El Mundo de Kike

En un pequeño y alegre pueblo, vivía un niño llamado Kike con su familia: su mamá, su papá y su hermano José. Kike tenía TEA (Trastorno del Espectro Autista), lo que hacía que las cosas fueran un poco diferentes para él. Le gustaba el orden, disfrutaba de los colores brillantes y amaba los trenes más que nada en el mundo.

Kike a veces encontraba difícil jugar con otros niños, incluido su hermano José. Pero con la ayuda y el amor de su mamá y su papá, cada día aprendía y crecía más.

Una mañana soleada, Mamá propuso hacer una actividad familiar. ¿Qué tal si construimos una gran ciudad de trenes en la sala?, sugirió con una sonrisa. Kike iluminó su rostro con una sonrisa brillante, y José, aunque al principio no estaba seguro, decidió unirse a la diversión.

Juntos, la familia comenzó a construir la ciudad de trenes. Kike tomó la iniciativa, mostrando a todos dónde colocar las vías y cómo conectarlas. Papá ayudó a levantar los puentes, mientras Mamá y José decoraban la ciudad con árboles pequeños y casitas coloridas.

Durante el juego, José comenzó a entender cómo veía Kike el mundo. Notó que Kike se sentía feliz cuando las cosas estaban en orden y cómo disfrutaba de los patrones y colores de los trenes. Kike, me gusta cómo has diseñado la ciudad, dijo José con admiración.

Mamá y Papá sonrieron, viendo cómo sus dos hijos jugaban y aprendían juntos. Lo más importante es entender y apreciar nuestras diferencias, les recordaba Mamá a menudo. Todos somos únicos y especiales a nuestra manera, agregaba Papá.

La ciudad de trenes se convirtió en un proyecto diario para Kike y José. Cada día agregaban algo nuevo: un lago aquí, un parque allí. Y mientras construían, su relación se fortalecía. José aprendió a entender mejor a su hermano y Kike disfrutaba tener a José jugando a su lado.

Un día, mientras jugaban, Kike miró a José y le dijo con una sonrisa tímida, Me gusta jugar contigo. José, sintiendo un gran cariño por su hermano, le respondió, Y a mí me gusta jugar contigo, Kike. Eres el mejor constructor de ciudades de trenes.

Mamá y Papá observaban, llenos de alegría y orgullo. Sabían que el camino de Kike podría tener sus desafíos, pero también sabían que el amor, la comprensión y el apoyo en familia serían la clave para superar cualquier obstáculo.

Con el tiempo, Kike empezó a sentirse más cómodo para compartir su mundo con los demás. En la escuela, empezó a hablar más con sus compañeros, mostrándoles dibujos de sus trenes y de la ciudad que había construido con su familia.

Los maestros y los otros niños quedaron impresionados con la creatividad de Kike. Invitaron a Kike a compartir su pasión por los trenes con la clase, y él, con el apoyo de José, preparó una pequeña exposición. Era la primera vez que Kike lideraba una actividad en la escuela, y aunque estaba nervioso, se sintió emocionado.

El día de la exposición, Kike habló sobre los diferentes tipos de trenes, mostró dibujos y explicó cómo había construido la ciudad de trenes con su familia. Sus compañeros escucharon con interés, y Kike se sintió feliz y orgulloso de compartir su pasión.

Mamá y Papá, que habían venido a ver la exposición, se sintieron emocionados al ver cuánto había crecido Kike. Y José, parado al lado de su hermano, no pudo evitar sentirse increíblemente orgulloso.

Ves, Kike, cuando compartes tu mundo, los demás pueden aprender y disfrutar contigo, le dijo José después de la exposición.

Kike asintió, sintiéndose más seguro y feliz que nunca. Había aprendido que, aunque a veces las cosas pudieran parecer difíciles, siempre había una manera de conectar con los demás y compartir lo que uno ama.

La familia de Kike se dio cuenta de que cada pequeño paso era una gran victoria. Celebraban cada logro, cada nueva palabra, cada sonrisa compartida. Sabían que el amor y la comprensión eran las herramientas más poderosas que tenían.

La historia de Kike es un recordatorio de que todos tenemos algo especial que compartir con el mundo. Con amor, paciencia y apoyo, podemos superar las barreras y encontrar la alegría en nuestras diferencias.

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