Nos pusimos manos a la obra y después de sacar multitud de material, de abrir cajas, troquelar, apoyar cosas en el suelo, en las sillas, salieron dos tarjetas: una para cada una de las crías. Mi sobrina, que tiene criterio propio (aunque hay que orientarla), empezó la suya como quiso. La otra niña me preguntaba y yo la fui ofreciendo opciones. Se les ponían los ojos como platos de ver todas las cosas que podían utilizar para decorarlas.
Hemos quedado para hacer más tarjetas otro día, que las quieren regalar y "vender" a sus amigos.
Estos es lo que hicimos entre las tres.