Nos encontramos en la época en la que Cervantes escribió el famoso Quijote y este traje podría haberlo llevado la mismísima Dulcinea del Toboso, porque así es como vestía la clase media entonces.
Este traje es un dos piezas compuesto por corpiño con aldetas en hombros y cintura rematadas con pasamanería. La basquiña tiene numerosos pliegues en la cintura con la intención de dar mucho volumen y vuelo, supliendo así la falta de verdugado (reservado este para la clase noble). Ambos están realizados en un rico paño de lana verde, decorado con cinta de terciopelo y pasamanería dorada. Bajo el corpiño siempre se llevaba la camisa o alcandora con decoración de cintas verticales, reminiscencias de la vestimenta árabe.
El paño de castilla realizado con vellón de merino era muy cotizado no solo en España, sino también en los mercados de paño de toda Europa. Se considerada el ganado merino el “oro de Castilla” y en tal manera que “so pena de muerte” sacar una oveja merina de España sin el permiso real. Durante siglos dio lugar a la mesta y a la trashumancia, llevando los rebaños por las cañadas reales hombre y mujeres, tradiciones y conocimiento, fluían por toda la Península Ibérica.
Bajo la basquiña lleva una saya ricamente decorada con bordados y aplicaciones como lentejuelas, que ya eran usadas por los egipcios y consistía en coser pequeñas piezas metálicas (de oro, plata o bronce) para que reflejaran la luz. La saya es de seda salvaje, un tejido solo permitido para la clase noble y por ello esta hidalga lo lleva en la parte menos visible de su atuendo. Porque en cuestión de moda, a las mujeres, siempre nos ha gustado saltarnos las normas.