Tras la Segunda Guerra Mundial muchas mujeres quedaron viudas y pobres, con familias numerosas. Como ocurre tras una guerra la ciudad quedó devastada y sin ningún tipo de servicio. Los hijos/as de estas mujeres iban por la calle sin nada que hacer al acabar la guerra así que ellas mismas decidieron organizar programas comunitarios para la educación de sus hijos/as.
Con la venta de un tanque, un camión y unos caballos abandonados por los nazis buscaron la manera de superar los traumas de la guerra, cambiar la historia y rehacer el mundo que querían para sus hijos/as. Para lograrlo decidieron construir una escuela activa con la idea de hacer de ella un lugar habitable, un lugar para la convivencia, amable, mediadora entre padres, maestros y niños, creando, así, un proyecto pedagógico vivo para brindar a sus hijos una educación diferente. Gracias a esto nacieron las primeras escuelas de Reggio Emilia.
Loris Malaguzzi (1920-1994), periodista y pedagogo italiano, al leer una noticia sobre lo que ocurría en esta pequeña ciudad queda sorprendido y decide ir para informarse y hacer un reportaje. Tanta fue su implicación desde sus comienzos en el proyecto que acabó convirtiéndose en el fundador de la propuesta reggiana y dedicó su vida a la creación y construcción de una nueva e innovadora experiencia de calidad educativa.
En estas escuelas todo era ecológico y natural y apareció la figura del tallerista, un profesional que enseñaba a los niños/as a trabajar materiales específicos que se encontraban en los talleres de la escuela como madera, cristal, serruchos, destornilladores, etc. No era de extrañar ver a un niño clavando clavos sobre madera con un martillo pese a su corta edad.
El taller es un laboratorio de actividades expresivas, un ámbito para la creación y la fantasía donde pueden dar rienda suelta a la creatividad, dibujar con diversas técnicas, modelar barro, construir estatuas, etc. El responsable del taller es un especialista en bellas artes.
Aparece la figura del educador, no del maestro, porque propone otros modelos y ayuda a ver las cosas desde otro punto de vista.
Los principios básicos en los que se basa esta propuesta son:
El niño como protagonista.
Los docentes acompañan a los niños en las exploraciones de temas, proyectos, investigaciones y construcción de aprendizaje, pero siempre como acompañante.
El espacio se considera el tercer maestro ya que el diseño y el uso del espacio promueve relaciones y comunicación entre los alumnos/as. Si el espacio está ordenado, diseñado y organizado es valorado de forma positiva por niños/as y adultos e invita a quedarte.
La participación de las familias es vital, tienen un rol activo en las experiencias de aprendizaje de los niños/as asegurando a su vez el bienestar de estos.
La documentación pedagógica tiene diferentes objetivos como ser utilizada para hacer visibles a los niños/as y adultos como co-constructores de cultura y conocimiento, hace a los padres conscientes de las experiencias de sus hijos y permite a los docentes entender mejor a los niños/as evaluando así su propio trabajo para después compartirlo con sus compañeros/as aprendiendo todos de dichas experiencias.
En este tipo de escuelas se tiene en cuenta “Los cien lenguajes de los niños” prestando especial atención a cualquier medio por el que el niño/a se expresa no siendo solo el lenguaje verbal exclusivo.
Actualmente las escuelas Reggio – Emilia son un referente mundial como una de las mejores propuestas educativas para la primera infancia.
En España existen escuelas infantiles que se basan en este modelo. Principalmente podemos encontrarlas en la red de Escuelas Infantiles Municipales de Pamplona entre otras.