¡A por los pinceles!

Nunca he sido una persona navideña, más bien todo lo contrario, una especia de Grinch a quien la navidad pone de muy malas pulgas. Además, no me mueve ni la religiosidad de las fechas, ni el paganismo del juergueteo. Y es que lo único bueno que le saco a estas fiestas es el gran repertorio de dulces y cosas ricas tradicionales a degustar.
No obstante, sí me gusta decorar un poco. Solamente pongo un pequeño árbol de navidad de unos 60cm, en algún rinconcillo del salón, más que nada porque indica que el ambiente guste o no, es festivo, y que hay unos días para descansar.
Sorprendentemente, este año me he animado con un Nacimiento. No creo que lo vaya a lucir hasta el año próximo, por las fechas a las que andamos ya, pero comprado está. Es de escayola, para pintarlo yo (afición que tengo muy olvidada, pero de niña pinté montones de figuritas para toda la familia). El procedimiento es de lo más sencillo, aunque la escayola, a diferencia de la marmolina, necesita un pequeño tratamiento previo.
1º Repasar todos los bordes, filos, pliegues, etc. que encontremos con un punzón.
2º Pasar una lima fina, suavemente, para eliminar imperfecciones y dejar una superficie uniforme.
3º Dar dos manos de tapaporos, el más conocido es el de la marca Alkil, aunque también podemos dar dos manos de cola blanca diluída en agua al 50%..
4º Abastecerse de:
-pinceles de distinto grosor (según las necesidades de cada figura)
-témperas, algún paño
-un par de botecitos con agua
-alguna tabla o recipiente pequeño donde poder realizar mezclas de color
-e importantísimo, una bandeja o hule donde poder manchurrear a gusto.
5º ¡A pintar!
6º Según vuestro gusto barniz incoloro mate o de brillo. Para un toque más clásico, el betún de judea sirve para envejecer la figura.
Y a sacar tiempo para ponerse a ello. Es una actividad muy entretenida y relajante, que recomiendo a todo el mundo.
De momento os dejo con la foto del proyecto en bruto, a ver cómo queda.