LOS MINIÑOS (Un cuento de brujas).-


brujas


Nada hacía pensar a la familia Rompientes que aquel día de verano se iba a convertir en la antesala de un gran cambio en sus vidas.

Papá Rompientes se asomó a la ventana para verificar que el buen tiempo seguía instalado en la ciudad. El cielo azul turquesa lucía en todo su esplendor, surcado muy de vez en cuando por alguna nubecilla blanca y deshilachada que se despistaba de sus congéneres, aposentadas mucho más al norte, escondidas detrás de las cimas de las montañas.

            ?¡Familia, preparaos, hoy nos vamos de excursión!? Gritó a pleno pulmón despertando a mamá Rompientes y a sus dos hijos, Paty y Sam, de cinco y siete años respectivamente, que fueron los primeros en aparecer en la cocina para desayunar, con el sueño y la alegría de la aventura reflejados a partes iguales en sus ojos semidormidos.

Después de un gran desayuno, porque todos tenían muy buen apetito, se montaron en el coche con sus gorras y mochilas, dispuestos a correr cientos de aventuras. Papá y mamá con sus gorras azules; Paty y Sam con las suyas de un rojo encendido y alegre.

monasterio-el-paular


No fue difícil dejar la capital atrás, sobre todo porque habían salido temprano y a esas horas las vías de circulación se hallaban bastante despejadas. Papá Rompientes condujo durante un buen rato mientras silbaba alegremente, hasta alcanzar el primer destino, el Monasterio del Paular. Allí los niños se dieron unas cuantas carreras, en el interior del recinto, esperando al monje que les iba a servir de guía. Junto con otras personas vieron cuadros religiosos, visitaron la iglesia con el coro tallado en negra madera, observaron un retablo enorme con muchas imágenes que los pequeños identificaron como los amigos de Bob Esponja, comentándoselo muy bajito a mamá Rompientes, porque eran unos niños muy bien educados y sabían que no debían gritar ni chillar. Acto seguido visitaron la girola del altar mayor, el transparente que encerraba un monumento en mármol con mil dorados y arcos, que les recordaron a las construcciones que los infantes poseían en su gigantesca caja de juguetes, pero éstos eran algo diferentes, poseían tonos más apagados; siguieron recorriendo capillas y salas desiertas donde los monjes hacían su vida cuando las visitas desaparecían. Los niños, de la mano de sus padres, siguieron las explicaciones sin interrumpir, y aunque a veces se aburrieron un poco, sabían que saldrían en breve de allí para continuar visitando lugares maravillosos. El religioso que les había servido de guía, los llevó hasta la puerta de la iglesia lugar en el que se fue despidiendo de cada miembro del grupo, parándose delante de los niños durante unos minutos, observándoles con sumo interés, para decir más tarde:

monasterio-de-santa-maria


            ?Sois buenos ¿verdad niños?

Tanto los pequeños como el señor y la señora Rompientes asintieron con la cabeza, movidos por el mismo impulso y esbozando una sonrisa colectiva de dientes blanquísimos.

            ?Pues eso está a punto de acabarse. ? E inclinándose sobre los pequeños murmuro: ?Hoy no perdáis de vista a vuestros padres ¿entendéis? ?Y con estas últimas palabras el individuo los empujó hacia la salida con los ojos muy abiertos, igual que si hubiera visto a un fantasma.

El matrimonio Rompientes acogió aquel anuncio premonitorio lo mismo que una broma sin gracia. Ya se sabía que los monjes, al estar lejos de la vida social, hacían gala de otro tipo de humor, más… ascético.

rascafria74


La familia Rompientes paseó por Rascafría, pueblo que se bañaba en un río de aguas heladas aún en agosto. Pasaron por un puente de piedra, viejo y desgastado, encontraron patos silvestres tomando un baño en la misma orilla pedregosa e, incluso, avistaron algún que otro pez escondido en pequeñas pozas del curso del río. Con tanto ir y venir, el hambre se despertó, y de qué manera. Comieron con gran apetito, como solían hacer siempre los cuatro Rompientes, en un restaurante que poseía un hermoso jardín plantado de mesitas de albos manteles, lugar tomado por los pájaros de diversas especies. Les visitaron mirlos, jilgueros y gorriones atraídos por la cantidad de migas de pan que los niños les echaban. Cuando se despidieron del camarero, éste comentó:

            ?¡Qué bendición de niños, han tenido un comportamiento ejemplar!… ?Y bajando la voz, igual que si compartiera un gran secreto, exclamó: ?Pequeños, hoy no os separéis ni un segundo de vuestros padres.

El matrimonio Rompientes se pararon unos segundos al escuchar aquello, pero enseguida se les olvidó porque los niños absorbían toda su atención haciendo preguntas y proponiendo juegos. Así pasaron la tarde, unos ratos jugando y otros visitando nuevos parajes. Franquearon el gigantesco embalse del Atazar que, aún mermado por el rigor del verano, hacía ondear sus aguas con espuma, como si de un pequeño mar se tratase, todo para impresionar a sus visitantes, porque ya sabemos que los cursos de agua son pretenciosos y presumidos a más no poder.

ElAtazar


Después de hacerse varias fotos en la que se adivinaba el agua como telón de fondo, subieron al coche de nuevo, esta vez para visitar un pueblecito escondido entre unos cerros, llamado Patones de Arriba, el pueblo negro.

Dejaron el auto en un pequeño aparcamiento pues en aquel pueblo estaba prohibida la circulación. Hicieron su entrada trepando por una calle empinada enlosada de trozos de negra pizarra, del mismo material del que estaban fabricados los edificios y las callejuelas restantes, piedra que absorbían la luz avariciosamente, siempre sedienta de calor y alegría. Los niños gritaron alborozados al encontrar al primer habitante, un gato de pelaje claro que dormitaba tranquilamente escondido en un rincón.

SAM_3587


Pero no fueron los únicos en ese villorrio que emitieron muestras de desbordante alborozo, otros aborígenes, en este caso, malvadas e ignominiosas brujas, invisibles a los ojos humanos, los rodearon y ya no se separaron de ellos en toda su estancia.

¿Qué podían querer esos seres repulsivos y siniestros? Por supuesto algo tierno e inocente, un bocado delicioso para sus paladares milenarios… unas almas de niños. ¿Y cómo separar a los infantes de sus progenitores, tan unidos los unos a los otros por un hilo que resultaba tan visible?… Normalmente los críos no eran tan obedientes y enseguida se despistaban por las callejas; los padres se relajaban y los dejaban hacer, debido a la ausencia de coches, aprovechando ese rato de tranquilidad para ellos. Pero esta familia no era como las demás… Y continuaron buscando un método para lograr su objetivo, sobrevolándolos sin cesar, a la espera de que los niños se entretuvieran en alguna esquina o rincón, aunque fuera por breves segundos, los justos para sacarlos del influjo de las familiares sombras bienhechoras…

brujas2


            ?¡Ah! ¡Ya lo tengo!? Exclamó una de ellas con gran alborozo. ?Usemos a los miniños…CONTINUARÁ.

María Teresa Echeverría Sánchez.- (Para ver mis obras pinchad aquí).



Fuente: este post proviene de Blog de Gorila-58, donde puedes consultar el contenido original.
¿Vulnera este post tus derechos? Pincha aquí.
Creado:
¿Qué te ha parecido esta idea?

Esta idea proviene de:

Y estas son sus últimas ideas publicadas:

Desde mi biblioteca, bastante extensa por cierto, he elegido diez títulos que resultan perfectos para leer durante la temporada de verano. Hay para todos los gustos. Espero que mi elección sea de vues ...

María Teresa Echeverría Sánchez (Publicada en la antología “150 Autores, 150 vivencias”-  Quinto premio Orola – 2011 – de Orola Ediciones). Inventó una colección de ingenios electrónicos que le hicie ...

Ofelia es un personaje de Hamlet una famosa obra de Shakespeare. Una mujer joven, en la plenitud de la vida, se ve involucrada entre el supuesto amor de Hamlet, rey de Dinamarca, y la obediencia a su ...

Os presento mi nueva obra de Literutura infantil, un Libro de cinco cuentos indicado para niños/as a partir de 7 años, con ilustraciones. En ellos se pone en valor la amistad, la generosidad, la imagi ...

Recomendamos