Ya os contaba en la entrada anterior que este año la decoración navideña me
ha quedado un tanto alternativa... o sencilla... o nórdica... o como lo queráis
llamar. El caso es que, un poco a la fuerza, me he alejado bastante de los
adornos clásicos en verde, rojo y dorado. Y ahora que la Navidad ya está dando
los últimos coletazos y voy pensando, con mucha pereza, en el momento de
retirar todos los abalorios, se me plantea un dilema:
¿Y si mantengo algunos rincones tal como están?
Este bodegón, un poco improvisado, con la rama de un almendro y
unas bolas blancas de origami junto a la casita de zinc y algunas
estrellas doradas es un ejemplo.
El otro sería la corona con la que decoré el ciervo de madera. Aquí.
¿Qué pensáis?
Yo me doy de tiempo hasta después de Reyes para tomar una decisión.
¡Solo espero que de aquí a entonces no se me antoje mantener el belén!
¡¡!!