Bebo cada estrella de su pecho, la Sirena deleita con su melodía desquiciante, la he sitiado en el fondo del baúl café tabaco y ella se funde en mí, se agolpan en mi mente uno a uno los rostros de aquellos que asesinó la Sirena infame, esa niña inocente, no dejo de pensar en todos ellos, son los muertos de la Sirena y perturbado por la sangre que ha derramado ese ser malévolo, fornico desaforado, tratando de castigarnos, vuelvo a cuestionarme cómo puedo desearla y amarla. La tenue caricia del sol da con todo en mi espalda, la Sirena me aprisiona en su cuerpo, sus ojos profundos y maliciosos cuestionan los míos; sonríe burlona, al mismo tiempo que se desliza del fondo del baúl café tabaco hacia el mar, antes de zambullirse en el azul abismal, se detiene y me lanza una mirada furtiva, la cual no se detiene hasta perderse en el horizonte infinito, noto que su cuerpo sangra, su pecho, su cuello y un brazo; en un salto gracioso, la Sirena desaparece en medio de unas olas débiles, me deja en la soledad de los muertos, sabe que estaré aquí, esperándola o hasta que decida matarme, mis manos están manchadas de su sangre y también mi camisa, la cual sólo cuelga de mi cintura, en mi cuerpo desnudo.
Los muertos de la Sirena
Bebo cada estrella de su pecho, la Sirena deleita con su melodía desquiciante, la he sitiado en el fondo del baúl café tabaco y ella se funde en mí, se agolpan en mi mente uno a uno los rostros de aquellos que asesinó la Sirena infame, esa niña inocente, no dejo de pensar en todos ellos, son los muertos de la Sirena y perturbado por la sangre que ha derramado ese ser malévolo, fornico desaforado, tratando de castigarnos, vuelvo a cuestionarme cómo puedo desearla y amarla. La tenue caricia del sol da con todo en mi espalda, la Sirena me aprisiona en su cuerpo, sus ojos profundos y maliciosos cuestionan los míos; sonríe burlona, al mismo tiempo que se desliza del fondo del baúl café tabaco hacia el mar, antes de zambullirse en el azul abismal, se detiene y me lanza una mirada furtiva, la cual no se detiene hasta perderse en el horizonte infinito, noto que su cuerpo sangra, su pecho, su cuello y un brazo; en un salto gracioso, la Sirena desaparece en medio de unas olas débiles, me deja en la soledad de los muertos, sabe que estaré aquí, esperándola o hasta que decida matarme, mis manos están manchadas de su sangre y también mi camisa, la cual sólo cuelga de mi cintura, en mi cuerpo desnudo.

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