Iván no entendía nada. ¿No estábamos en verano? ¿Por qué había que pensar en el cole tan pronto si todavía hacía buen tiempo y la gente iba a la playa, y la piscina seguía abierta?
¿Por qué había que volver YA al cole?
Aquella noche se fue a la cama algo enfadado con su mamá. Había hecho pipí él solo, porque era un niño mayor y no quiso que su mamá lo acompañase al baño. De entre todos los peluches que dormirían con él a los pies de su cama había escogido al Spiderman blandito, que no daba mucho calor, y le había dado un beso rápido a su mamá. Estaba tan enfadado que las cejas casi se le juntaban y tenía los labios tan apretados que parecía que iba a silbar.
“Qué te ocurre, mi amor”. “Nada”, dijo Iván. “¿Nada? A ver, qué te pasa. Si no me lo cuentas no puedo ayudarte”. Iván se sentó en la cama casi de un salto y empezó a decirle, muy rápido y casi gritando: “No quiero ir al cole. Quiero ir a la playa, y a la piscina, y ver los dibujos en la tele. Y quiero comer helados hasta cuando haga frío. ¡No quiero ir al cole!”.
Su mamá lo miró, le sonrió y lo abrazó. “No te preocupes”, le dijo. “Aún quedan unos días para que puedas disfrutar de las vacaciones. El cole también es divertido. Verás a tus amigos, conocerás a otros niños nuevos, jugarás con ellos y aprenderás muchas cosas divertidas que te enseñará la seño María”. “¡Humm!”, refunfuñó Iván, poco convencido aún. “Además, después del cole iremos al parque con tus amigos y podemos ir todavía a la playa o a la piscina el fin de semana”, continuó su mamá.
A Iván el enfado se le estaba quitando, y no sabía muy bien por qué. ¡Quería seguir enfadado! “¿Sabes qué?”, le dijo su madre acariciándole el pelo, “mañana vamos a ir a comprarte un chándal y unas zapatillas para cuando empiece el cole. ¿O no quieres echar carreras con tus amigos en el patio del recreo? Además, me puedes acompañar a la papelería y me ayudas a elegir el estuche y la mochila, ¿te parece? Y después nos vamos a la piscina”. ¡Vale!”, dijo Iván, ya nada enfadado. Su mamá le dio un abrazo y empezó a hacerle cosquillas. Iván se rió tanto que cuando le devolvió el beso de buenas noches a su madre y se echó en la cama, no dejó de sonreír ni en sueños.
A la mañana siguiente hicieron todo lo que su mamá le había prometido (¡su mamá siempre cumplía sus promesas!). Eligió un estuche chulísimo, rojo, con tres cremalleras. Y una mochila también roja con una cremallera grande y otra más pequeña. Allí podría meter las piedras y las hojas bonitas que se encontrara en el patio o las cartas que sus amigos le prestarían en el recreo. Al salir de la papelería, se encontraron con Sergio y su mamá, que también iban a por algunos materiales para el cole. Iván y Sergio se alegraron mucho de verse, aunque les dio un poco de vergüenza: hacía tanto tiempo que no se veían que no sabían muy bien qué decirse. Eso sí, cuando se despidieron, los dos pensaron lo mismo: “¡Qué ganas tengo de que empiece el cole!”. Y colorín, colorado, el cuento de “El niño que no quería ir al cole” se ha terminado.
FIN
(Autora: Susana Gutiérrez Fernández)