Una mañana, el granjero salió temprano a cuidar sus cosechas. Sin darse cuenta, dejó abierta la puerta del establo donde dormía Lana. La pequeña oveja, siempre curiosa, vio la oportunidad de explorar el mundo fuera del establo y se aventuró.
La paloma Palomita, desde lo alto del cielo, vio a Lana alejándose y se apresuró a avisar al granjero. Revoloteando alrededor de él, lo alertó sobre la oveja desaparecida. El granjero, preocupado, empezó a buscar a Lana por toda la granja.
Mientras tanto, Lana caminaba alegremente, disfrutando de la libertad y las nuevas vistas. Sin embargo, no estaba sola en su aventura. Lupo, el lobo, la observaba desde la distancia. A diferencia de los lobos de los cuentos, Lupo era amigable y solo quería jugar un poco con Lana.
El granjero, guiado por Palomita, encontró a Lupo y Lana en el campo. Al principio, se preocupó al ver al lobo, pero pronto se dio cuenta de que Lupo no era una amenaza. Lana estaba sana y salva, jugando alegremente con su nuevo amigo.
El granjero agradeció a Lupo por no hacerle daño a Lana y a Palomita por su ayuda. Desde ese día, Lupo se convirtió en un visitante frecuente de la granja, y la paloma Palomita siempre vigilaba desde el cielo, asegurándose de que todos estuvieran seguros.
El granjero aprendió la importancia de estar siempre atento y cuidar de sus animales. Lana, por su parte, comprendió que la curiosidad debe ir acompañada de precaución. Lupo y Lana se hicieron grandes amigos, y Palomita se convirtió en la guardiana del cielo.
La granja se llenó de risas y juegos, y todos vivieron muchas aventuras juntos. Cada día traía una nueva historia, y la amistad entre el granjero, Lana, Lupo y Palomita crecía más y más.
Y así, en esa granja especial, se forjaron amistades inquebrantables, se compartieron momentos de alegría y se vivieron aventuras que serían recordadas por siempre.
Fin
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