La idea me gustó, eso de dar nueva vida a algo ya en desuso siempre es divertido. Me pidió además que por la parte de atrás llevara una cruz roja.
La tela debía ser sufrida, pues muchas batallas le quedan aún por pasar. El largo del asa, mejor regulable, para adaptarlo a distintos hombros. Que un día el raspón es de uno y otros días la torcedura es del otro. Y es que el deporte es muy sano, sí, eso dicen (jaja, se nota que no soy yo muy deportista, ¿verdad?, con lo bueno que es para la mente, para la salud, para los los kilos).
Pues nada, a practicar el baloncesto con la tranquilidad de tener a mano un botiquín... y un padre previsor.