Los principios estéticos orientales nos están llegando cada vez con más fuerza en occidente, pero no podemos obviar que el paso de los siglos conforma una cultura y una personalidad particular a cada uno de los territorios. Esta técnica se utiliza en Japón desde el siglo XV, imaginaos la evolución tanto técnica como conceptual que ha sufrido hasta que la hemos conocido en occidente.
Nuestro ideal de belleza bebe de nuestra tradición greco-romana, con el culto a unas proporciones perfectas, casi matemáticas, la simetría, la armonía, conforman nuestra idea de arte y de perfección. En oriente, el culto a la belleza rinde un homenaje mucho más humilde a la naturaleza, a las leyes imperfectas, mutables y perecederas. La filosofía, el arte, la historia, el diseño, la idea de la muerte, incluso la concepción el mundo y el papel de las personas en él parten de un punto de vista radicalmente distinto.
Así, surge hace más de 500 años esta técnica que convierte en arte lo que nosotros seguramente hubiéramos desechado o apartado por vulgar. La pieza resalta ahora el paso del tiempo con orgullo, con uno de los materiales más valiosos del planeta.
Para los más curiosos, sabed que para unir las piezas se utiliza una resina mezclada con polvo de oro, plata o platino.
Si queréis os apetece ver más fotos, he creado un tablón de Kintsugi en mi Pinterest.
¿Conocíais esta técnica? ¿Qué os parece? ¡Os espero en los comentarios!
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