En unos días estarán colgadas en sendas cocinas
alegrando la vista de sus dueñas al atraparle las miradas,
a la espera de ser anudadas, mojadas, ensuciadas, estrujadas, alisadas, dobladas...
compartiendo protagonismo con libros de cocina o tan solo para una ensalada
estas Malandrinas acompañarán momentos entrañables,
de anticipación a celebraciones,
momentos compartidos en familia o entre amigos,
en los que ponerse una Malandrina es todo una declaración de intenciones.
Recetas, fogones, hierbas aromáticas, manos enharinadas, manos infantiles, música, voces, una copa de vino, risas...
Así me gusta imaginarlo, y con ese deseo se van las Malandrinas