ELPHINE, LA MUJER ARAÑA -Capítulo once y último.

?XI? (Ultimo capítulo)

Los niños crecían más rápido que los humanos y, de este modo, cuando cumplieron tres años parecía que tuvieran cinco, tanto en estatura como en madurez intelectual. Ya sabían leer y escribir; corrían, trepaban, se colgaban de cualquier sitio convertidos en grandes gimnastas.

Había sonado la hora de salir al mundo exterior, de que conocieran a niños de su edad y se sometieran a la disciplina del colegio y así se encontraron viviendo el momento de su inserción en la sociedad.

Pinturas Niños al oleo (3)


Alberto y Elphine se mostraban un tanto reticentes a sacar a sus vástagos a los ojos curiosos del mundo. Sabedores de que eran padres de niños especiales, sintieron una punzada de miedo cuando el primer día de clase llegó y tuvieron que afrontarlo.

Elphine había tomado todas las precauciones posibles para que sus hijas no resultaran más peligrosas que otros niños de su edad, es decir, letales. En la clínica les habían colocado unas fundas en los aguijones, impidiendo de esta manera que si se producía algún mordisco, éste no resultara grave para cualquier compañero que se cruzase en su camino. Eran niñas araña, eso quería decir que no se relacionaban bien con la gente. Las dos hermanas habían construido su propio universo y se encontraban a gusto en él y no tenían la necesidad de ampliar este espacio. Sería difícil que aceptasen a alguien más en su mundo.

niños


En cuanto a Bálder, éste atraía a niños y mayores por igual, sin ser consciente de ello; se limitaba a sonreír a todo el mundo y a explorar las ideas descabelladas que se le ocurrían. Era más obediente que las niñas pero también más solitario. Elphine sintió pánico al imaginar el fin de todos los machos de su especie: vivir para copular y después…morir bajo el potente veneno de alguna hembra. No lo había traído a este mundo para que aquel futuro adolescente muriera bajo los aguijonazos de alguna hembra en celo. Se tranquilizó al recordar que era mucho más humano que arácnido y esto hacía que su futuro no tuviera visos de cortarse brúscamente en sus primeros escarceos amorosos. Últimamente había sufrido extraños sueños sobre criaturas milenarias, arácnidos igual que ella, que le hablaban con voz de fantasmas del pasado, de que sus vástagos tejerían el futuro.

niño de Bogra


Sobre esta destreza en la que las arañas eran maestras, sus hijas, fieles a la tradición, eran grandes tejedoras respondiendo a sus genes; en cambio el niño parecía no poseer esa habilidad innata entre los de su especie. Aunque, en estos días, había hallado en su habitación pequeños trozos de algo parecido al acero, por su dureza y color, un material que brillaba altamente en la oscuridad y que poseía el sello inconfundible de ser un cordón de araña. Pero seguía sin observar en el ombligo del niño glándula alguna por la que fuera capaz de producir hilos de seda o del tipo que fuera. Tendría que hacerle otro examen más profundo centímetro a centímetro para desvelar este misterio. La criatura era una constante caja de sorpresas.

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Alberto era la viva imagen de la felicidad y del trabajo incansable. Durante semanas desaparecía, perdido en viajes de negocios, y a su regreso hallaba a los infantes más grandes y maduros, teniendo la sensación de haberse perdido fases irrecuperables de su niñez. Era consciente de que su familia no se parecía en nada a cualquier otra. Comenzando por su esposa, Elphine, que le había cautivado desde que la divisó, un lejano día, corriendo a una velocidad pasmosa. Luego vinieron aquellos primeros despertares al lado de su amada, envuelto en una red esponjosa, cual capullo de gusano de seda que, aunque agradable, resultaba bastante inusual; más tarde, cuando ya estaban casados fue testigo de las salidas nocturnas de su compañera cuando creía que dormía, movida sin duda por ese espíritu indómito e indomable que la hacía única, buscando la libertad en aquella cotidianidad excesiva, o eso suponía él.

Desde el primer instante había tomado la determinación de asumir como "lógico" todo lo que le rodeaba, por muy extraño que pareciera; incluso decidió no preguntar por aquella puerta oculta que había descubierto un día por pura casualidad en el sótano. Aceptaba a Elphine tal como era, extraña, a veces distante, soportando un gran secreto que no se atrevía a sacar a la luz y que él no quería saber. Porque estaba seguro de que si preguntaba, sin duda, recibiría las respuestas verdaderas, y no deseaba conocerlas. El universo que construyeron al principio de conocerse seguía funcionando a las mil maravillas; tenía miedo de que aquello se rompiera… quizá de  averiguar algo que no pudiera soportar.

pareja en el tejado


Lo que resultaba inquietante de verdad eran sus hijos. ¿Cómo se adaptarían al mundo que les rodeaba aquel trío de seres insólitos? Porque había que estar ciego, sordo y mudo para no darse cuenta de que era el padre de tres niños raros, que a veces te miraban como si estuvieran a punto de … comerte.

Freya y Liv, resultaban adorables, pero se encerraban herméticamente en su particular círculo de dos. Además seguían con la manía de morder, aunque en los últimos días parecía que iban controlando esta odiosa costumbre. Lo que quizá más llamaba la atención de las niñas , aparte de los hilos pegajosos que producían igual que su madre, era su habilidad para trepar por paredes y techos con la soltura de los insectos. Y Bálder…tan brillante… tanto de piel como de mente, ensimismado y extraño. Físicamente era grande y fuerte, con lo cual sacudiría a quien le maltratase, por ahí no temía por él. Pero luego estaba su forma de percibir el mundo tan… reflexiva. Recordó la pregunta que le hizo el día anterior:

niños recolectores de estrellas


            ?Papá ¿Por qué no se caen las estrellas? …He soñado que sacudía el cielo y un gran número de ellas se desplomaba en el suelo, así Freya y Liv podían recogerlas en grandes cestos.

            ?Me temo que si quieres conocer las estrellas, tendrás que volar hasta ellas, hijo. Desde aquí solo percibimos su brillo.

Haciendo gala de una seriedad inaudita para sus pocos años y, con un mohín que endurecía sus rasgos infantiles, había contestado:

            ?Entonces encontraré el modo de subir tan alto que pueda alcanzarlas,… o tal vez las fabrique para que brillen sólo para mí.

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Era su tema favorito, el espacio, las constelaciones, el sol, la luna. Cada centímetro de su habitación se hallaba decorado con galaxias y estrellas. Se pasaba los días con la cabeza vuelta hacia arriba, observando y haciendo sus conjeturas. Tenía toda una estantería llena de frascos con pequeñas galaxias. Al principio las elaboraba con agua coloreada de azul, algodón y mucha brillantina. Tanto a su madre como a él, les perseguía, día sí y día también, encargándoles los materiales que embotellaba en pequeños recipientes de plástico transparente. Hacía unos cuantos meses que sus requerimientos, tan apremiantes en días pasados, se habían extinguido; pero, por el contrario, la producción de submundos embotellados se hizo más fértil. La última estantería presentaba tal realismo en la consecución de crear nuevos mundos que parecían estar vivos y moverse ligeramente en el entorno líquido que los albergaba. Si se le preguntaba cómo los había realizado, contestaba de inmediato: Lo he hecho con las manos y la cabeza. Y se daba pequeños toques en las sienes, como si fuera ahí el origen de su creatividad. Y no mentía. Si alguien le hubiera mirado en ese preciso lugar con una potente lupa, hubiera descubierto unas microscópicas glándulas que servían al infante para crear hilos de un material hasta ahora desconocido. Era el único legado de la especie de su madre…por ahora.

 El niño presentaba un carácter afable en el trato, pero parecía encontrarse muy lejos de donde se hallaba su cuerpo. Luego estaba el tema de su increíble capacidad para flotar. No se elevaba a gran altura, pero cuando estaba muy concentrado, cosa que sucedía bastante a menudo, Bálder, levitaba a unos pocos centímetros sobre el suelo.

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Alberto, algunas veces, se sentía muy pequeño en comparación con los demás miembros de la familia, sensación que se esfumaba cuando Elphine le miraba con sus grandes ojos de color…el que fuera, porque cada día cambiaba el tono, pero el brillo de admiración y ternura seguía allí en el fondo, dedicado sólo a él. Si hubiera podido elegir su muerte, -pensamiento que le perseguía a menudo desde el nacimiento de su camada- sería sin duda entre los brazos de su amada, divisando esa mirada inmensa y profunda.

Elphine y Alberto, de común acuerdo, habían buscado un colegio para niños superdotados, pensando que sus hijos encajarían mejor en aquel ambiente poco convencional.

Freya, Liv y Bálder, de la mano de sus progenitores se dejaron arrastrar hacia el lugar donde serían tutelados para desarrollar sus habilidades. Antes de las nueve de la mañana ya estaban los seis esperando ?pues Arachne no quería perderse aquel acontecimiento? en la puerta del aula señalada. Unos cuantos mocosos se iban reuniendo con sus respectivos padres en el mismo lugar del corredor. Habían hablado con el director y la jefa de estudios, en el momento que eligieron aquel centro para sus hijos, pero no conocían al docente que se haría cargo de aquel primer curso, ni ellos ni el resto de padres que esperaba con nerviosismo la aparición del profesorado.

colegio


Un minuto antes de que sonaran las nueve en aquel reloj gigantesco que presidía el largo pasillo del colegio, surgió la silueta de una mujer en el recodo del lado oeste. Según se iba acercando a la puerta del aula pudieron observarla más de cerca. Lucía una larga y envolvente melena castaña a juego con unas gafas de concha. Unos vaqueros y una preciosa camisa rosa resaltaban la esbeltez de aquel cuerpo bellamente moldeado. Los padres no pudieron apartar los ojos de la sublime aparición mientras las madres seguían aleccionando a los niños sobre cómo debían comportarse con la profesora.

Cuando Elphine cruzó su mirada con la docente, supo enseguida que era de su especie. La traicionó el rictus de dominio que lucía en su tez. Adivinó sus otros tres pares de ojos, escondidos en los pliegues de la frente y las muchas patas también ocultas en sus respectivas cavidades. Elphine, imperceptiblemente, se preparó para una confrontación. La mujer  se acercó con rapidez hasta  ellos, sin mirar a los demás, en clara señal de deferencia y, deteniédose unos instantes, acarició la cabeza de Bálder.

            ?¡Bienvenidos, les estaba esperando! ¡Me alegro de conocerles al fin!

Estas dos frases hicieron que Elphine y Alberto se miraran con cierto aire de extrañeza y se encogieran de hombros.

profesora con niños


Después de dirigirse a ellos con estas palabras pronunciadas en un susurro, habló con el resto de padres dándoles la bienvenida y haciendo pasar a sus vástagos al interior del aula. Ésta consistía en una sala enorme y luminosa dividida en dos secciones, la primera aparecía llena de colchonetas, y juguetes educativos de todas clases; la segunda albergaba en su bien distribuido espacio unas cuantas mesitas diminutas, con sillas del tamaño de los pequeños inquilinos. Los tres hermanos se dejaron seducir de inmediato por la colección colorista y variada de los nuevos cachivaches, y entraron alegremente sin despedirse de sus progenitores que se quedaron observándolos con cara de circunstancias. La profesora salió un instante a la puerta para despedirse de ellos.

            ? Mi nombre es Berenice. Pueden irse tranquilos, están en buenas manos. No les perderé de vista. Es un gran honor estar a su servicio.

Dicho lo cual retornó con los diez niños que componían su grupo y cerró la puerta del aula.

            ?Creo que nos debe haber confundido con otros padres. No entiendo a qué viene este trato preferente. ?Comentó Elphine dirigiéndose a Alberto y Arachne.

La niñera le devolvió una elocuente mirada. La mujer araña recordó las palabras que dijera ésta al conocerla: "Mi saludo especial es para los Arcanos o portadores de Arcanos"… Ella estaba segura de no pertenecer a esa estirpe legendaria, pero se preguntó qué verían de extraordinario esas dos hembras en ella y en sus hijos; o quizá fuera a Bálder, al que rendían esa deferencia… Dejó de darle vueltas a todo aquello, más que nada porque no era práctico y ella lo era y mucho. Cuando se presentase la ocasión hablaría con la profesora sobre este asunto. No tenía prisa, el futuro fluiría a su ritmo como lo hacía siempre. Fue consciente de que en ese instante habían comenzado una nueva etapa. Expresó sus deseos mentalmente en premisas claras, igual que en una oración: – Ojalá que fuera todo bien,  que los niños se encontrasen a gusto en el nuevo entorno y que su educación no tuviera contratiempos-. Sintió en ese momento la mano de su marido enredarse con la suya, igual que si la acompañara en sus pensamientos. Estaba segura que percibía su incertidumbre pero también su seguridad. Y al mirarle supo que todo iba a ir bien. FIN.




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