El Misterio del Colegio Antiguo

En un pequeño pueblo rodeado de colinas y antiguos bosques, había un colegio tan viejo que nadie recordaba cuándo se había construido. Los niños del pueblo, entre ellos Erick y Ana, siempre habían escuchado historias sobre este lugar, pero nunca les dieron mucha importancia hasta aquel otoño.

Erick era un chico valiente, con cabello oscuro y una mirada llena de curiosidad. Ana, su mejor amiga desde siempre, era todo lo contrario: cautelosa, con largos cabellos castaños y ojos expresivos. Ambos compartían un amor por los misterios y las aventuras, aunque Ana siempre prefería la seguridad de un buen plan.

Una mañana de octubre, mientras caminaban por el sendero neblinoso hacia el colegio, notaron algo extraño: la antigua torre del colegio, que siempre había estado cerrada, mostraba una ventana abierta. Nadie jamás había visto el interior de esa torre, y los rumores sobre lo que escondía eran tantos como estrellas en el cielo.

Movidos por la curiosidad, Erick y Ana decidieron investigar después de clases. Esperaron a que todos los estudiantes y maestros se fueran, y con las sombras de la tarde envolviéndolos, se adentraron en el colegio vacío.

El interior del colegio era aún más inquietante sin la presencia de otros. Los ecos de sus pasos resonaban en los pasillos, y cada puerta cerrada parecía guardar secretos olvidados. Finalmente, llegaron a la base de la torre.

La puerta estaba cerrada con un antiguo candado, pero para su sorpresa, se abrió con facilidad como si alguien los estuviera invitando a entrar. Subieron las viejas escaleras de caracol, sintiendo cómo el polvo y el tiempo se desprendían a su paso.

Al llegar a la cima, encontraron una habitación llena de objetos antiguos: libros, mapas y extraños artefactos. Pero lo que realmente captó su atención fue un gran libro abierto sobre un escritorio. Se acercaron y vieron que estaba escrito en un idioma desconocido, con ilustraciones de criaturas y símbolos místicos.

Mientras observaban el libro, una ráfaga de viento cerró la ventana con un golpe, haciendo que Ana diera un salto. Erick, tratando de calmarla, bromeó diciendo que solo era el viento, pero en su interior, también sentía una inquietud creciente.

De repente, escucharon un sonido proveniente de las sombras de la habitación. Era un murmullo apenas perceptible, como si alguien estuviera susurrando un secreto antiguo. Ana agarró la mano de Erick, su valentía desvaneciéndose. Erick, intentando ser el valiente, dio un paso adelante y preguntó en voz alta quién estaba allí.

La habitación se llenó de un silencio espeso, y luego, como respondiendo a su pregunta, un libro se cayó de un estante, abriéndose en una página que mostraba una imagen del colegio y una fecha de hace más de cien años. Lo que vieron los dejó sin aliento: el colegio, tal y como lo conocían, pero rodeado de figuras sombrías.

Intentando entender lo que veían, Erick sugirió que tal vez el colegio tenía una historia más oscura de lo que imaginaban. Ana, temblorosa, propuso salir de allí lo antes posible. Antes de que pudieran moverse, una voz grave y antigua resonó en la habitación.

Los secretos del pasado no deben ser perturbados, advirtió la voz. Erick y Ana, aterrorizados pero incapaces de moverse, escucharon cómo la voz continuaba. Este colegio ha sido guardián de misterios antiguos, y aquellos que buscan desvelarlos deben estar preparados para las consecuencias.

Erick, recuperando un poco de valentía, preguntó qué consecuencias. La voz respondió con una advertencia: El conocimiento tiene un precio, y a veces es más alto de lo que uno está dispuesto a pagar.

La habitación se iluminó con una luz tenue, revelando la figura de un anciano, vestido con ropas de otra época. Les explicó que él era el último guardián del colegio, y que su tarea era proteger los secretos que allí se escondían.

Erick y Ana, aún con miedo, escucharon fascinados mientras el anciano les contaba historias de magia, criaturas de otros mundos y guerras entre sombras. Les advirtió que debían mantener en secreto lo que habían aprendido, pues había fuerzas que buscarían aprovecharse de ese conocimiento.

Al salir de la torre, Erick y Ana se prometieron mantener el secreto, conscientes de que su colegio era mucho más que un simple lugar de aprendizaje. Caminando de regreso a casa bajo la luz de la luna, sabían que sus vidas habían cambiado para siempre.

Esa noche, y muchas después, Erick y Ana soñaron con mundos ocultos y secretos antiguos, sabiendo que eran los nuevos guardianes de misterios que superaban su imaginación. Y aunque el miedo a lo desconocido siempre estaría presente, también lo estaría la emoción de ser parte de algo más grande que ellos mismos.

Fin.

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