El lunes ya os contaba nuestra afición por las velas, la iluminación tenue y las tardes eternas de domingo de diciembre (lástima que solo haya 4 o como máximo 5). De hecho, el pomelo es muy fan de la iluminación tenue, y no por romántico, sino más bien por siestero, así que salvo en pleno verano, en casa siempre buscamos luces alternativas y suaves para... digamos descansar la vista mejor.La idea que nos trae Ari hoy es precisamente una de esas que entusiasmarían al pomelo. Y para qué voy a negarlo, a mí también, aunque no sea por el mismo motivo.
A mí lo que me gusta es lo bonito y delicado que queda este pueblo sobre el que parece que haya caído una nevada de esas de dejarte incomunicado (una sola vez nos ha pasado y no nos importaría que nos volviera a pasar, siempre que la nevera estuviera bien llena).
Pasaos por el blog da Ari a ver cómo lo ha hecho. Yo os espero aquí mañana para contaros qué ha preparado Laia.