Llueve, llueve y llueve y todo es gris. Y dentro de un ratito tengo que salir de casa para coger un AVE e irme a Madrid, donde me han contado que llueve, llueve y llueve y todo es gris. Suerte que además de trabajar voy a ver a mi amiga Lucía y a cenar con ella y a cotillear y a ponernos al día de todo.
Pero qué le vamos a hacer, ¿no? Así es la primavera. Todo o nada, días de sol de justicia seguidos de días de diluvio universal. Y mientras tanto da la sensación de que todo crece, de que el sol y la lluvia, el viento y las nubes, están creando un mundo paralelo que de repente va a estallar frente a nuestras narices.
Por eso andamos todos revolucionados, no lo neguéis. Haciendo propósitos como si estuviésemos en año nuevo. Llenando bolsas de basura de cosas que ya no queremos. Poniendo orden en el armario y tomando decisiones trascendentales. A riesgo de que me veáis todos como una hippy colgada, creo que seguimos los pasos de la naturaleza y que la primavera es tiempo de renacimiento, de volver a empezar, de hacer proyectos más transformadores y profundos. Es como el fin de año del mundo natural, y estamos todos pegando acelerones en la parrilla de salida, listos para cambiarlo todo.
Ya, ya lo sé, mis metáforas son cada vez más cutres. Pero ya pilláis la idea: renacimiento, primavera, calorcito, terracita, cerveza y bravas. Y chaqueta en el armario, que para mí es el mejor momento del año, da igual a temperatura.
Por eso hoy os quiero contar algo que hicimos el año pasado y que me olvidé de mostraros, porque ya sabéis que yo soy así. Perdí las fotos, luego perdí las bombas de semillas. Estaban en el coche, las tiramos por ahí y no saqué ninguna foto, en fin, ya sabéis.
La cuestión es que en Casa Pompón somos un poco adictos a la tierra y las plantas. Y cuando descubrimos el concepto de las bombas de semillas en internet... nos enamoramos.
La idea es sencilla y a lo mejor ya la conocéis: crear una bolita de tierra con semillas de flores para lanzar en solares vacíos, parterres mustios, bordes de carreteras y otros lugares grises que necesitan un poco de vida.
Las bombas se van abriendo con la lluvia y el viento y acaban brotando y llenando de verde esos rincones.
Podéis llevarlas siempre encima y tener un momento guerrillero a cualquier hora. Lanzar una bomba aquí y allá como quien se toma un café. Sentir que estáis haciendo un gesto de renacimiento y renovación a cualquier hora del día. A partir de ahora llamadme Yogi Paula; como el té pero más pesada.
Lo bueno que tienen las bombas de semillas es que son MUY fáciles de hacer en casa. Eso sí, hay que intentar que las semillas sean de flores o plantas locales, para no romper el equilibrio ecológico. Y mejor lanzarlas en sitios baldíos y no en el bosque o en otros lugares que ya tengan su propia flora.
Tengo dos recetas alternativas, para que escojáis según los materiales que tenéis en casa.
Por cierto, mientras las hacéis, meted las manos todos juntos. Las dos manos. Y luego tocadle la nariz al que tengáis a vuestro lado. Es muuuucho más divertido...
Madre mía, qué penita ver estas fotos, qué mayores que se me hacen los pompones!