Si las piezas aún no están secas del todo, se pueden decorar o pintar con engobes, que son mates y no se resbalan por la superficie, se quedan exactamente donde se aplican.
Las piezas que ya hayan pasado por una primera cocción o estén bien secas, se pueden pintar con esmaltes, que dan lugar a piezas más resistentes.
Para evitar problemas, deformaciones, roturas, destrozos, deslizamientos de la pintura, etc, la temperatura entre pieza y pintura ha de ser similar.
Nunca se debe cocer una pieza a temperatura superior al de la pasta cerámica con la que se haya realizado. En el caso de las pinturas preparadas, vienen con la temperatura de cocción.
Los pigmentos que sirven para la porcelana también se pueden usar para la cerámica. En cualquier tienda especializada os indicarán los apropiados.
Estos pigmentos se pondrán en el horno a una temperatura de aproximadamente 800 grados, teniendo en cuenta también el tipo de pigmento y las indicaciones del fabricante.
Si el horno del que se dispone es común, habrán de emplearse para pintar barniz vitrificable y acrílicos mezclados.
Podéis cubrir una parte del pincel de un color y la otra parte de otro color para mezclar o aplicar los dos colores simultáneamente.
Un recurso para no equivocarse es calcar primero un dibujo sobre la cerámica con carboncillo negro para luego pintar con pinceles sobre él.
¿Os parecen útiles estos consejos? ¿Nos enseñáis vuestros trabajos en cerámica pintada?
Fuente: todoexpertos.com
Foto: web-japan.org