Érase una vez una caja.


Hola.
En plena restauración del mobiliario tapizado en la familia de la esposa, Ana, la cuñada, me comentaba si se podría hacer algo con un cajón de frutas excedente de un regalo, un viejo cojín y un retal de tela sobrante de un sillón que ella misma había recuperado por su comodidad… y porque le apetecía, es una persona dada a manualidades de todo tipo que lo mismo pinta la casa que restaura la sillería o se confecciona el cortinaje, todo esto mientras personaliza muñecos de goma eva o pare gatos sujeta puertas y gallinas costureras que son auténticas virguerías.
Desde aquí os emplazo a que la animéis a publicitarse y beneficiarse de sus prácticas soluciones ya que, por más que le digo, no consiente en poner a la venta todas estas cosicas que tanto gusta de hacer… y, además, con tan buena mano, a vuestro juicio lo dejo:
gallina


Lo que hoy os traigo también es una “deuda” contraída, en comentarios de entradas anteriores, con mi amiga Mamen, que andaba buscando un reposapiés para el marido y me presté a enseñarle una opción como otra cualquiera aunque, si la conoces, de sobra sabrás que no le hace falta ayuda para recuperar, magistralmente, cualquier cosa que se le ponga por delante.
Al lío, con el cajón de medidas reducidas, un pequeño almohadón desamparado y un metro de tela, sólo faltaba buscarle un rato de tijera, algo de costura, un manto de guata de cien y un puñado de grapas.
Sin más dilación, os muestro el fruto de la colaboración entre la mañosa y el tapicero:
Con cuatro costuras simples, marco las esquinas confeccionando una medio funda para el cuerpo de la caja que quiso ser puff. Quise recrear un almohadón suelto, sin serlo, uniendo mediante costura la tapa inferior del almohadón con el resto, dando pie a una funda dividida en dos, la parte superior para el almohadón y la inferior para la caja/puff. Una vez metido el almohadón, enfundamos la caja enguatada vuelta boca abajo, grapamos y le ponemos fieltro adhesivo para no rayar el suelo con las, ahora, patas de la caja.
Y hasta aquí la historia del cajón de frutas reconvertido, una forma original (bajo mi punto de vista) de aprovechar algún descarte de los que tenemos pululando por casa, aliviando, así, el uso de las materias primas que tanto echaremos en falta el día menos pensado… espero que os guste ;)
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Y hablando de todo un poco, hace un par de semanas recibí una oferta laboral, una tapicería de las de barrio de toda la vida, donde las restauraciones juegan el papel más importante (por no decir el único) precisaba de mis servicios y como comprenderéis, la cosa está como para negarse, así que, a jornada partida por la mitad, retomo mi vida laboral bajo nómina.
Este tipo de trabajo es el que desempeñaba en mis comienzos y, la verdad, me apetecía cambiar de aires aunque no sé si para toda la vida, las grandes tapicerías de jerarquías y organigramas complicados, rebosantes de series cronometradas e instalaciones, han jugado un muy importante papel en mi vida pero lo que se aprende con las restauraciones, no se aprende en otro sitio, la variedad en formas y maneras son el aliciente que, espero, me encandile de nuevo.
Supongo que podré echar alguna foto de las restauraciones y como también intuyo, lo haré de tanto en cuanto, acabo en casa a las nueve de la noche y tras el duchazo de rigor, la merecida cena y diez minutos de tertulia familiar, no me darán pie a mucho más, postergando inexcusablemente mis ratos de teclado al fin de semana que no tenga partidos varios… todo un desasosiego mientras espero que se me aclimate el cuerpo al horario y es que, tras más de veinte años disfrutando de las tardes a mi antojo, el cambio, se antoja durete ;)
Un saludo.

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