Sólo en su abrazo leal, auténtico, encontré la paz, la bendición de su amor, sin mascaradas, ni turbulencias, ni tortura; amor de profundas y firmes raíces que, me sostiene, apoyando en él toda mi ruina.
Su calor sincero, su mejilla incondicional, siempre está ahí, para mí, al igual que su sólida mano, sosteniéndome, con carácter, sin contradicciones, sin abuso, sin merma, por el contrario, siempre sumando en cada giro de vida, sin importar si va en retroceso, si se estanca o avanza; en esos brazos que consuelan las turbaciones de mi ser, hay un Dios que me bendice.
En su dialecto libre, veraz y limpio, derramo inquietudes, sollozos, amarguras y me conforta, sin sentencias, calmando mi desconsuelo. El amor verdadero, sí existe, sin espacios ni tiempos, sin condiciones; ahí, me detengo un instante eterno y, en su cariño verdadero, hallo un bálsamo sagrado a mi alma en pena!
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