"Ticisssssss!", Murmuraba la oscuridad eterna, la flor emanaba el calor desde sus raíces, Ticis no podía morir, no! La sonrisa débil de Ticis lo bañaba todo, las piedras vibraban, chocando entre sí, amaban a Ticis, no cubrirían su cuerpo sin vida, no serían su sepultura, se negaban a no volver a tener la tibieza mutua, a su risa y su charla siempre animada, esperando el invierno, el beso gélido que vuelve a la vida los corazones muertos.
Muerta!, sí!, muerta la flor! En su letargo, la flor, exigía la protección de Ticis!, egoísmo puro, despectiva, realmente, nunca le importó Ticis, guardián enamorado. Un ligero temblor y con eso era suficiente para reanimar el alma de Ticis, nunca fue! Fe, eterna espera, cortaron el espíritu de Ticis, ¿el amor destruye? ¿el amor todo lo aguanta, hasta la muerte? ¿el amor es negarse a sí mismo? ¿el amor es soledad?
La flor no soltaría a Ticis, renacería, entre los pétalos de un tierno brote, en la flor misma; le pertenecía, Ticis no le abandonaría nunca, ya no, demasiado tarde!, serían savia y sangre, suspiro y esencia perfumada, el corazón de Ticis ardería en el filo invernal, en cada renacer de la flor, palpitaría en amor eterno, la flor, jactándose, viviría de la muerte misma!