De Arias, Virginio a Arqueología

Arias, Virginio, escultor chileno (Riveras del Río Chol-Chol, Chile, 1855 – Santiago de Chile, 1941)

Sus padres fueron Fernando Arias y Lorenza Cruz. Muy humilde, se dedicó primero al trabajo en el campo. Su posterior formación artística la realizó en la ciudad de Concepción, a los 12 años como aprendiz del escultor Tomás Chávez.

A los 19 años de edad, se destaca como uno de los alumnos más sobresalientes del maestro Nicanor Plaza, quien lo llevaría a París en 1875. Al año siguiente, Virginio Arias era alumno de la Academia de Bellas Artes de esa ciudad, donde se radicó hasta 1890.

Tuvo un breve retorno a Chile, en 1890, en donde recibió varias distinciones. En 1895 el gobierno chileno lo nombró Encargado para hacer un estudio en Europa sobre la organización de la Escuela de Bellas Artes. En 1900, regresa al país, asumiendo como Director de dicha Escuela. Durante sus más de diez años como Director, desarrolló una efectiva tarea en la formación de artistas, entre los que destacan Román, Perotti y Rodig. En 1911, el Gobierno nuevamente lo comisiona a Europa, regresando en los años 30. Entre 1938 y 1940 fue Miembro Honorario de la Sociedad de Bellas Artes de Chile.

Contemporáneo del conflicto que enfrentó a Chile contra Perú y Bolivia (Guerra del Pacífico), estuvo fuertemente inspirado en las campañas de esa guerra, realizando obras que tienden a la monumentalidad, debido, también, a cierta influencia romántica que sintió en Francia. Su obra más famosa de este tipo, es la denominada “El roto chileno” ubicada en la Plaza Yungay de Santiago (llamada originalmente “Un héroe del Pacífico”), la cual ganó el concurso del Salón de París en 1882.

Otras de sus obras famosas son el “Monumento al General Baquedano”, ubicada también en Santiago, en la plaza de ese nombre, y “La araucana”, obra de gran belleza y que muestra a una representante de los ancestros chilenos.

Pero su creación más trascendente es “El Descendimiento”, mármol que se halla en el Museo Nacional de Bellas Artes. Con esa obra obtuvo, en 1887, su tercera medalla de oro en el Salón de París. Esta obra representa el instante en que Cristo yaciente, recién descolgado de la cruz, es sostenido por dos personajes y atrás, su madre, la Virgen, lo atiende con esmero. A sus pies, María Magdalena, aferrada a ellos, denota un gesto de gran devoción.

A su gestión se debe la ubicación de la Escuela de Bellas Artes en el edificio que hoy pertenece al Museo de Arte Contemporáneo y la creación de una sección de Arte Aplicado. Recibió innumerables premio tanto en Chile como en el extranjero, y varias de sus obras ocupan plazas y otros sitios públicos chilenos.

A pesar de sufrir de ceguera, durante los últimos años de su vida, continuó esculpiendo ayudado sólo de su tacto.

Murió en Santiago el 17 de enero de 1941, en la miseria más absoluta.

Armitage, William Kenneth, escultor inglés (Leeds, 1916 – 2002)

Conocido por sus esculturas de bronce semiabstractas.

Estudió en el Leeds College of Art de 1935 a 1937 y en la Slade School of Fine Arts de Londres de 1937 a 1939. Impartió clases en la Bath Academy of Art de 1946 a 1956 y fue profesor en la Universidad de Leeds de 1953 a 1955.

Las tallas en piedra de sus primeros años dieron paso, en 1946, a grupos planos de pequeñas figuras de yeso con armaduras de metal y vaciado en bronce. Hacia mediados de

los años 50 los grupos de figuras se hicieron más compactos y menos frontales, y Armitage empezó a hacer figuras individuales que durante el período 1960-63 fueron muy abstractas.

El estilo maduro de Armitage es evidente a partir de 1952. La mayoría de sus trabajos son figuras humanas, pero generalmente están pegadas con formas de animales o muebles. Armitage también estaba interesado en el arte del Antiguo Egipto y el arte cicládico, lo que le dio a sus obras un tono arcaico.

En 1965, su serie basada en la leyenda de la ciudad yugoslava Skadar introdujo un plano frontal con miembros y pechos prominentes. A finales de los años 60 usó fibra de vidrio y planchas de aluminio para crear figuras como muñecos, ya sea en silueta o en redondo,

unidas a mesas, plintos y paneles con detalles dibujados o en serigrafia.

Arnal, Enrique, pintor boliviano (Catavi, 1932 – Washington 10 de abril de 2016).

Nació en 1932 en el complejo minero Catavi, departamento de Potosí, donde pasó su infancia. Estudió en la Ciudad Internacional de Las Artes de París, Francia (1966-1967).

Su primera muestra individual la tuvo en el Perú, en Cuzco, en 1954 cuando tenía apenas 22 años. Se siguieron numerosas exposiciones individuales, entre otras, en La Paz, Bolivia, Buenos Aires, Asunción, Santiago de Chile, Washington, D.C., Bogotá, Lima, París y Nueva York. También participó en muestras colectivas, entre ellas en el Homenaje a la Pintura latinoamericana en el Patronato Nacional de las Artes de El Salvador en 1977 y en el Primer Encuentro Iberoamericano de Críticos de Arte y Artistas Plásticos de Caracas en 1978.

Fue director del Instituto Latinoamericano de Relaciones Internacionales (ILARI). Dirigió la Galería Arca (1968-1970) de la ciudad de La Paz. Fue docente de la UMSA (1978-1980). En 1983 fue designado como Agregado Cultural Ad Honoren de la Embajada de Bolivia en México, ocupó el mismo cargo en la Embajada en París, Francia (1986-1988). Dirigió la edición de la investigación “Breve diccionario biográfico de pintores bolivianos contemporáneos 1900-1985” (La Paz, 1986).

Arnoldi, Alberto, arquitecto y escultor italiano (muerto hacia 1379)

En 1364, hizo el colosal grupo de la Virgen y el Niño con dos ángeles (originalmente atribuido por un error de Giorgio Vasari a Andrea Pisano ) para la Loggia del Bigallo en Florencia. Arnoldi trabajó en este grupo desde 1359 hasta 1364. Como arquitecto, dirigió las obras de la catedral de Florencia hacia 1358.

Arnolfo di Cambio, escultor y arquitecto italiano (Colle di Val dElsa hacia 1245 – Florencia, 1302)

Fue, junto con Giovanni y Nicola Pisano, uno de los grandes escultores medievales italianos, en cuyas primeras obras ya se revelan sus grandes dotes de equilibrio y de rigor analítico. De su obra de escultor queda un busto de Carlos de Anjou (Museo Capitolino, Roma) 3 figuras elegantes (Galería Nacional de Umbría, Perugia) y los monumentos sepulcrales de los cardenales Annibaldi y De Braye.

A su actividad como arquitecto se debe los Sagrarios de San Pablo Extramuros (1289), así como el grandioso proyecto de la Catedral de Florencia (1296). El mérito de este radica, sobre todo, en el sentido de la composición y de la armonía formal de sus esculturas, en los que los caracteres románico y gótico se han resumido en la prudente y serena visión clásica.

El Palacio Público de Viena, construido por él, parece manifestar el carácter viril de esta ciudad. Es un cubo poderoso que se impone por los mismos valores plásticos que pueden encontrarse en la pintura giottina.

Ya desde fines del s. XIII Florencia había hecho presagiar su función de guía para el arte toscano e italiano. La presencia en ella de Arnolfo Di Cambio y de Giotto di Bondone habían sentado las bases de un arte cuyas medidas y energía se fundían con ejemplar equilibrio y en el que una cada vez más rica experiencia de la realidad se rodeaba de los atributos solemnes del mundo clásico.

La iglesia de Santa Cruz, en Florencia (iniciada en 1295 y terminada en el s. XIV) es atribuida a este arquitecto y presenta un equilibrio espacial debido a los elementos horizontales tales como el friso que discurre por encima de las arcadas y la cobertura en madera que sustituye a las bóvedas.

El Palacio de la Signoria, en Florencia, es la obra cumbre de Arnolfo di Cambio.

Arnolfo di Cambio fue un genio de la arquitectura italiana de fines del s. XIII. Fue autor de la Catedral de Santa María de la Flor, Florencia. Este artista interpretó soberbiamente la tendencia de la arquitectura italiana, que ya se había manifestado en el curso del s., llevándola al nivel de la obra maestra absoluta. Dependiente de los modelos góticos en ciertos aspectos técnicos y exteriores y en el empleo de algunos elementos, pero substancialmente independiente de espíritu, inspirado en los modelos clásicos. En los edificios italianos, el deseo ascético de elevación hacia Dios es sustituido por el sentido de la verdad terrenal, ya propio del románico, e interpretado, ahora, de acuerdo con una renovada concepción de serena y amplia espacialidad y armónicas proporciones. Las relaciones entre los volúmenes crean un equilibrio entre el ímpetu vertical y la estabilidad horizontal, así como entre la difusión de la luz y la penumbra. Todo esto se logra plenamente en Santa María de la Flor, que Arnolfo di Cambio comenzó en 1296, y a la que se dedicó hasta su muerte, en 1302. En la fachada de la iglesia, desgraciadamente destruida en el s. XVI, y mal reconstruida dentro de su estilo a fines del s. XIX, Arnolfo prodigó su sabiduría de escultor y ejecutó numerosas obras, de los que solo quedan algunas (por ejemplo, La Virgen con el Niño, que actualmente se halla en el Museo de la Obra de la Catedral). En ellas resalta un vigoroso sentido del relieve y una severa concepción de las estructuras. Por otra parte, los ideales arquitectónicos y escultóricos de Arnolfo di Cambio se encuentran reunidos y realizados en el monumento fúnebre del Cardenal De Braye, de simple y noble escultura.

Potentes y grandiosos en su estructura severa y recogida, sus esculturas expresan claramente la tendencia a la monumentalidad a la que se había acostumbrado en su afortunada actividad de arquitecto. Ejemplo de ello es la estatua de La Virgen con el Niño.

Completamente revestido en un almohadillado rústico, el Palacio de la Signoria se levanta en el corazón de Florencia como una maciza y sólida fortaleza, a la que da un toque de levedad su torre – campanario, que repite el motivo de su coronamiento almenado.

Solo el equilibrio de los espacios arquitectónicos y la severidad de las formas escultóricas de Arnolfo di Cambio pueden considerarse signos que preceden, y en cierta forma anuncian la fulgurante manifestación del genio de Giotto di Bondone.

Arp, Jean (o Hans), pintor, escultor y poeta franco – alemán (Estrasburgo, 1887 – 1966)

Arp fue uno de los miembros destacados del movimiento dada y, posteriormente, del surrealismo. Nació en Estrasburgo, y entre 1904 y 1907 estudió en las academias de Bellas Artes de esta ciudad, Weimar y París. En 1908 se reunió con su familia en Weggis (Suiza), y se dedicó al estudio de la literatura, la filosofía y el arte moderno. Hacia 1910 había pintado

ya sus primeros cuadros abstractos. Visitó a Kandinsky en Munich en 1911, y durante un tiempo estuvo asociado al grupo Der Biaue Reiter.

En vísperas de la Primera Guerra Mundial viajó a París, donde permaneció varios meses, relacionándose con Apollinaire, Modiglíani, Picasso y Delaunay. Le impresionaron mucho las pinturas órftcas de Delaunay y los recientes desarrollos de la pintura y el coltage cubistas. Considerado en París como un extranjero enemigo, Arp decidió volver a la neutral Suiza, y se estableció en Zurich en 1915. En esta ciudad Arp conoció a la que más tarde sería su esposa, la bailarina y pintora Sophie Taeuber (1889-1943). A partir de este momento, a menudo colaboraron en proyectos y se influyeron artísticamente ct uno al otro; de todas formas, podemos decir que la obra de Taeuber es más geométrica y abstracta que la de Arp. Juntos

se unieron al grupo que se formó en el Cabaret Voltaire de Hugo Ball en 1916, embrión del futuro movimiento dadaista, y fueron figuras prominentes en todas las actividades dada organizadas en Zurich. En 1919 se reunieron con Max Ernst en Colonia y Arp colaboró con él en actividades dadá organizadas en dicha ciudad.

En 1914 Arp realizó sus primeros relieves, creados mediante la superposición de planchas de madera con formas determinadas. En algunos, como Venado (1914; colección

privada), su estilo ya maduro, que posteriormente Arp describió como concreción, presenta las características esenciales de sus obras futuras: formas orgánicas simplificadas y asimétricas, abstractas pero, al mismo tiempo, sugiriendo formas naturales, espontáneas, ondulantes, con contornos ininterrumpidos, con claridad y economía de ejecución, con libertad de composición, dinamismo y luminosidad.

Compartiendo la falta de respeto de los dadaístas por la herencia artística europea, Arp experimentó con diversos materiales y técnicas, empleando procedimientos automáticos en sus poemas y dando al azar la posibilidad de intervenir en el proceso de creación de algunos de sus collages.

Concediendo gran importancia al subconsciente, Árp creía que se creaba un tipo de belleza nuevo y puro cuando el artista olvidaba su control consciente. Pensaba que el arte abstracto que utilizara el vocabulario de las formas orgánicas primitivas tendría una función regeneradora y sería d equivalente de ta propia naturaleza. Obras como El bosque (1916; colección privada) reflejan este ideal. En 1925 Arp se estableció en Meudon, en las atueras de París, y allí vivió hasta d I mal de su vida salvo el paréntesis de la Segunda Guerra Mundial. Se unió a los surrealistas, aunque sin sacrificar por ello su independencia, y posteriormente a dos grupos de orientación abstracta: Cercle et Curré (Círculo y Cuadrado), en 1930, y Abstraction-Création en 1932. De todas formas, siguió en contacto con el surrealismo. Lo más importante de su arte en este período fue la decisión, tomada en 1930, de reflejar sus ideas en esculturas exentas y tridimensionales, las cuales son aún mas ricas t(ue sus relieves a la hora de sugerir plantas, animales y seres humanos.

Al igual que Bráncusi, cuya obra tiene mucho en común con la de Arp, éste ha ejercido una amplia y profunda influencia, especialmente en los años 20. sobre pintores surrealistas como Miró, Tanguy y Dalí, y sobre la generación siguiente: Moore. Hepworth y Nicholson.

Arquelao de Priene, escultor griego (s. II a. de J.C.)

Fue un escultor muy importante de la escuela de Rodas. Su celebridad se debe al relieve llamado “Apoteosis de Homero” en el Museo Británico de fecha incierta y con su firma, en el que con una magnífica técnica se representan dioses, musas y algunas celebridades como Homero. Se cree que esta obra conmemoraba la victoria de un poeta en un concurso literario

Arqueología

Es la ciencia histórica que estudia la antigüedad en todos sus monumentos y restos materiales, excepto los documentos literarios. Tiende, junto con la filología, a la reconstrucción del mundo antiguo en sus diversos aspectos, con el fin de elaborar la historia del mundo.

La arqueología surgió de una afición por las antigüedades clásicas, generalmente romanas, que el humanismo difundió durante todo el renacimiento hasta al alcanzar, en el s. XVIII, con Johann Joachim Winckelmann un carácter que se asimila a la historia del arte antiguo. Después, la arqueología vacila entre una reconstrucción concienzuda del mundo antiguo, poco sensible a los valores artísticos, y la historia de arte que, por una parte, quizá sea el importante de la misma arqueología, en cuanto presume un certero conocimiento histórico, incluso de los materiales que no son artísticos. Igualmente, en su aspecto de la historia del arte en los periodos más recientes, no solo por razones cronológicos, sino por el método de estudio. La incertidumbre de las fechas y de las personalidades artísticas imponen un estudio filológicos preliminar que distingue, por ejemplo, copias y originales, separe las fases constructivas de un momento arquitectónico y se interprete las escasas fuentes literarias de carácter artístico.

Una creciente especialización se ha diferenciado en la arqueología en diversos campos, que representa una problemática propia y distintos métodos de investigación, como son, por ejemplo, la numismática y la epigrafía.

La arqueología se inició con los estudios clásicos, es decir, grecorromanos, que pronto abarcó bien el estudio de la civilización etrusca y, como consecuencia de la contrarreforma, el estudio de los monumentos cristianos más antiguos, es decir, anteriores a Constantino. Se han establecido algunas distinciones, desde el s. XIX en adelante, siguiendo diversos criterios:

1) Geográficos: Desde los cuales deriva la denominación de arqueología del Próximo Oriente, arqueología del Medio y del Extremo Oriente, arqueología Egipcia y, finalmente, arqueología de América, generalmente denominada arqueología precolombina.

2) Criterios histórico – metodológicos: que hablan de la paleontología, de la prehistoria y de la protohistoria.

Por su objetividad, los documentos arqueológicos son de gran importancia para una reconstrucción del mundo antiguo, incluso en sus aspectos jurídico – religiosos. Pero más que por sus estudios, la arqueología impresiona al público por sus descubrimientos, a veces sensacionales, y cuya difusión con frecuencia ha influido en el gusto de la época. Rafael Sanzio, en el renacimiento, pintó grutescos inspirados en las pinturas de la Domus Auved de Nerón, que se hallaron en unas excavaciones subterráneas llamadas “grutas”. El mismo neoclasicismo se halla vinculado con las publicaciones de Johann Joachim Winckelmann y a los descubrimientos de importantes monumentos romanos y griegos. Los dibujos de los monumentos egipcios, obras del Barón de Denon, Dominique Vivant, que participó en la expedición napoleónica, influyeron en el ámbito del neoclasicismo, sobre el imperio francés. En épocas recientes los hallazgos de las pinturas prehistóricas encuentran eco en la obra de Pablo Ruíz Picasso o Joan Miró y el arte de las antiguas civilizaciones americanas se refleja en formas de artesanía, como tejidos y joyas.

Arqueología prehistórica

Estudia los períodos de la historia de la humanidad en los que no existía aún la escritura; por consiguiente trata de interpretar en sentido histórico los hallazgos de las excavaciones, encuadrándolos en edades y culturas, reconstruyendo se economía, costumbres, artes, religión, organización social, etc. Nació del choque de 3 corrientes de pensamiento: la de los etnógrafos, que ya a principios del s. XVII compararon los objetos y las armas prehistóricas, especialmente de piedra, con la de los pueblos primitivos actuales; la humanística, que indagaba la historia de los pueblos prerromanos (ya en 1750 Eckart utilizaba el material de las tumbas para sus investigaciones sobre los orígenes de los germanos); y la de los naturalistas, que descubrieron la remota antigüedad geológica del hombre (el primero fue Jacques Boucher de Crèvecoeur de Perthes a mediados del s. XIX).

La prehistoria, como verdadera y propia y ciencia, nació cuando el danés Thomsem estableció, en 1836, la clasificación de las antigüedades prehistóricas en las 3 edades de piedra, bronce y hierro. Desde entonces se multiplicaron las exploraciones y las excavaciones sistemáticas: se excavó la gran metrópolis de Hallstatt de la Edad de Hierro (s. VII y VI a. de J.C.) y se descubrió la de Villanova, junto a Bolonia (1853). El hallazgo de los primeros palafitos suizos pertenecientes a la Edad de bronce, data de 1854, por obra de Fuhlrott se llega a descubrir, en 1856, el esqueleto del hombre de Neanderthal, cerca de Düsseldorf. En 1869 se descubrieron las espléndidas pinturas de la Cueva de Altamira, en España. Y a partir de 1871 los resultados de las afortunadas excavaciones de Heinrich Schliemann, en Troya, lanzan el primer rayo de luz sobre las civilizaciones de los milenios III y II a. de J.C. en el próximo oriente. En Italia se iniciaron, por este tiempo, las investigaciones sobre los palafitos y las terramaras del Valle de Po (1862-1864), siguiendo las exploraciones sistemáticas de los vastos sepulcros de la Edad de Hierro en Tarquinia, Cerveteri y Veyes, las excavaciones de Paolo Orsi, en Sicilia, y las de Giacomo Boni, en la necrópolis arcaica del Foro Romano. Las más importantes novedades de las últimas décadas se registran, a su vez, en el campo del arte paleolítico: desde el descubrimiento de las grutas de Troi Frères y del Tuc dAudoubert (1912-1914) a la de Lascaux (1940). A todo ello hay que añadir el perfeccionamiento de los métodos de trabajo, como el que se basa en las medidas de radioactividad (carbono 14), que hoy permiten, a pesar del silencio de las fuentes escritas, precisar con mayor exactitud la edad en que florecieron las diversas civilizaciones prehistóricas.

Arqueología egipcia

La exploración de Egipto empieza por la expedición napoleónica de 1798, cuando una comisión de eruditos y dibujantes, que acompañaron a las tropas, descubrieron los relieves que más tarde, durante los años 1809 y 1813, se darían a conocer mediante la publicación de los 24 volúmenes de la “Description de lEgypte”. Estos volúmenes suscitaron enorme interés y contribuyeron en gran medida al desarrollo del estilo y gustos neoclásicos. En 1799, el hallazgo de la Piedra Rosetta, con los textos en jeroglífico y demótico, acompañados de su traducción griega, significo el paso decisivo para descifrar el antiguo egipcio, que llevo a cabo en 1822 el francés Jean François Champollion. Hacia mediados del s. XIX, Karl Richard Lepsius organizó una gran expedición (por orden del Rey de Prusia) que exploró Egipto y Nubia, publicando los resultados en sus obras, todavía hoy de gran utilidad, “Denkmäler aus Aegypten und Aethiopen”. La arqueología tuvo su principio oficial, en este mismo período, con las excavaciones del francés Auguste – Ferdinand – François Mariette en el Serapeum de Saqqarah, antigua sepultura de los bueyes sagrados. Este fundó, a su vez, el Museo de Bulaq, primer núcleo del actual Museo del Cairo. Entre las principales excavaciones de este tiempo destacan las del inglés sir William Matthew Flinders Petrie, quien introdujo métodos más rigurosos y tuvo, además, el mérito de publicar inmediatamente todo lo descubierto; la del inglés Howard Carter, que junto con George Edward Stanhope Molyneux Herbert conde de Carnavon, descubrió la tumba intacta del faraón Tutankhamon (del s, XIV a. de J.C.); la de los americanos George Andrew Reisner, Winlock y James Henry Breasted, los cuales trabajaron especialmente en Giza y Tebas; la de los alemanes en Tell – el – Amarna, la ciudad del faraón Amenhotep. Las obras de arte que se descubrieron en este último lugar tuvieron especial éxito en Alemania, que entonces (el primer período de la post – guerra de 1914 – 1918) vivía la experiencia expresionista, cuyas formas parecían un reflejo de aquel arte milenario.

Recientemente, arqueólogos de todo el mundo han colaborado para salvar de las aguas de la presa de Asuán los monumentos de Abu Simbel (la UNESCO los reconstruyó en un lugar más elevado).

Arqueología del Próximo Oriente

Sus comienzos se sitúan a mediados del s. XIX, en los años 1842 – 1843, cuando Paul – Emile Botta, cónsul francés de Mossul, descubrió en Khorsabad los restos del palacio del rey asirio Sargón II (s. VIII a. de J.C.). Su obra fue continuada por el inglés Austen Henry Layard que, a su vez, descubrió los grandiosos monumentos de la antigua Nínive. En 1802, el alemán Georg Friedrich Grotefend sentó las bases para descifrar la escritura cuneiforme, fundándose en el texto persa de la inscripción trilingüe (irádica, elamita y acádica) de Behistun. En 1857 la Real sociedad asiática de Londres, sirviéndose de los aportes de los más calificados investigadores, pudo anunciar que se había descifrado el secreto de esta cultura.

Casi contemporáneo es el comienzo de la arqueología en la regio sirio – palestina. Anteriormente se habían establecido tan solo viajes de investigación a Tierra Santa. En 1860 la expedición científica de Joseph Ernst Renan se unió a una expedición militar francesa dirigida contra los drusos. El alemán Seetzen, el suizo Jakob Burckhardt y los americanos Robinson y Smith habían conseguido en sus exploraciones importantes ciudades y monumentos, mientras que la misión de Joseph Ernst Renan realizó sus primeras investigaciones a lo largo de la costa siria, en los puntos de las antiguas ciudades fenicias de Biblios, Sidón y Tiro. En 1867, el inglés Charles Warren realizó excavaciones en Jerusalén por cuenta de la Palestine Exploration Fund. Desde fines del s. XIX hasta hoy día, solo con los grandes intervalos de las 2 guerras mundiales, arqueólogos franceses, ingleses, alemanes y americanos han llevado a cabo sistemáticas excavaciones desde el Sinaí a la Siria septentrional y entre las 2 citadas guerras, importantes descubrimientos han transformado considerablemente nuestros conocimientos históricos, lingüísticos y culturales sobre la antigua religión Sirio – Palestina. Los archivos cuneiformes de los palacios reales de Ugarit y Asalakh contienen un material precioso para los eruditos de la historia política – económica y de todo el Oriente antiguos de mediados del II milenio a. de J.C.

Son más recientes los principios de la arqueología en Anatolia, debido especialmente a investigadores como Helmuth Theodor Bossert, Goetze y Friedrich, quienes dieron gran impulso a los estudios arqueológicos, filológicos e históricos sobre la civilización hitita, El descubrimiento y desciframiento de los Archivos Reales de Boghazköy (la antigua Hattusha, capital de imperio hitita), desde 1907 en adelante constituyen, sin duda, una etapa verdaderamente fundamental para el conocimiento del Próximo Oriente antiguo.

Arqueología del Medio y Extremo Oriente

Si bien algunos países, como China, ya habían realizado en s. anteriores, investigaciones y estudios en ese campo, la arqueología del Medio y del Extremo Oriente nació, en realidad, en el s. XIV. Los descubrimientos arqueológicos en Asia carecen del espíritu romántico y aventurero que suele hallarse en los de Europa y América. Las primeras investigaciones tuvieron como principal objetivo el descubrimiento de las grandes civilizaciones históricas antiguas y que se concentraron especialmente en aquellos territorios con los que el mundo clásico había tenido relaciones culturales más intensas. Sucesivamente, los estudios fueron extendiéndose, dedicando gran parte de sus esfuerzos al descubrimiento de las culturas prehistóricas y protohistóricas. En 1856 se fundó en Rusia la Sociedad Imperial de Arqueología, cuyas investigaciones en Asia abarcaron desde la región caucásica hasta el Turkestán y proporcionaron, entre otras cosas, los primeros datos arqueológicos sobre las culturas de las poblaciones nómadas de las estepas. Inglaterra, por su parte, creó los llamados Servicios arqueológicos de la India y de Ceilán (1871), que recopilaron extensos inventarios de monumentos arquitectónicos y de materiales artísticos, y emprendieron la obra de exhumación de antiguos centros urbanos. En 1897, según un acuerdo con el gobierno persa, Francia estableció en Susa una delegación arqueológica permanente, cuyos trabajos se concentraron primero en el Juzistán, en el Irán Suroccidental y de ahí se extendieron hasta las regiones de la meseta. Los resultados obtenidos permitieron precisar la sucesión de las culturas de la Antigua Persia y establecer las primeras correlaciones con las culturas iránicas y las de la Mesopotamia y el Próximo Oriente, casi contemporáneas. A principios del s. XX otras misiones arqueológicas franco – inglesas llevaron una campaña de excavaciones de excavaciones de Afganistán y en Pakistán, descubriendo las relaciones entre el arte de Gandhara con el mundo griego y helenístico – romano.

Expediciones dirigidas por Sven Anders Hedin, Mark Aurel Stein, Paul Pelliot y otros investigadores hallaron en la región del Turkestán (en el Asia Central) antiguos centros religiosos y urbanos. Al mismo tiempo se habían efectuado en china los primeros reconocimientos arqueológicos organizados por la Academia Sínica y la Smithsonian Institution: las excavaciones hallaron testimonios de las diferentes fases de formación y desarrollo de la civilización china. A la obra de los primeros investigadores occidentales, entre los cuales se encuentra Johan Gunnar Andersson, se adhirieron muy pronto investigadores chinos y japoneses, algunos de los cuales, formados en universidades europeas, asumieron las iniciativas en otras excavaciones.

También en Japón los arqueólogos tomaron la iniciativa y fueron extendiendo gradualmente el campo de sus investigaciones hasta las regiones continentales del Extremo Oriente, particularmente en Corea y Manchuria.

Los miembros de la Escuela francesa de Extrema Oriente llevaron a cabo profundas y extensas exploraciones para estudiar el Asia Suroriental. Los descubrimientos realizados en Angkor y en otros centros de la cultura Khmer revelaron la expansión de la civilización india. En el transcurso de los primeros años del s. XX las investigaciones arqueológicas en los territorios asiáticos se intensificaron, contribuyendo en la empresa diversas naciones.

Arqueología Griega, Romana y Etrusca

Desde la antigüedad se produjeron casuales descubrimientos de tumbas y tesoros. Se diferencia en:

1) Arqueología etrusca: Se han encontrado tumbas etruscas del s. IV a. de J.C., profanadas por los romanos, así como sepulcros egipcios (también saqueadas en tiempos remotos). Arquitectos y artistas del renacimiento como Filippo Brunelleschi o León Battista Alberti, tomaron ejemplo de los monumentos antiguos; Miguel Ángel Buonarrotti se sintió impresionado ante el grupo escultórico del Laoconte (1605) y ya en aquella misma época se realizaron excavaciones en el Foro Romano y en la Villa Adriana, junto a Tívoli. El s. XVII fue el período más intenso de ese afán descubridor. En el s. XVIII empezó la búsqueda y estudio de tumbas, esculturas e inscripciones de esta cultura, fundándose la Academia Etrusca de Cortona (1727). Las exploraciones de las necrópolis etruscas de Toscana y del Lacio Septentrional se realizaron en el transcurso del s. XIX y enriquecieron los museos de todo el mundo con espléndidas vasijas que se tuvieron por etruscas hasta que el famoso trabajo de investigación de Gerhard demostró la procedencia griega de la mayoría de ellas. En el año 1836 se halló, en Cerveteri, la tumba de Begolini Galassi, una de las pocas no profanadas y que encerraba una magnífica colección de joyas.

2) Arqueología griega: A comienzos del s. XVIII se produjeron los primeros hallazgos en Herculano y Pompeya, en 1764, Johan Joachim Winckelmann publicó “La historia de las artes del dibujo entre los antiguos”. En Grecia lord Elgin, a principios del s. XIX, aprovechándose de la ignorancia de los dominadores turcos, se apoderó de gran parte de la decoración escultórica del Partenón, que fue vendida al Brittish Museum, después que el escultor Eduardo Canova y el arqueólogo Visconti afirmaron, contra opinión de muchos que era obra de Fidias. El hallazgo y la recuperación de las esculturas del templo de Afaía, en Egina, señalaron el nacimiento de un nuevo criterio para las excavaciones, criterio que las orientaba hacia una exploración sistemática del terreno (como único medio del efectivo conocimiento de los monumentos y poblados antiguos) y de una exacta reconstrucción histórica (excavación), más que a la simple obtención de objetos con el fin de enriquecer las colecciones. A partir de entonces se iniciaron las grandes excavaciones del s. XIX, cuyos focos más importantes fueron la Grecia Clásica y sus antiguas colonias; Newton excavó el Mausoleo de Halicarnaso (1857); expediciones austríacas y alemanas exploraron las ciudades del Asia Menor; una nueva sociedad constituida en Londres, exploró las grandiosas ruinas de Baalbek (o Heliopolis), en el Líbano, y de Palmira, en Siria. En la misma se produjeron también notables hallazgos, entre ellos el del templo de Olimpia, con sus famosas esculturas (1875 – 1880). Grandes conjuntos monumentales de los Santuarios de Eulesis y Epidauro, o ciudades enteras como Corinto o Megalópolis fueron objetos de sistemáticas excavaciones y asimismo Creta (que reveló a Arthur John Evans, excavador de Cnossos, una impresionista y milenaria cultura), Corfu (donde actuó como arqueólogo el propio emperador de Alemania) y Delos. En la segunda mitad del s. XIX, se consiguió, por iniciativa de la arqueología alemana y con la creación de las grandes corpora (sistemáticas recolecciones de vasijas, esculturas, sarcófagos, etc.), la publicación de mucho material cuya difusión se vio facilitada por la fotografía (utilizada en la arqueología desde 1860). Desde 1950 en adelante los americanos han efectuado interesantes excavaciones en Atenas y Corinto, en tanto el descubrimiento de Heraion de Sele y de sus esculturas (1936), en la Italia Meridional, representa una etapa fundamental para el estudio del arte griego de las colonias.

3) Arqueología romana: Fue de trascendental importancia la exhumación de Pompeya y Herculano (ciudades sepultadas por la erupción del Vesubio, año 79 a. de J.C.). Iniciada la labor por los Borbones, obedeciendo a un afán coleccionista, se hizo sistemática después de la unidad italiana. La colonización francesa e italiana en África del Norte condujo, durante las primeras décadas del s. XX, al descubrimiento y estudio que todavía persisten, de los grandiosos restos romanos de aquellas épocas (Leptis Magna, Cirene, Cartago, etc.). Después de 1928 empezó en Roma el estudio arqueológico de toda la zona de los foros, de los mercados trajanos y de las laderas del Campidoglio. Las naves de Nemi han constituido un problema de técnica arqueológica, ya que hubo que recuperarlas del fondo de las aguas de un lago (1928 – 1929); en la segunda guerra mundial fueron quemadas por los alemanes en su retirada, pero se han reconstruido. Las grandes destrucciones que sufrió Palestina, también a causa de la guerra, han permitido, paradójicamente, la excavación del Santuario de la Fortuna Primigenia, el más importante del centro de Italia. Nuevas técnicas como la fotografía aérea y la exploración subacuática (excavación), han ampliado el campo de trabajo de los arqueólogos, permitiendo, al mismo tiempo, la realización de excavaciones de notable importancia y orientando hacia una sistematización histórica todos los datos y materiales conocidos.

Arqueología cristiana

Según la concepción tradicional, es el estudio de los monumentos cristianos anteriores a Constantino. Los documentos arqueológicos de este periodo son de excepcional importancia, pues, a causa la quema de las bibliotecas cristianas, ordenadas por Diocleciano en 303, se redujeron considerablemente las fuentes literarias. Durante el renacimiento hubo también investigadores en este sector de la arqueología, como Onofrio Panvinio, que limitó sus actividades a Roma y sus alrededores, en tanto que Antonio Bosio fue el primero que exploró las catacumbas y publico los resultados obtenidos en su obra “Roma sotterranea” (1632). Pero, no obstante, solo Giovanni Battista de Rossi, que fue apoyado en su vasta obra por Pio IX puede considerarse como este fundador de esta rama de la arqueología. Más tarde, el interés se trasladó de Roma a otros centros del cristianismo, como Antioquía o Constantinopla.

Durante los últimos años se ha llegado a cabo también importantes descubrimientos, como los realizados en la Basílica de San Pedro en Roma, cerca de la Sepultura del propio santo.

Arqueología española

La arqueología española ha seguido el ritmo general de los estudios arqueológicos, aumentando progresivamente el interés por las obras y monumentos de la antigüedad, por las monedas y tesoros de España, prerromana y romana. La erudición arqueológica hispana cuenta con nombres de ilustres investigadores, como ser Florián de Ocampo y Ambrosio de Morales, en el s. XVI, Rodrigo Caro, un s. más tarde y el padre Enrique Florez de Setien y Huidobro, Ceán Bermúdez, Hernández Sanahuja y Saavedra, en los s. XVIII y XIX.

Al iniciarse la segunda mitad del s. XIX el descubrimiento de los yacimientos prehistóricos de San Isidro, en Madrid, impulsó la afición a los estudios paleolíticos, que recibieron su consagración definitiva con el descubrimiento de las pinturas de la cueva de Altamira, cuya autenticidad defendió Juan Vilanova Piera. En los últimos años del s. XIX y en el s. XX el interés por la arqueología española ha crecido intensamente, y solo se puede citar los nombres de las yacimientos excavados más importantes: las Terrazas de los Manzanares, Torralba y Parpallo destacan entre los paleolíticos, y las Cuevas del Castillo, Altamira y La Pasiega por su riqueza en el arte cuaternario. Los Millares y El Argar tienen especial importancia en el Eneolítico y en la Edad de Bronce. Correspondiente a los últimos 5 s. a. de J. C. y a la romanización deben destacarse las ciudades de Ampurias, Ullastret, Liria, Azaila, Numancia, Mérida, Sagunto, Cortés de Navarra, etc., excavadas en su mayor parte y que permiten reconstruir con bastante fidelidad todo el mundo de las invasiones centroeuropeas, colonizaciones mediterráneas y culturas autóctonas.

Arqueología americana

Las antiguas civilizaciones americanas tuvieron un desarrollo relativamente reciente, pues algunas de ellas se hallaban en pleno apogeo cuando llegaron los españoles. Debido a la escasa documentación directa, el estudio de estas civilizaciones también pertenece al campo de la arqueología. Estos estudios se desarrollaron en la primera mitad del s. XIX con la publicación de los notables trabajos de Friedrich Wilhelm Heinrich Alexander von Humboldt (1810), que ilustraban los primeros hallazgos arqueológicos americanos, así como los de William Hickling Prescott (1843), quien recogió los más remotos testimonios sobre el imperio azteca. Pero son las civilizaciones pre – aztecas las que llamaron la atención de los arqueólogos del s. XX. Se han descubierto los monumentos de los olmecas, zapotecas, toltecas y mixtecas, reconstruyéndose con ello gran parte de su historia. Durante las últimas décadas se han llevado a cabo las más interesantes excavaciones: en 1925, en el límite de la ciudad de México, se halla la Pirámide de las Serpientes; en el centro de la ciudad se descubrieron los cimientos de Teocalli, y a 50 km. de la misma se halló el centro de la civilización tolteca. Las investigaciones en territorio maya, realizadas en el s. XIX, se deben a un abogado estadounidense John Lloyd Stephens, quien con un dibujante inglés Catherwood, partió en 1839 hacia esas regiones y descubrió, semisepultados y cubiertos por vegetación, templos, edificios y estelas con inscripciones. Catherwood, con gran pericia, los reprodujo en unas láminas que aparecieron en el libro de Stephens “Incidents of travels in Central American, Chiapas and Yucatán”, publicado en New York en 1842. En 1863, Charles Brasseur de Bourbourg examinando “La relación de las cosas de Yucatán”, escrita en 1566 por Diego de Landa, dio con una primera clave para descifrar toda una serie de adornos y jeroglíficos: estos se hallaban en relación directa con las fechas; en realidad cada construcción maya era un calendario petrificado; nada en ella era fortuito: la estética estaba al servicio de las leyes matemáticas. Desde entonces 3 generaciones de científicos se han dedicado a aclarar los secretos del calendario maya, estudiando la cronología y buscando nuevos testimonios de su historia. Han surgido también, entre la jungla, las ciudades mayas de Chichén Itzá, Palenque, Copán, Uaxactún, Bonampak, llenos de templos con ricas decoraciones y espléndidas pinturas murales con tesoros, estelas y abundante vajilla de perfecta manufactura y refinada.

Queda mucho por hacer para poder reconstruir por completo la historia cultural del viejo Perú: se desconocen incluso los primeros elementos de la escritura y seguirán ignorados mientras no se puedan interpretar las numerosas representaciones que aparecen en ciertas vasijas o las figuras y escenas tejidas por los antiguos tejedores en vestidos, telas y mantas como si fuesen una especie de escritura pictográfica. Uno de los pioneros de las investigaciones arqueológicas en las regiones andinas fue el arqueólogo alemán Max Uhle, que llevó a cabo sus investigaciones en los últimos años del s. XIX. Entre las investigadores que siguieron sus huellas destacan: Julio C. Tello, Wendell Clark Bennett, Rafael Larco Hoyle, Ubbelhde – Doering y Linné.

En la actualidad el campo de la arqueología americana se ha extendido a todo el continente, desde Alaska con las culturas paleoesquimales, hasta la Tierra del Fuego, con sus industrias líticas que tienen unos 10.000 años de antigüedad. Gracias a los modernos métodos de investigaciones hoy es posible seguir la marcha de las sucesivas culturas racionales, desde el Paleolítico (puntas de técnica solutroide, Folsom, Lauricocha, etc.), a través del Neolítico con pronta agricultura, hasta las fases precursoras de las grandes civilizaciones de la América nuclear que son conocidas por sus grandes monumentos.

Otro aspecto del estudio arqueológico de América es el descubrimiento de sus raíces más profundas. Hoy no cabe duda de que es en Asia (China para las altas culturas) y en el Nordeste (para las primeras oleadas de población) donde se han de buscar dichas raíces.

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