La Aventura de la Bruja y la Serpiente

En un pequeño pueblo, en el corazón de un bosque encantado, vivía una bruja conocida por todos. Era alta y delgada, con una capa negra y un sombrero puntiagudo. Tenía una sonrisa traviesa y ojos que brillaban con picardía. A pesar de su aspecto aterrador, la bruja no era realmente mala, solo un poco traviesa y solitaria.

La bruja, cuyo nombre era Elvira, tenía un deseo peculiar: quería tener un amigo. Pero no un amigo cualquiera, sino un amigo especial. Un día, mientras caminaba por el bosque, vio a un niño jugando solo. Era un niño valiente que no temía a las criaturas del bosque. Elvira pensó que sería divertido convertirlo en una serpiente y así tener una mascota única.

Con un movimiento de su varita mágica, Elvira pronunció un hechizo. Pero, para su sorpresa, en lugar de convertirse en una serpiente, el niño comenzó a hablar el idioma de los animales. Podía entender a los pájaros, los conejos, y hasta a las ranas. El niño, sorprendido y emocionado, corrió por el bosque hablando con cada animal que encontraba.

La bruja, intrigada por este giro inesperado, decidió seguir al niño. Lo vio conversar con un ciervo sobre dónde encontrar las mejores bayas y con una familia de zorros sobre cómo era vivir en el bosque. Elvira se dio cuenta de que el niño estaba creando amistades con los animales, algo que ella nunca había logrado.

Mientras observaba, Elvira sintió una emoción que no había experimentado antes: la alegría de ver una verdadera amistad. Decidió deshacer el hechizo y devolver al niño a su forma humana. Pero cuando fue a encontrarlo, el niño ya había reunido a todos los animales del bosque, y estaban todos jugando juntos.

¿Por qué quisiste convertirme en una serpiente? Preguntó el niño cuando vio a Elvira.

La bruja, avergonzada, respondió: Pensé que sería divertido tener una mascota especial, pero me di cuenta de que la verdadera magia es la amistad.

El niño sonrió y dijo, No necesitas hechizos para tener amigos. ¿Por qué no te unes a nosotros?

Y así, la bruja Elvira y el niño, junto con todos los animales del bosque, pasaron la tarde jugando y riendo. Elvira aprendió que la amistad no se trata de tener a alguien a quien controlar, sino de compartir momentos y disfrutar juntos.

Desde ese día, la bruja Elvira ya no estaba sola. El niño y los animales del bosque se convirtieron en sus amigos, y juntos vivieron muchas más aventuras. La bruja, que una vez fue temida y solitaria, se convirtió en la más querida habitante del bosque.

La lección que Elvira aprendió fue valiosa: la amistad es el hechizo más poderoso de todos. No importa cuán diferente parezcas o cuáles sean tus habilidades, siempre hay lugar para la amistad en el corazón.

Fin

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