Aferrada a la roca, no apartaba mi mirada de ella, hermosa sirena, cabello sedoso, azul tornasol, coral en sus labios, los míos pálidos, temblorosos y fríos. Un sonido irritante, chillido inhumano, penetrante, le hizo bailar su cabellera y la parte de su extremidad, donde no existían piernas; pasó sus dedos rugosos y afilados por mis labios, mi cuello, mi cuerpo, mis piernas, mis defectos humanos, hasta el cansancio; de frente, acercó su boca y me sonrió, sus dientes cual perlas, afilados, con trozos de pescado entre ellos; "¿Con esa boca da el beso mortal a los marineros?", pensé; acerco más sus labios filosos, a los míos, pero, giré mi rostro.
Entre la inmensa bruma, dejando una nube espumosa, desapareció, quizás, acudió al llamado de sus hermanas; quizás, la luna le había hostigado...