Tener buen humor es esencial, y si no lo tienes pero disfrutas con el ajeno, vale, aceptamos pulpo como animal de compañía.
¿Que por qué os vengo hoy con esto?, pues porque es algo crucial que nos puede sacar de muchos apuros.
Y aquí viene mi historia basada en hechos reales para hablaros de la utilidad del buen humor:
Vamos los Sres. Pángala en coche a casa de la suegra pangálica. En cosa de segundos se me empieza a hinchar el labio superior, por el lado izquierdo de un modo sobrenatural, ¿conoceis la serie Grimm?, pues de un modo parecido estaba mutando. Lo que en un principio era sólo el labio comenzó a subir por la mejilla hasta alcanzar el ojo. Con un ojo de sapo y otro de persona humana yo tranquila, claro, ¿para qué ponerme nerviosa?, total estoy monstruosa, nadie me va a atacar porque quien da miedo soy yo, además no es la primera vez.
Hasta ahí bien, pero cuando se me empieza a dormir el lateral de la lengua, ayyyy, eso ya no fue lo mismo, ahí si me entró el pánico pensando en que se iba a extender hasta la glotis, la lengua se me haría goooooorrrrrda, gooooorrrrrda alargándose cual boa constrictor y tras alcanzar mis vías respiratorias, asfixiada, entraría en anafilaxis. Tener imaginación en general es bueno, en este caso simplemente peligroso pues realmente era un ligero adormecimiento parcial, pero es que una oye tantas cosas…
Presa de los nervios pero manteniendo la compostura, eso siempre, adverto al Sr. Pángala. Volantazo y cambio de rumbo: al hospital, de urgencias. Yo callada, el Sr. Pángala callado, ambos tratando de mantener la calma y yo además la respiración controlada.
Llegamos al hospital, y como es normal en esos lugares tan bonitos… ¡imposible aparcar ni en segunda fila!, así que mi amorcito con todo el dolor de su corazón me deja en urgencias y se marcha a aparcar.
- “Cielito, llevas el móvil, te llamo y vamos hablando, tranquila mi amor”
A lo que “cielito” le contesta con la boca pequeña (por distintos motivos)
- “No, no llevo el móvil porque no le quedaba batería”
En ese momento el Sr. P. empieza a enrojecer de ira controlada sabiendo que no me puede reñir en semejante contexto, me mini-amonesta por pasar tan olimpica y frecuentemente del móvil, y se marcha a su misión.
De mi aventura pidiendo atención médica y del conato de discusión con el funcionario de turno con menos sensibilidad que una castaña pilonga ya os hablo, o no, en otro momento. Lo importante viene ahora.
Por fortuna me atienden con bastante rapidez, yo alucinada, la verdad, y también agradecida. Me tranquilizan al comprobar que no está prevista mi asfixia, hablamos un poquito, y cambiando de sala el Sr. P. escaneado la masa humana con el poder del amor me identifica entre la multitud, así que se suma a mi periplo hospitalario. Con media cara totalmente insuflada, hablando sólo con una mitad de la boca, un ojo a la virulé, taquicárdica, y con todo el cuello y escote lleno de ronchas rojas, y eso sí, de pelo, estupendísima, le cuento que mi vida no corre peligro, que gran parte de la culpa han sido los nervios, y que vamos a que me pinchen un megaurbasón.
Mi amor ya está tranquilo, yo intentándolo y esperando el estoque de la jeringa, cuando me giro y veo a Mr. Pángala literalmente descojonado, otra palabra más correcta no lo definiría mejor. Y es que el chaval estaba fotografiándo esto (*)
En detalle para quien no tenga ese irónico sentido del humor: partiéndose de la tecnología hospitalaria con conexión extraterrestre a Orión. Esto es lo que tienen las personas que le encuentran la guasa hasta a una morcilla de Burgos, envidiable.
Y de toda esta experiencia, aparte de reirme en el último momento (pero poco, no fuera a parecer que había acudido a urgencias sin precisarlo), aprendí lo siguiente:
Jamás me estiraré la piel con botox, pese a que con esta alergia desaparecen todas mis arrugas, no me acaba de favorecer del todo.
Por el contrario, ahorraré para una operación de tensión facial: estas continuas extensiones-contracciones cutáneas pasarán factura a mi piel
Resulta imprescindible llevar siempre el pelo bien arregladito, así si sufres una mutación siempre quedará algo bien apañado. La alternativa es tener un tipazo, no es mi caso.
Reirse es mucho más sano que un antihistamínico, pero claro, no cura igual
(*) Sé que los hospitales son son sitios de risa, y que seguro que esta conexión a Orión, sea lo que sea, ha salvado muchas vidas, así que fuera de bromas y con todo el respeto, recuerda el título del post de hoy, yo lo intento a diario.
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