Madre



No te quedaste ahí, en tu fría tumba

Tu recuerdo no se arrumba

Tu dulce aroma es lo que me ancla en esta vida turbia

Día a día, evoco tu caricia tibia

A veces, mi egoísmo, urge tu sonrisa, tu abrazo

Y me conforta saber que velas mi paso

En ocasiones, me reprocho no haberte dado más de lo que te brindé

Aunque sé bien que me bendecías hasta por pequeñeces que olvidé

En mis batallas, evoco tu cariño para sosegar mis miedos, mi alma,

En cada ruina o certeza, busco tu dulzura que me sostiene y me calma

Tu amor, flama eterna, que comprende mi llanto de niña y mi sonrisa

Gracias por tu amor profundo, por tanto y por todo,

Madre mía.



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