Hoy os traigo algo que no es muy común en este blog, pero la propuesta me gustó tanto, tantísimo, que no la pude rechazar. Es un post patrocinado por Didongo, una empresita genial de Barcelona que me ha enamorado y que, sin duda, pienso tener en cuenta más adelante.
Si quieres saber qué es Didongo y por qué me lo he pasado tan bien con ellos, quédate a leer.
Hace unos dias se puso en contacto conmigo Mariko, de Dindongo y me explicó en qué consistía su empresa.
Básicamente, Didongo ofrece unos kits de actividades para niños, estudiadas y pensadas desde el montaje, pasando por la elección de los materiales y teniendo siempre como referencia la diversión que puede generar en los más pequeños. Con estas manualidades se construyen juguetes de los buenos, de los que nos enseñan cosas interesantes y, sobre todo, valores. El más importante para mi es el hacer cosas en familia, juntos, disfrutando del tiempo (sí, ese que a veces no tenemos) y darle a nuestros hijos lo que ellos realmente quieren y necesitan: jugar con sus padres.
Cada kit incluye, al menos, dos manualidades, así que te aseguras como mínimo una tarde llena de diversión y entretenimiento.
Ya sabéis que Erik (mi niño precioso) es un poco especial. No entiende el mundo igual que el resto de niños, tiene ciertas dificultades motrices (sobre todo todísimo, con la motricidad fina) así que pensé que elegir algún kit sería un problema. Pero nada más lejos de la realidad, la mayoría de los kits están preparados para cualquier niño y lo bueno es que puedes ir adaptándolo a sus necesidades, ya que vienen los materiales sueltos y las instrucciones muy bien detalladas.
Además, cada kit incluye un mini-cuento (que cada mes diseña una ilustradora diferente) para fomentar la lectura, y las novedades del mes, donde se incluye alguna actividad de reciclaje que podemos hacer con materiales que tenemos en casa.
Bien, pues la semana pasada le dije a Erik que teníamos una nueva amiga en Barcelona, que se llamaba Mariko y que le había enviado una sorpresa para él. No pudieron abrírsele más lo ojos de la ilusión. Le saqué su cajita de Didongo (el kit que escogimos fue el de Espejo Espejito) y le expliqué que con todas esas cositas teníamos que hacer una cosota más grande, siguiendo las instrucciones (que eso sí que le gusta, seguir instrucciones y los pasos).
Nos pusimos manos a la obra, y desde el minuto 0 estuvo super concentrado (y eso que él es de atención dispersa), presente y participando activamente en todo el proceso. Yo no me lo podía creer, lo bien que utilizó la cinta adhesiva, la esfera, las tijeras, las pegatinas de estrella.... Para él parecía que había venido Papá Noel. Y para mi, pues un nuevo pequeño milagro.
El colmo de mi felicidad llegó cuando me dijo el tio: "Mamá mira, estoy sonriendo porque lo estoy pasando muy bien". Casi lloro, de verdad. "Yo también lo estoy pasando muy bien, mi amor", le dije.
Terminamos de montar nuestro chulísimo caleidoscopio y nos pusimos con la segunda actividad: los espejos cóncavo y convexo. Se hinchaba de reir de ver cómo se deformaba su cara en los espejos, y eso es buenísimo porque toma conciencia del reflejo y de las proporciones.
Pasamos una tarde estupendísima, eso sí, el caleidoscopio terminó convirtiéndose en un cohete que despegaba hasta la luna. Pero eso ya era algo sin importancia.
Hay padres que piensan que pueden suplir el tiempo que pasan sin sus hijos con grandes regalos caros, pero como ya dijo una vez alguien más listo que yo, las cosas que merecen la pena no valen dinero.
Aprender con mi hijo cada tarde, jugar, leer, disfrutar y enfadarnos también, por qué no, es lo que a él le hace avanzar, crecer como persona y forjar en su subconsciente el valor de familia unida, de ser un hijo amado.
Así que desde aquí invito a todos los lectores del blog a que probéis una tardecita de Didongo: juego y aprendizaje en familia, un chocolate caliente y dejar que las risas sean la calefacción de vuestra casa.
Gracias Mariko, por presentarnos ese proyecto tan maravilloso que habéis creado, y que sin duda, estará en nuestra lista de próximos regalos. Erik te da las gracias, y su mamá (la más feliz y orgullosa del universo mundial), también.