con la persona a la que tengo que devolvérselas y eso no es inmediato. Pero las meto en una bolsa de tela que cuelgo del colgador del recibidor. Una bolsa para cada amigo que me ha dejado algo. Una enorme para los tupers de la suegra que siempre nos carga de comida rica cuando vamos a su casa.

En fin, eso, que el recibidor está casi libre de trastos y me cae la lagrimilla cada vez que paso por ahí. Y más o menos esa es la frontera entre la parte de la casa que tenemos apañada y la que no.

La peor parte se la lleva el estudio, como siempre, porque hay un montón de papeles dando vueltas: las facturas para la declaración de IVA. La lista para hacer el menú semanal. Una publicidad que nos ha llegado y podría ser interesante. La lista de alumnos a los que tengo que corregirles ejercicios. Unos catálogos del pomelo. Ya tú sabes.


Las habitaciones han mejorado bastante tirando a mucho. Pero todavía les falta un último empujón final. Llegará a lo largo del año, lo prometo. En diciembre haré balance y te diré que la cosa está controlada. Estoy prácticamente convencida.

Si me preguntas, mi opinión es que el reto está bastante conseguido. Bastante. Podría estar mejor, claro, pero no voy a quejarme. Lo doy como superado. Me ha servido para coger el hábito de guardar las cosas en su sitio y de pensar cómo organizar el espacio y encontrar soluciones útiles para las cosas que tengo dando vueltas. Queda trabajo, pero el principal, el de convencerme, está hecho. Que siempre es el más difícil.

¿Cómo te ha ido a ti? ¿Qué tienes que contarme? ¿Algún truco ultra eficaz que me cambie la vida? Dame algo, que es triste pedir, pero más triste es no encontrar el post it de la lista de la compra porque encima hay una montaña de documentos en precario equilibrio que se va a venir abajo si la miro demasiado.

La anfitriona de febrero soy yo, así que vuelve a pasar por aquí el jueves que te cuento cuál va a ser mi nuevo reto...
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