Ni bien la vi me enamoré,y a riesgo de que a nadie le gustara la traje conmigo.
Con ese barniz brillante y flores pintadas propias de la década setentosa a la que perteneció,además estaba casi casi sin uso.
Me costó decidirme a borrar esas flores que para mi gusto le restaba mucho, pero a su vez,quizás hasta habían sido pintadas a mano por alguien.
Cuando me decidí lijé y lijé para sacar las tantísimas manos de barniz y las flores,pero esquivando los detalles en relieve que si me gustaban.
En esta foto de abajo ya había logrado sacar toda la pintura.
Ya sabía que quería dejar parte de la madera a la luz por que es hermosa.
Así que no hice mucho más que encintar y pintar la mitad de los recipientes,las tapitas y la parte de arriba de la manijita.
Después un poquito de lija donde pinté y unas cuantas manos de cera para enaltecer la madera.
A decir verdad nunca la imaginé con su función original de yerbera y azucarera.
La imaginé llevada a la mesa para servir el té,o el café.
Como centro de mesa poniéndole unos frasquitos de vidrio y unas flores,incluso como "vacía bolsillos" o alhajero.
No se a vos,pero a mi me da una ternura infinita encontrar estas piezas con historia que me remontan a las tías tomando mate.
Hasta me trae olores y texturas salidas de una época no tan lejana pero añorada.
Si,si...me levanté nostálgica!
¡ Hasta la próxima!
¡Gracias por leerme!