Si hay un animal mitológico cargado de simbolismo este es, sin duda, el dragón. Ahora bien, el enfoque que se da al mismo en oriente y en occidente parece, en principio, muy dispar.
En China el dragón representa poder y hasta el emperador está simbolizado por él. El dragón, dueño del rayo, la tormenta y la tempestad, es quien trae el agua a la tierra y permite así la fertilidad de los campos. Es dador de vida, une cielo y tierra al hacer que lo que proviene del primero, la lluvia, fecunde la tierra. En la India el dragón se identifica con Agni, señor del rayo que supone el principio de todo.
Pero en nuestras tierras occidentales el dragón se asocia a lo demoníaco, al mal, a la destrucción, a la impiedad. Sin embargo, este enfoque es demasiado simplista para que sea aceptado sin más, sobre todo si tenemos en consideración que el bien y el mal no son más que parámetros mentales útiles para movernos en una tercera dimensión, pero el simbolismo es el lenguaje de dimensiones superiores.
Ya en la cultura helénica el dragón representa el guardián de tesoros escondidos y a él debemos enfrentarnos para ser capaces de acceder a los mismos. Pero ¿qué esconde ese tesoro que guarda el dragón para que los occidentales le tengamos tanto temor, para catalogarlo incluso de demoníaco?
El dragón encierra nuestra parte de sombra, eso que hay en nosotros y que, pese a la fuerza interna que tiene, no queremos aceptar pero que está allí. La sombra es una realidad del mundo dual que nos hace que si amamos a algo odiamos a lo contrario, que si deseamos esto, evitamos aquello. La pureza no puede existir en un mundo dual y de eso es de lo que se encarga el dragón, en decirnos que hay parte de sombra en nosotros.
La famosa idea del amor incondicional sólo es posible si no hay sombra, y porque no es siempre posible vivir así, tememos al dragón. En resumen: el dragón defiende todo aquello que no queremos ver, por eso se le teme. ¿Qué es entonces vencer al dragón? Es alcanzar la pureza del sentimiento y pensamiento no dual, es afrontar la vida desde una posición de autentico Iluminado, es trascender de nuestra condición humana para empezar a entrar en la dimensión Espiritual.
En cada uno de nosotros, en la medida que generamos sombra al vivir dualmente, hay un dragón. De nosotros depende ser destruidos por él o bien cabalgar sobre sus lomos como hace el caballero san Jorge.
Fuente: este post proviene de Blog de JoanSansano, donde puedes consultar el contenido original.
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