Ahora llega el momento en que tengo que guiar a mis hijos. Quiero que se sientan seguros y que no tengan miedo de experimentar. No quiero que les pase como a mi (y como a la mayoría de mis coetáneos a los que nos cortaron las alas antes de despegar). Cuando era pequeña, se premiaba a quien nunca se salía de la ralla, a quien lograba hacer el dibujo más realista. Me enseñaron que las estrellas son amarillas y tienen cinco puntas, que los árboles son verdes y el cielo azul.
¿Porque condicionar a nuestros hijos para que dibujen de una forma determinada? Los dibujos realistas están bien pero también lo está hacer garabatos, pintar con los pies o dibujar un perro violeta.
Hace un tiempo decidí que la mejor forma para inspirar a mis hijos es no cortarme yo… y empecé a dibujar, a pintar y a experimentar. Ahora, cuando cojo mi cuaderno, siempre se me une alguno de mis hijos. Nuestro lema: A dibujar se aprende dibujando. Cada uno va a su ritmo, todos sabemos (el pequeño se sentía muy frustrado porque pensaba que no sabía dibujar como sus hermanos…). A veces dibujamos algo pero muchas otras “solo” jugamos: manchamos, cortamos, hacemos rayas, dibujamos sólo con círculos.
Autorretrato de Heura (6 años) con su nuevo gorro de lana
No me importa si alguno de mis hijos va a ser artista o no, me importa que no tengan miedo a expresarse. Y que se sientan orgullosos de lo que hacen. Y así, vamos llenando la casa con sus creaciones… También decir que dejar salir a la niña que yo llevo dentro es de lo más terapéutico, no sólo mis hijos se sienten más seguros ;-D