El tarro de las esencias.

Normalmente tengo facilidad para la palabra escrita, pero en esta ocasión me va a costar mucho trabajo transmitiros el significado, idoneidad y delicadeza de los regalos que mi hermana nos hizo la noche del 24. Y es que mi hermana, me ha dejado sin palabras.
Su carácter es fácil, el de mi hermana, no por simpleza, sino por buen agrado y adaptación a quien tiene enfrente. Para que os hagáis una idea: jamás me he enfadado con ella, ni siquiera compartiendo habitación. No es que seamos iguales o soportemos diferencias, simplemente es que en lo que no coincidimos lo hablamos y respetamos. Yo siempre he sido la impulsiva y creativa, ella la reflexiva y observadora. Siendo habilidosa, ha solido anhelar chispa para crear en lugar de copiar, innovar en vez de repetir. Por eso este año, ha destapado el tarro de las esencias y me ha dejado sin palabras.
Al finalizar la cena de Nochebuena siempre nos intercambiamos detalles que completan la noche. Después de yo entregar los míos, el que le di a mi madre otro día os lo enseño, el ambiente entre mi hermana y los suyos era un tanto inquieto, se respiraba impaciencia por ver reacciones..., luego lo comprendí.
El primer regalo, si bien me sorprendió, entraba dentro de lo posible. Se trata de una caja de madera teñida de blanco envejecido con una ilustración de Milú en la tapa hecha por ella.

Si a alguna os coge un tanto desprevenida la ilustración escogida por mi hermana, pinchando aquí podéis descubrir mi admiración por Hergé y sus personajes.
La caja se divide en compartimentos de quita y pon que seguro que uso para pequeños objetos de costura.

Con el segundo regalo comencé a emocionarme. A Luis le había preparado otra caja: cuadrada, de pequeño tamaño, unas flores de jara pintadas en una esquina y un verso de Luis en la tapa.


A continuación le tocó al abuelo, su caja recopila su pasión por los colores y la pintura. Desde niño mi padre ha interpretado el mundo a través de un pincel. Lo efímero de la acuarela ha sido su pasión. La sencillez de la caja que le ha preparado mi hermana es fiel reflejo de un modo de vida que nos ha sabido transmitir.

Y siguiendo el orden con el que mi hermana fue destapando el tarro de las esencias, le toca el turno a la abuela. La caja de mi madre recopila todos los lugares donde ha vivido a lo largo de sus casi 84 años. Cada nombre era una evocación para su memoria, día a día más marchita.

Quizás guarde fotos, quizás las gafas o el abanico que nunca encuentra, seguro que se mancha accidentalmente (como de hecho ya ha ocurrido) y tal vez le sirva para prolongarle un poco más los recuerdos que la enfermedad se empeña en borrar y nosotros en recuperar.
Gracias, hermana, por una Nochebuena que efectivamente lo fue.

Fuente: este post proviene de Unas gotas de Rocío, donde puedes consultar el contenido original.
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