De Anagasti y Algan, Teodoro de a André, Carl

Anagasati, Algan Teodoro de, arquitecto español (Bermeo, 1880-Madrid, 1938)

Conoció, en sus viajes por Europa, la arquitectura más avanzada del momento. En España, desarrolló una trayectoria profesional teñida de cierto romanticismo e influida por la Secesión vienesa, que tiene en los elementos turriformes de sus edificios su rasgo personal más acusado. Construyó edificios civiles en Málaga y en Madrid. Su diseño más notable es el carmen Rodríguez-Acosta, construido en Granada en 1921.

Anasazi, cultura

Los anasazi eran un pueblo amerindio de la superárea cultural de Oasisamérica. Ocupaban, en varios grupos, la superficie de los estados actuales de Colorado, Utah, Arizona y Nuevo México. Su civilización ha dejado varios vestigios monumentales y litúrgicos en distintos lugares, de los cuales dos han sido clasificados como patrimonio mundial por la Unesco. Los restos encontrados por los arqueólogos demuestran un conocimiento de la cerámica, el tejido y la irrigación. Además, dibujaban símbolos que no han sido descifrados y observaban los desplazamientos solares. Se considera que los descendientes actuales de los anazasi son los indios pueblo (entre ellos los zuñi y los hopi; aunque no se conoce con seguridad si hay continuidad étnica entre ellos y los antiguos anasazi, o si la continuidad es sólo geográfica).

La historia de los anasazi sigue siendo un misterio debido a la ausencia de rastros escritos. La arqueología permite sin embargo establecer unas fases cronológicas de fechas aproximativas. La región del suroeste de los Estados Unidos fue ocupada por poblaciones de tradición Sohara (5500 a. C. – siglo IV). Los Basketmakers —cesteros— se implantaron en los territorios montañosos y semiáridos poco antes de la era cristiana. Los anasazi sucedieron a los Basket -makers (Cesteros) hacia el siglo VIII. La sedentarización progresiva de los cazadores-recolectores asociada al desarrollo de la agricultura, produce la emergencia de una nueva cultura llamada de los Pueblos, en referencia a las poblaciones construidas con ladrillos que los anasazi de Mesa Verde instalan abrigándose en los acantilados de los grandes cañones de Colorado. El inicio de esta cultura (periodo Pueblo I, del 700 al 900) se caracteriza por pequeñas casas solitarias y el cultivo del algodón. El periodo Pueblo II (del 900 al 1100) marca el apogeo de la cultura anasazi, firmado por un enriquecimiento de los adornos. El periodo Pueblo III (del 1110 al 1300) marca el deterioro de la cultura y su repliegue a Mesa Verde con unos poblados trogloditas rudimentarios.

A partir del año 1300, los anasazi se refugian en el valle de Río Grande y en el centro de Arizona. Se pierden sus huellas poco antes de la llegada de los españoles. Las razones de este éxodo no son conocidas. Existen varias hipótesis: un cambio climático que amenazó las cosechas, un medio deteriorado que redujo las tierras cultivables disponibles, sobrepoblación, problemas políticos, tal vez guerras. No obstante, dada la ausencia de documentos escritos y la limitación de los conocimientos actuales no es posible probar ninguna de dichas hipótesis.

Los arqueólogos han encontrado restos de esta cultura en cuatro estados estadounidenses. Aunque los paisajes de la zona son grandiosos, las condiciones naturales dificultan la vida humana. La aridez marca la mayor parte de la zona que toma un aspecto desértico o semidesértico. Los dos ríos más importantes que recorren estas tierras son el río Grande y el Colorado. Los arroyos surcan el paisaje. La latitud es otra penalidad. Los inviernos son fríos y la nieve puede recubrir el suelo. La diferencia de temperaturas entre el verano y el invierno es bastante considerable. Al este las Montañas Rocosas alcanzan los cuatro mil metros. El área de la cultura anasazi se extiende sobre todo por las mesetas del Colorado, recorridas por ríos y arroyos encajados. Los habitantes se instalan sobre todo en las mesas. La geología de la región es bastante compleja y ofrece todo tipo de materiales, desde la arenisca a la roca volcánica. La flora y la fauna dependen de la altitud, la aridez y la naturaleza del sedimento.

Sin embargo los anasazi sabían utilizar los recursos naturales y respetar el equilibrio. Recolectaban las hojas de la yuca, dominaban la irrigación e importaban los productos que no eran capaces de encontrar en la región.

Los anasazi estaban en contacto con otras culturas amerindias próximas. Los hohokam y los mogollón son los más conocidos. Compartían, hasta el punto que los científicos los reagrupan en una sola categoría, varios rasgos comunes: irrigación; caza; pueblos en adobe, ladrillo o piedra; cerámica decorada; relaciones comerciales con Mesoamérica. Se diferencian en aspectos tales como que los hohokam incineraban a sus muertos y los mogollón eran sobre todo cazadores.

Gracias a la arqueología se conocen una gran variedad de casas y poblaciones anasazi. Las viviendas más antiguas eran muy modestas, pequeñas casas primitivas lo suficientemente grandes para alojar a una familia. Tenían cimientos poco profundos (casas-pozo2 ). El tejado estaba hecho con tierra y ramas. El fogón se encontraba en el centro. Con el crecimiento demográfico, las viviendas se reagrupan en aldeas. Este hecho manifiesta una organización colectiva más o menos consciente del espacio. A partir del siglo X, estos pueblos pueden alojar varias centenas de habitantes. Se sitúan en mesetas como en Cañón Chaco (950-1100) o abrigándose bajo los acantilados de Mesa Verde (1100-1300).

Los anasazi escogían lugares excepcionales para instalarse. Varios pueblos se sitúan bajo impresionantes acantilados en el siglo XIII. Ciertas excavaciones se realizan en las paredes de gigantescos cañones. La orientación de los pueblos protege de la lluvia y la nieve en invierno y de los mayores calores del verano. Además presentan la ventaja de ser una protección natural frente a los ataques enemigos. En cambio los alejaban de las plantaciones, haciéndolas menos accesibles a los habitantes.

Los muros de las casas están hechas con una especie de adobe llamado jacal en México aplicados a unas rejillas hechas de madera. Las construcciones mejor conservadas tenían una estructura de piedra unida por mortero. También conocían el ladrillo cocido. En distintos pueblos, ciertas casas guardan huellas de pintura decorativa3 sobre un revestimiento de yeso, arcilla o directamente sobre el adobe.

El tejado estaba recubierto por capas de arcilla y ramas mantenidas por troncos. Las casas inicialmente tenían un solo nivel, pero podían elevarse hasta en dos pisos suplementarios. Varias habitaciones rectangulares en la planta baja estaban reservadas al almacenamiento del alimento. La vida cotidiana se realizaba sobre todo en las terrazas de estas viviendas.

En estos pueblos los arqueólogos se han interesado sobre todo por las plazas y a las kivas. Las kivas, inicialmente reservadas al reposo, acabarían usándose para ceremonias religiosas.

Los hombres tejían el algodón para hacer mantas y camisas. Usaban otras fibras vegetales como la yuca y pieles o cueros para sus ropas. Llevaban sandalias y mocasines y probablemente zapatos adaptados a los periodos invernales.

Las joyas eran corrientes: collares, pendientes, brazaletes, brochas y peines de madera, hueso, coral o azabache o en piedras como la turquesa. Incluso se han encontrado instrumentos musicales (flauta de hueso).

La yuca era utilizada en la artesanía.

Los anasazi importaban conchas de California, perlas de cobre y loros de México, algodón y silimanita. Los comerciantes utilizaban una amplia red de senderos pero no había verdaderas rutas comerciales, a diferencia por ejemplo del Imperio Inca. Los ríos de la región además no eran navegables.

Pueblo Bonito en Cañón Chaco, se ha confirmado como el gran centro comercial de los anasazi. La región está atravesada por un gran número de vías que unen una centena de pueblos.4 Los anasazi no conocían el sistema monetario y usaban el trueque para el comercio.

En su vida cotidiana, los anasazi utilizaban distintos objetos visibles a día de hoy en los grandes museos estadounidenses:

Cestas, canastas de mimbre, yuca, zumaque de múltiples usos. Eran utilizados, por ejemplo, como mochila para transportar herramientas, madera o comida.

Cerámica y alfarería: urnas, boles, cántaros, jarras, cucharas, figuritas.

Herramientas y armas de piedra: puntas de flecha, mazas, cuchillos de obsidiana, punzones para trabajar el cuero, hachas de silimanita o de limonita.

Objetos para tejer el algodón, para coser el cuero (agujas de hueso).

Hilo (a veces a base de cabello), cordel y sogas (de yuca).

Para Jerry J. Brody, la cultura anasazi es de la que tenemos mayor constancia de las culturas prehistóricas del suroeste estadounidense.10 Parece probado que los anasazi no tenían escritura, ni rueda, ni moneda. No conocían la metalurgia y no han aportado ninguna novedad.

Sin embargo los conquistadores estimaban que un pueblo que tejía el algodón estaba civilizado. Su dominio de la irrigación, de las construcciones en piedra y de varios pisos (en Pueblo Bonito, por ejemplo, las había hasta de cinco) y sus conocimientos de astronomía dan testimonio de una cultura rica y dinámica. Si se considera que se es una civilización cuando existe cierto grado de urbanización, los anasazi lo eran, ya que ciertos pueblos podrían haber contado hasta con seis mil habitantes. Los pueblos de Cañón del Chaco estaban tan próximas que habrían formado una aglomeración de quince a treinta mil habitantes.

Los anasazi consiguieron la proeza de edificar en lugares inaccesibles sin fuerza animal ni herramientas metálicas. Las grandes casas de Cañón del Chaco necesitaron para su construcción de millones de bloques de gres y varias centenas de millares de vigas.13 Por todo ello, cabe considerar que aún no se han revelado todos los misterios sobre la civilización de los anasazi.

Si bien muchos aspectos de la historia de los anasazi no son conocidos debido a la inexistencia de fuentes escritas, existe evidencia material de que ejercieron una presión creciente sobre el ambiente. Esto podría haber provocado un “colapso” ecológico provocado por la sobrexplotación de los bosques cercanos, lo cual a largo plazo podría haber tenido efectos adversos en el clima de la región y el nivel de erosión del terreno. De hecho el caso de la cultura anasazi es uno de los ejemplos arquetípicos tratados por Jared Diamond en su libro Colapso: por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen dedicado al colapso societal de diversas culturas antiguas por problemas de falta de sostenibilidad ecológica.

Ancheta, juan de, (o Anchieta), escultor español (Azpeitia, hacia 1540 – Pamplona, 1588)

Fue un escultor español de estilo Romanista. Sus obras en madera y alabastro influyeron en el área del actual País Vasco, Navarra, Burgos, La Rioja y Aragón. Su nombre frecuentemente se confunde con el del músico Juan de Anchieta.

Se cree que se formó en Italia, porque su estilo delata influencias de importantes maestros italianos; pero no hay documentación que apoye tal estancia. Hacia 1565 Ancheta estaba en Valladolid, pero poco después ya debía de estar en Briviesca, presumiblemente ayudando a Gaspar Becerra en un retablo para la iglesia del convento de Santa Clara. El estilo de Ancheta delata la influencia del manierismo de Becerra, enriquecido con el clasicismo de la escultura que se hacía en Roma.

Ancheta había trabajado posiblemente con Becerra hacia 1558, en un retablo de la catedral de Santa María de Astorga. Siguió trabajando en el área de Valladolid y Burgos, y fue nombrado por Juan de Juni en su testamento como el único escultor capaz de terminar su retablo en Santa María de Mediavilla, en Medina de Rioseco. Finalmente, dicho retablo sería concluido por otro artista, Esteban Jordán.

En 1571 terminó las delicadas figuras del retablo de la capilla de los arcángeles de san Miguel, Gabriel y Rafael de la catedral zaragozana, mandada construir por el destacado financiero judeoconverso Gabriel Zaporta.

Hacia 1575-78 Ancheta trabajó en la capilla de los Trinitarios de la catedral de Jaca; una figura de Dios Padre se inspira directamente en el Moisés de Miguel Ángel.

Antes de 1579 (probablemente hacía 1577), realiza para la catedral de Pamplona un magnífico cristo crucificado por encargo del Cabildo, a razón de 100 ducados. Esta obra se considera una de las mejores tallas de crucificado del siglo XVI, junto con el de Pompeyo Leoni de San Lorenzo del Escorial.

“No ay otra persona ninguna del dicho arte de quien se pueda fiar la dicha obra (el retablo de Medina de Rioseco) sino es del dicho Juan de Anchieta, escultor residente en Vizcaya que es persona muy perita, hábil y suficiente y de los más esperitos que ay en todo este reino de Castilla”. Con estas palabras definía Juan de Juni a una de las figuras más sobresalientes del Romanismo, el guipuzcoano Juan de Anchieta (1533-1588). Su abundante y dispersa obra, la calidad de la misma y los numerosos seguidores, convierten a este escultor en una de las claves para comprender el éxito del nuevo estilo desde el Cantábrico al Ebro y desde Aragón a Burgos. Poco sabemos de sus años de aprendizaje pero no hay duda que tuvo lugar en tierras castellanas de donde no regresó hasta 1570. En Valladolid y probablemente con Juni, de quien es deudor en su estilo, pasaría sus primeros años. Las relaciones con su paisano Blas de Arbizu y con Juan Bautista Beltrán y Francisco de la Maza le vinculan a la obra del retablo mayor del Salvador de Simancas y probablemente al de Astorga, pues Arbizu figura como testigo en el testamento de María Becerra, esposa de Jordán. La famosa deuda que Anchieta tenía con Beltrán de guando se fue agora la postrera vez a Briviesca, le sitúa en la órbita del retablo de Santa Clara, aunque su intervención sigue siendo difícil de precisar. Las composiciones, actitudes y tipos heroicos de Miguel Angel tienen en Anchieta la réplica más precisa de Europa. El Padre Eterno de Jaca, la Virgen de Las Huelgas de Burgos, los santos emparejados de la Seo de Zaragoza, el Resucitado del sagrario de Tafalla o la Piedad de Cáseda muestran su gran calidad. Las trazas de sus retablos son asimismo pruebas del conocimiento de los tratadistas italianos.

Tenemos que esperar hasta 1570 para encontrar su primera obra documentada, el retablo que Gabriel Zaporta mandó hacer en la capilla de San Miguel de la Seo, con el titular de gran empaque a la manera del David miguelangelesco. En la década de los setenta realiza el retablo de Asteasu (1572), el de los Idiaquez en Azcoitia y el de la Sala Capitular del monasterio de Las Huelgas (1575) por encargo del obispo de Pamplona, el castellano Antonio Manrique, del que se conservan relieves y una potente Virgen sedente con el Niño. De estos mismos años son sus mejores retablos, los mayores de San Pedro de Zumaya (1574), Santa María de Cáseda (1576), Santa María de Añorbe (1576) y el de la capilla de la Trinidad de Jaca (hacia 1577). En Zumaya, junto a Martín de Arbizu nos deja un sencillo conjunto con frontones y el esquema serliano de arco-dintel que cobija la Asunción. El San Pedro en cátedra y escenas de su vida, con La Liberación, dan ya la pauta de lo que serán sus tipos hercúleos.

De mayores proporciones es el de Cáseda donde como en Añorbe, el ensamblador será su fiel colaborador Pedro de Contreras. El programa iconográfico dedicado a María y apoyado en escenas de la Pasión, tiene como obras sobresalientes la Piedad y la Asunción diferente al prototipo de Astorga. La calle central en los dos cuerpos del retablo de Añorbe la ocupan una Virgen erguida más ruda que la de Aoiz y una Asunción como la de Cáseda; relieves de santos emparejados acompañan a un San Juan Bautista muy juniano. Si existe una imagen en la escultura del siglo XVI cercana a la terribilitá de Miguel Angel, no cabe duda que ésta es el Padre Eterno, hecho en alabastro, del grupo de la Trinidad de Jaca con su mirada fiera y barbas laocontianas, pero no le van a la zaga los bultos del ángel y San Agustín.

Anchieta y Lope de Larrea contrataban en 1578 el retablo de San Miguel de Vitoria, del que se conservan varios relieves como la ya citada Flagelación, y en la catedral de Pamplona hacía un Crucificado (hacia 1577) para la capilla Barbazana, de gran clasicismo y pálida encarnación y un San Jerónimo penitente. Su intervención en Las Huelgas posibilitó seguramente el encargo de los grupos de la Asunción y Coronación del retablo mayor de la catedral de Burgos. Los ochenta asisten a una intensificación de su producción pero sólo un retablo, el de Aoiz (1584), fue terminado. El de Santa María de Tafalla (1588), tuvo que ser concluido por González de San Pedro pero siguiendo la traza de Anchieta y responde al tipo empleado en Cáseda. En Aoiz, encontramos tallas en actitudes declamatorias y con telas algodonosas, jóvenes recostados, una Virgen que preludia las que hará en Navarrete y Fuenmayor (1587), y relieves con santos emparejados.

En Tafalla realizó Anchieta una Adoración de los Pastores, en disposición circular y personajes de gran densidad que recuerdan esquemas junianos. El último año de vida contrata con el obispo de Pamplona Pedro Lafuente un retablo para Moneo (sólo realiza el banco), comienza el sagrario de Santa María de Tolosa y deja varias imágenes para el mayor de San Juan Bautista en Obanos y los colaterales de Sotes. El canto del cisne es el Santo Cristo del Miserere de Santa María de Tafalla, apolínea imagen de un Crucificado muerto, proporciones esbeltas y gran clasicismo.

La actividad de Anchieta se consolida con sus numerosos contactos a través de colaboraciones o tasaciones, principalmente la realizada con Gámiz en Valtierra y con Lope de Larrea, Arbulo y Fernández de Vallejo. En la difusión de su obra tuvieron importancia sus aprendices y seguidores Pedro González de San Pedro y Ambrosio Bengoechea. La llamada en 1583 desde El Escorial para tasar por parte del monasterio el San Lorenzo, el escudo y armas reales de Juan Bautista Monegro, corrobora una importante trayectoria. Otros romanistas navarros son Juan de Gasteluzar, Bernabé Imberto, Blas de Arbizu o Juan de Biniés. La presencia de Anchieta en Aragón influye en estas tierras, con escultores como Juan de Rigalte, Pedro Martínez el Viejo, cabeza del taller de Calatayud, Pedro de Aramendia y Juan Miguel de Orliens. También la escultura del País Vasco se vincula a Anchieta. En Vizcaya están Martín Ruiz de Zubiate, tras su actividad en Burgos y Briviesca, y Martín de Basabe, y en Guipúzcoa Bengoechea, Jerónimo Larrea y Juan de Iriarte. A Lope de Larrea siguen en Alava Esteban de Velasco y Bartolomé Angulo.

Anchieta, Miguel de, escultor español (nacido y muerto en Pamplona, 1570)

Su actividad artística se desarrolló principalmente en Navarra. En la catedral de Pamplona talló la sillería del coro, que hoy día se halla en el presbiterio. Los altos respaldos sitiales, la airosa crestería, la nobleza del material empleado (roble de Inglaterra) lo convierten en una de las más bellas e importantes de España. Está compuesto por 2 órdenes de sillas, el superior con 57 y el inferior con 45. Talladas en 1530, puede incluirse dentro del estilo plateresco, por su composición técnica y gran variedad en la decoración. Los temas representan escenas del Nuevo y el Viejo Testamento y obras de carácter simbólico.

Andalucía

Es la región española más variada y original, con una personalidad geográfica indiscutible.

Limita:

Al Norte: con Sierra Morena.

Al Sur: con el Mar Mediterráneo y el Océano Índico.

Al Oeste: con Portugal.

Al este: Murcia.

Comprende las provincias de:

Cádiz

Sevilla

Huelva

Granada

Málaga

Almería

Córdoba

Jaén

Arte

Si el paso de múltiples pueblos ha formado una étnica compleja en Andalucía, también las diversas corrientes artísticas llegadas de Occidente o de Oriente, han sido transformados en el crisol andaluz, adquiriendo un carácter peculiar. Por cierto, en ciertas ocasiones, se puede hablar de un estilo propio, cuya característica común es la exaltación de las formas decorativas.

De la pintura de la época paleolítica se conservan representaciones como las cuevas de la Pileta y Nerja, en Málaga. De la época Neolítica existen pinturas, muy esquemáticas, cuyo principal ejemplo son las figuras del Tajo de las Figuras (Laguna de la Jonda, Cádiz). . En las placas de pizarra, halladas en la provincia de Huelva, aparecen formas femeninas abstractamente representadas. Pero es en la civilización dolménica donde el arte de Andalucía alcanza una etapa cultura avanzada; pueden citarse como ejemplos de dolmenes gigantes el de Soto (Trigueros, Huelva). En lo que respecta a la cerámica, adquiere gran importancia en este período la llamada campaniforme, de la cual se tiene un importante yacimiento en Argar (Antas, Almería).

Hallazgos púnicos importantes son los de Cádiz, destacando el sarcófago antropomorfo de la necrópolis de Punta de Vaca, en la cual aparecen rasgos egipcios y griegos. Del arte griego sobresale la estatuilla de Hércules (Museo arqueológico nacional de España), encontrada en Alcalá la Real e inspirada en el arte de Mirón. Con frecuencia se han encontrado vasos griegos como en el sepulcro de tipo dolménico de Tugia (Peal de Becerro, Jaén). Mucho de estos hallazgos pueden relacionarse con la llamada civilización de Tartessos, a la cual pertenecen el tesoro del Carambolo (Sevilla) y los restos escultóricos encontrados en Baeza. Al arte celtibérico pertenecen la mayor parte de las pequeñas esculturas del Santuario de Despeñaperros.

Los restos artísticos del pasado romano andaluz son importantísimos. Ruinas de ciudades (Itálica), teatros (Málaga, Almodovar del Campo), templos (entre los que destaca el de tipo helenístico de Mulva) y numerosas esculturas (especialmente las que proceden de Itálica que se hallan en el Museo de Sevilla) constituyen el tesoro artístico de la región. Entre las esculturas destaca el famoso Mercurio (S. XI). “Diana cazadora” y “Venus saliendo del baño” son de excelente factura. Entre las obras de arte visigodos halladas en Andalucía destaca el tesoro de orfebrería de Torredonjimento, y los restos de un templo en San pedro de Alcántara, de gran interés arqueológico por estar relacionados con construcciones norteafricanas.

Bobastro, en la abrupta serranía de Ronda, conserva las ruinas de la capilla rupestre de Omar ben Hafsun; su pobreza contrasta con la suntuosidad de los edificios islámicos andaluces, 3 de los cuales constituyen los grandes hitos artísticos de este estilo artístico en la provincia: la mezquita de Córdoba (del período Califa); la Giralda de Sevilla (del período Almohade) y la Alhambra de Granada (del período Nazarí). Pero no son estas las últimas construcciones que quedan: mezquitas, en Almería y Sevilla; murallas, en Niebla, palacios, en Medina Zahara y en Ronda; alminares, en Córdoba y Arocena; alcázares, en Sevilla y alcazabas en Málaga y Almería, que son testimonio de la grandeza de la Andalucía musulmana. Junto a ello, marfiles, telas, joyas, cerámicas y vidrios, conservados en diversos museos y colecciones, sirven para reconstruir el pasado islámico.

El retraso de la reconquista en la región andaluza hace que no exista en ella ejemplo alguno de estilo románico. En cambio, conoció el gótico una gran difusión en los s. XIV y XV. Entre los documentos arquitectónicos destacan la Catedral de Sevilla (1402), uno de los mayores templos de la cristiandad edificado sobre la planta de una antigua mezquita almohade y realizado por maestros nórdicos, que hicieron de él un ejemplo cardinal del gótico isabelino: la Capilla Real de Granada, edificada como mausoleo de los Reyes Católicos y realizada por Enrique de Egas, que también trazó la planta de la catedral granadina- Entre los palacios góticos de Andalucía destacan el de Úbeda y Baeza.

En Sevilla, a mediados del s. XV, la arquitectura gótica alcanza con Lorenzo Mercadante un esplendor inusitado. Escultor bretón de formación borgoñona, realizó para la catedral sevillana obras de importancia capital, como el sepulcro del cardenal Juan de Cervantes y Bocanegra (1548), obra maestra del realismo.

Las más importantes pinturas conservadas en España, de tema profano dentro del estilo gótico francés, son las que adornaron las 3 bóvedas de las salas de los Reyes de la Alhambra. La central es la que representa a varios reyes nazaritas, la cual se sitúa hacia el año 1400; las más bellas son las laterales, con escenas de amor caballeresco. La influencia italiana fue intensa en el s. XIV y los comienzos del XV: la “Coronación de la Virgen”, de Arcos de la Frontera; la “Virgen de la Antigua” (Catedral de Sevilla) y la Virgen de Rocamador, son buenos ejemplos de este estilo. En la segunda mitad del s. XV las influencias flamencas sustituirán a las italianas , destacando en Sevilla varios pintores apellidados Sánchez, entre ellos Juan Sánchez de Castro, Juan Sánchez de Román, Fray Juan Sánchez Cotán y Alonso Sánchez Medina, y Juan Núñez, el cual dejó una dramática Piedad. En Córdoba, la obra más importante es la Anunciación de la Catedral (1475), firmada por Fray Pedro de Córdoba.

Pero es en el recién conquistado reino de Granada donde el Renacimiento va a adquirir su más amplio vuelo. La necesidad de convertir muchas mezquitas en iglesias atraerá a muchos arquitectos entre los que destacan Pedro Machuca y Diego de Siloé. Pedro Machuca realiza en el Palacio de Carlos V de la Alhambra la más monumental fachada del renacimiento español y el patio circular más sobrio y grandioso de todo el purismo. Pero fue el burgalés Diego de Siloé quien formó la más importante escuela andaluza de arquitectura: después de sus obras de Nápoles y Burgos, alcanzará con la construcción de la catedral de Granada, fama imperecedera. Sobre los cimientos construidos por Enrique de Egas realizó la más bella catedral renacentista de la Península Ibérica. En estrecho contacto con el arte de Diego de Siloé se halla la escuela arquitectónica fienense, en la que se destacaba Andrés de Vandelbira, que realizará la catedral de Jaén, la Iglesia del Salvador, en Úbeda, y el Hospital de Santiago.

En Sevilla, gracias al esplendor conseguido a partir del comercio americano, no se consigue formar una verdadera escuela arquitectónica. No obstante, existen una serie de edificios que formar un bello pero heterogéneo conjunto, realizado por artistas no andaluces. Así, el valiosísimo Diego de Riaño levantaba el Ayuntamiento, dirigiendo su construcción por un largo tiempo y continuándolo Martín de Gainza, al que se debe la dirección de las obras decorativas, que hacen de este edificios uno de los más suntuosos del plateresco. Suya también es la Capilla Real de la Catedral. Culmina el renacimiento sevillano con la construcción de La Lonja, hoy Archivo de Indias, en la que el rígido estilo herreriano se enriquece en la fachada con la combinación de ladrillo y la sillería.

En Córdoba, tanto como en Granada, la escuela arquitectónica es homogénea, formada por la Familia Hernán Ruiz, con 3 generaciones de arquitectos. Hernán Ruíz, el Viejo, mantiene aún en sus construcciones formas góticas; su obra maestra es la Catedral (en 1523), que construye en interior de la mezquita. A Hernán Ruíz, el Joven se le debe la iglesia del Hospital de la Sangre, así como el famoso campanario de La Giralda (1568) de Sevilla. El tercer arquitecto de la familia viste el alminar de la mezquita en estilo herreriano.

Las primeras obras escultóricas renacentistas en Andalucía son obras de artistas italianos del s. XVI, destacando entre ellos Doménico Alessandro Francelli, autor del sepulcro del arzobispo Diego Hurtado de Mendoza, en la catedral de Sevilla, y el florentino Pietro Torrigiani, condiscípulo de Miguel Ángel Buonarrotti, del que se conservan obras de barro cocido que representan a la Virgen sedente con el Niño y a San Gerónimo. En Granada trabajó Jacopo Florentino, el Indaco, al que se le atribuye el Santo Entierro (Museo Provincial). Sin embargo, durante todo el s. XVI no se llegó a formar una escuela de escultores andaluces, destacando tan solo Roque Balduque, de origen flamenco, y el castellano Bautista Vázquez.

En cambio, la pintura tendrá ilustres representantes. También los primeros artistas del s. XVI son los extranjeros. En Sevilla, bajo el nombre de Alejo Fernández, trabajó un alemán que impondrá su estilo en toda Andalucía. Después de una etapa cordobesa buscará, ya en Sevilla, una idealización de la figura humana, como se puede observar en “La adoración de los Reyes” y el “Nacimiento de la Virgen”, alcanzando la plenitud en el retablo de Maese Rodrigo y la Virgen de la Rosa. Pedro de Campaña será el pintor más representativo de la generación inmediata y Luís de Vargas, el introductor del rafaelismo en Andalucía, es el único pintor de esos momentos que cualitativamente se le aproxima. En este s. Granada solo tiene un pintor importante: Pedro Machuca, que también se desempeñó como arquitecto. En Córdoba, a fines de s., Pablo de Céspedes, realiza algunas obras de interés, como recuerdos miguelangelescos.

El barroco va a dar una gran fuerza al arte andaluz, primeramente con sus pintores y escultores, y luego, en el s. XVIII, se desarrollará una escuela arquitectónica, si bien ya en el s. anterior Alonso Cano, que cultivó las 3 artes, influyó decisivamente en el desarrollo del barroco arquitectónico, En 1727, Vicente Acero y Arebo inició en Cádiz, a la sazón el puerto principal del comercio con América, la última gran catedral española. En Sevilla, a fines del s. XVII, se realizaron obras importantes como las iglesias de San Pablo y San Luis, debidas al flamenco Leonardo de Figueroa, cuyo estilo culminó en el Colegio de San Telmo, en 1722. Su sobrino, Antonio Matías Figueroa logró con la iglesia de La Palma del Condado, una de las más típicas construcciones de esta escuela. En Córdoba y en Granada, Francisco Hurtado Izquierdo realizó bellas construcciones como el Sagrario de la Cartuja granadina (1705), y en especial, la Sacristía, terminada después de su muerte, y en la que, al aplicarse a la decoración barroca las técnicas de la yesería musulmana, se consiguieron efectos originalísimos.

El maestro que abrirá la etapa cumbre de la escultura sevillana será ; su arte reposado y clasicista influirá más en los pintores que en los escultores, en especial en Juan de Mesa y Velasco. Una nueva etapa se abre con Juan de Arce, autor de un apostolado (1637, Colegiata de Jerez) que demuestra un mayor barroquismo que los anteriores. Sin embargo con quien si llega al paroxismo del movimiento y de lo gesticulante es con Pedro Roldán. En Granada, Alonso Cano de Almansa será el iniciador de una escuela en la que destacarán Pedro de Mena y Medrano y José de Mora. En el s. XVIII Pedro Duque y Cornejo realizará unas esculturas vibrantes y agitadas. En Granada, José Risueño crea, en los comienzos del s. XVIII, grupos semejantes a los que Luisa Ignacia Roldán Villavicencio, conocida como “La Roldana”, ejecuta en Sevilla, es decir, de pequeño tamaño y preciosistas.

En Andalucía la pintura va a conocer, durante el s. XVII, uno de los períodos más importantes de la historia del arte. En Sevilla se inicia el nuevo estilo con Francisco Pacheco del Río, Juan de Roelas y Francisco de Herrera el Viejo. Mientras Francisco Pacheco del Río se mantiene dentro de la corriente manierista, Juan de Roelas y Francisco de Herrera, el Viejo preludian el estilo ágil y monumental de la siguiente generación representada por Francisco de Zurbarán, Alonso Cano de Almansa y Diego Rodríguez de Silva y Velásquez. Con el triunfo de Bartolomé Esteban Murillo, los tonos sobrios del claroscurismo zurbaranesco son sustituidos por los brillantes y fastuosos de la nueva etapa. Frente a las delicadezas murillescas, Juan de Valdez Leal impondrá un estilo que intenta la sublimación de lo macabro y lo feo.

En estrecho contacto con la escuela de Sevilla se halla la de Córdoba, si bien manteniendo su propia personalidad. Su figura principal fue Antonio del Castillo y Saavedra. En Granada, Alonso Cano de Almansa forma también una escuela pictórica, destacando Pedro Atanasio Bocanegra, heredero de la delicadeza del maestro, y de Juan de Sevilla Romero, más personal y preciso. En Málaga, Juan Niño de Guevara sigue las tendencias granadinas, sin embargo Miguel Manrique, se aparta de ellas cultivando un estilo de tendencia rubeniana.

Como consecuencia de la política centralizadora, el s. XIX es funesto para el arte de Andalucía como para el resto de las regiones españolas. Los artistas de valía abandonan sus ciudades natales para buscar el éxito en Roma, Madrid y París. Así, pintores de la talla de Antonio María Esquivel y Suárez de Urbina, realizaron la mayor parte de sus obras en la Corte. José Gutiérrez de la Vega, más colorista que el anterior, suele tomar a Bartolomé Esteban Murillo como modelo en los temas religiosos. Entre los cultivadores más antiguos de la pintura de historia sobresale el sevillano Eduardo Cano de la Peña, con pinturas en las que lo romántico y lo neoclásico se dan la mano, como en el “Colón en la rábida” (1856) o en su declamatorio “Entierro de don Álvaro de Luna”

En el s. XX andaluz surgen figuras excepcionales, como el malagueño Pablo Ruiz y Picasso, pero todas ellas siguiendo la costumbre del s. Anterior, abandonaron sus lugares de origen. Entre muchos se puede citar al onubense Daniel Vázquez Díaz, cultivador de un postcubismo enérgico y lírico. La Sala de las 2 Hermanas, en la Alhambra de Granada, es admirable por su ornamentación, modelo de riqueza y buen gusto.

Del arte islámico han quedado muchos testimonios en España, donde un miembro de la familia de los Omeya, que logró salvarse, fundó su emirato independiente con sede en Córdoba, transformándolo en el año 929 en califato y que duró casi 3 s., dejando preciosos monumentos debido al genio creador de los musulmanes españoles. Es admirable, entre todos ellos, la Mezquita de Córdoba, un bosque de columnas que sostienen arcos de herradura, blancos y rojos, y en cuyo mihrab aparecen arcos trilobulados y caprichosas decoraciones de mosaicos dispuestos tupidamente en la superficie como un mosaico. Fue construida con el mismo esquema que se utilizó para construir la Mezquita de Damasco. Los dibujos de los mosaicos constituyen el llamado arabesco, que esquematiza y transforma en elementos decorativos abstractos los motivos naturalísticos de la tradición helénica, acentuando la interpretación que ya había hecho de ella los artistas bizantinos y coptos. También los caracteres cúficos (es decir, árabes antiguos) de las inscripciones que se desarrollaron en los muros, contribuyeron a los efectos del conjunto.

La sala de la oración de la mezquita de Córdoba está dividida en naves por cientos de columnas, y su decoración en piedra, yeso y mosaico hacen de esta mezquita uno de los exponentes más valiosos del arte musulmán.

Granada; aquí, además del Palacio del Generalife, rodeado de floridos jardines que forman un marco de sugestivo efecto escenográfico, se abre a los ojos del visitante, como una visión de fábula, la Alhambra. En este palacio, debido a la dinastía de los Nazarita, triunfa realmente el gusto por el color, la luminosidad y la fantasía ornamental. El sentido funcional de las estructuras desaparece bajo la profusión de las decoraciones, que varían hasta el infinito de sala en sala y de patio en patio.

Andócides, pintor de, ceramista griego (s. VI a.J.C.)

Era un artista griego decorador de cerámicas que vivía en la región de Atenas hacia finales del siglo VI a. de J.C, en actividad del 535 al 515 a. de J.C, aproximadamente. Designa por el nombre de un alfarero para el que trabajó. Su importancia es crucial en la historia de la cerámica griega antigua, pues es considerado por la mayor parte de los especialistas como el inventor y el primer usuario de la técnica de pintura sobre cerámica llamada figuras rojas que suplantará completamente a la antigua técnica de figuras negras.

Andócides comenzó su actividad con la técnica de figuras negras. Sin duda fue alumno de Exequias, uno de los maestros de la época. Los límites técnicos alcanzados hacia mitad del siglo VI a. de J.C, no permitían quizás a más artistas hacerse un nombre y varios buscaron un medio de sobrepasar a sus maestros. Tras las pruebas de utilizar la pintura blanca con el pincel directamente sobre un fondo negro barnizado, Andócides tuvo la idea de invertir radicalmente el procedimiento y reservar en negro brillante el fondo en lugar de siluetas de figuras como antes. De esta manera, el color rojo de la tierra era el fondo absorbente sobre el que eran pintados en negro los detalles de los personajes con un pincel fino, lo que permitía una fineza más grande de detalles que la incisión con buril o con estilo sobre las siluetas de antes.

Hacia el 530 a. de J.C aparecen los primeros testimonios de esta técnica que se generalizó progresivamente. Se puede seguir con precisión el periodo de transición en el que Andócides produjo obras, sobre todo ánforas, que presentan caras tratadas, unas con figuras negras y otras con figuras rojas, a veces con la misma escena, como las pruebas para presentar una técnica nueva, aún no suficientemente conocida por los clientes. Estos vasos son llamados “”bilingües””. Seguidamente, no producirá más que vasos exclusivamente de figuras rojas.

No fue el único, en esta época, en lanzarse a estas innovaciones, otros, como Oltos o Epicteto produjeron también vasos bilingües, pero la mayoría de especialistas están de acuerdo para datar las obras de Andócides algunos años anteriores a las otras producciones, lo que permite pensar que fue el principal inventor de la técnica de las figuras rojas sobre el 530 a. de J.C, innovación que favoreció a la cerámica ática durante casi dos siglos.

Una veintena de obras de figuras rojas, cuya atribución es contestada por algunos investigadores, muestran que había alcanzado una gran maestría y virtuosismo en los detalles que no se encontrará tan pronto en la nueva técnica que parece un poco impregnada de rigidez al principio y en la que hubo uso de la incisión, por ejemplo, para los cabellos. A continuación, sacará un mejor partido del rojo, jugando con la gama de colores del rojo al castaño oscuro. Anuncia la llegada de los grandes artistas de las figuras rojas como Eufronios. Sus temas predilectos son las escenas mitológicas que representan a dioses y a héroes, sobre todo Heracles, su personaje favorito.

Andrade, Domingo Antonio de, arquitecto y tratadista español (Cée, hacia 1639-Santiago de Compostela, 1712)

Fue el principal promotor en Galicia del tránsito al barroco. Aunque su arquitectura es todavía en mucha parte deudora al clasicismo dominante en Galicia durante la primera mitad de la centuria, éste fue superado ampliamente por Andrade, preparando el paso a la siguiente generación de Casas Novoa y Simón Rodríguez, quienes desarrollaron plenamente sus innovadoras ideas.

Estudió Artes en la Facultad de Artes de la Universidad de Santiago de Compostela en 1654-56 con la intención de hacerse clérigo. Completó sus estudios en Salamanca o quizá en Alcalá de Henares, donde adquirió el título de licenciado. Viajó además por gran parte de la Península gracias a la protección de su mecenas, el conde de Alba Real. En el año 1669 era Aparejador Mayor de la catedral y en 1676 fue nombrado Maestro de Obras.

Contrajo matrimonio con Da Isabel Arenas de Canosa, pero, al quedar viudo en 1700, acabó ordenándose sacerdote y solicitando una plaza en el cabildo de la catedral compostelana, de la que era maestro mayor desde 1672. Murió en Santiago y fue sepultado en la catedral.

Fruto de sus estudios, viajes y curiosidad intelectual, fue el tratado Excelencias de la Arquitectura, publicado en Santiago en 1695. Se trata más bien de una obra erudita e intelectual que práctica, producto del universitario y no tanto del artista; en ella, como indica su título, pretende, ante todo, justificar su profesión, ponderando la nobleza, antigüedad y carácter científico de la arquitectura. Se propuso igualmente componer otro tratado de Arquitectura militar que, sin embargo, no llegó a escribir nunca.

La obra de Andrade, durante los 40 años que estuvo en activo, fue amplia y polifacético, pues comprendió el arte de la talla y ensamblaje de retablos además de la arquitectura propiamente dicha, y, dentro de ésta, se extendió tanto a lo religioso como a lo civil y militar. Se han conservado además diversos dibujos y grabados hechos por él.

Dentro de sus composiciones arquitectónicas destacan las realizadas para la Catedral de Santiago de Compostela, de la que fue primero aparejador y después maestro mayor, a raíz de la marcha del fabriquero Vega y Verdugo en 1676. En esta fecha dio comienzo a la que había de ser su obra maestra: la torre del Reloj. Sobre la base de la torre medieval preexistente – la Berenguela -, levantó los tres últimos cuerpos donde la estereotomía y las proporciones son prueba del dominio técnico y estético de su creador. Andrade supo sacar partido del tipo de torre de cuerpos prismáticos superpuestos de origen italiano, al que añadió elementos tradicionales decorativos más otros de su propia cosecha. La transición entre la base de la torre y el primer cuerpo añadido se hace mediante templetes angulares. La gradación es todavía más sutil en el segundo cuerpo ya octogonal y franqueado también por templetes de estructura más aérea que los de abajo. Finalmente, la disminución decreciente y verdaderamente magistral de los perfiles se completa en el remate, consistente en una cúpula ligeramente acebollada coronada por una ligera linterna circular. La decoración es muy variada y jugosa: encintados, sartas de frutas ejecutadas a gran escala, trofeos militares, volutas de liso perfil flanqueando el reloj a modo de obra de marquetería… La torre del Reloj tuvo gran descendencia en multitud de campanarios de Galicia y fuera de ella (torres de las catedrales de Murcia y Santo Domingo de la Calzada, etc.).

Como contrapunto y – casi peana de la torre del Reloj, el arquitecto terminó en 1700 el Pórtico Real de la Quintana, comenzado por Peña de Toro, donde levantó un orden de pilastras y columnas gigantes abarcando dos pisos de ventanas, una balaustrada de grandes pináculos y una edícula para servir de peana a una estatua ecuestre de Santiago. Conjunto realmente monumental y casi clásico, a no ser por el abultado galbo de las columnas y la prominente decoración ejecutada a base de sartas de frutas y trofeos militares a gran escala. Modernamente se atribuye igualmente a este arquitecto el remate de la torre de las Campanas en la fachada de la catedral, más por razones estilísticas que documentales. Lo interesante es que en dicho remate Andrade prescinde casi por completo de elementos decorativos de carácter floral y orgánico para insistir en el esqueleto estructural y en la disposición de volúmenes exclusivamente plásticos y geométricos, anticipando así el estilo de su sucesor Simón Rodríguez.

En cuanto a sus obras talladas en madera, baldaquinos y retablos, fueron como indagaciones previas que luego influyeron en su propia arquitectura tanto en el orden decorativo como en el estructural. Realizó tres baldaquinos: el del Apóstol Santiago en la catedral compostelana (1672-76), el de la capilla del Cristo en la catedral de Orense (1678), y el desaparecido del monasterio de Osera. En ellos utilizó grandes vanos, suprimiendo tabiques y superficies continuas que dejan desnudo el esqueleto estructural, para dar la sensación de masa ascensional y suspendida y donde los vacíos activan el dinamismo espacial. Al baldaquino de Orense le hizo anteceder un vestíbulo de aspecto cueviforme para aumentar el efecto de perspectiva. De sus numerosos retablos sólo queda entero el de las Clarisas de Santiago (1700) y restos del de S. Domingo (recompuestos y trasladados a la parroquia de Santiago de Carril en Pontevedra). Con ellos fenece el retablo clasicista, a manera de la fachada de una iglesia, para dar paso a un nuevo tipo en que una amplia calle central albergando un baldaquino o un camarín coronado por estatuas, está flanqueada por estrechas y resaltadas calles laterales enmarcadas por columnas salomónicas. Se trata de un tipo que recuerda a los retablos portugueses contemporáneos, pero donde la totalidad de las partes se decora con el horror al vacío y el dinamismo característicos de Andrade.

Dentro de la misma ciudad de Santiago trabajó asimismo en el convento de S. Domingo, donde construyó diversas portadas, acabó el claustro e hizo la celebrada triple escalera helicoidal que, en un mismo hueco, conduce mediante rampas distintas a los diferentes pisos del monasterio. Por su técnica y audacia es una demostración del virtuosismo del arquitecto, quien quiso asombrar a los espectadores con gesto muy barroco. Cabe mencionar también aquí la sacristía de la catedral, convertida luego en capilla del Pilar, obra que comenzó un año antes de su muerte y que continuó su discípulo Casas Novoa, transformándola y enriqueciéndola con nuevos elementos.

Dentro de la arquitectura civil destacan diversas casas realizadas en Santiago para el Cabildo o personajes eclesiásticos. Se trata de casas provistas de soportales para guarecerse de la lluvia y de grandes solanas, tipo que procedía de Santander, pero que el artista supo dotar de su ornamentación característica, utilizada antes en edificios religiosos. Así en la Casa de las Pomas son de admirar las sartas de frutos de abultado relieve que cuelgan revistiendo sus pilastras. En la Casa de la Parra, obra muy probable de Andrade, lo que más llama la atención es su adecuación al conjunto urbanístico de la Plaza de la Quintana. También en ella sobresale como algo consustancial la rica decoración de sartas de fruta que flanquean su puerta, así como las abultadas consolas con mascarones esculpidos que calzan el balcón corrido de la planta noble. En la parte opuesta de la misma Plaza de la Quintana levantó finalmente en 1704 el conjunto de casas denominado la Conga o Canónica, continuado luego por Casas Novoa. El pórtico inferior, de ritmo parecido a los pórticos del Quattrocento italiano, se divide en cuatro tramos separados por pilastras cajeadas, y sobre él se levanta un piso de ventanas, abalconadas las del centro para subrayar los ejes.

Deben mencionarse sus obras en madera, dado que fue también un entallador e imaginero brillante: retablos como el de la iglesia de la orden tercera del conjunto franciscano de Santiago, o del iglesia del convento de las clarisas o el relicario del convento de San Paio de Antealtares o el desaparecido baldaquino del monasterio de Oseira hablan de su habilidad en esta faceta menos conocida.

Brilló como organizador de grandes fiestas públicas con fuegos de artificio (conmemoración de la visita de la reina María de Neoburgo) e hizo también una labor de ingeniero que saneó el urbanismo compostelano

Andre, Carl, escultor y poeta estadounidense (Quincy, Massachusetts, 1935)

Es una figura prominente dentro del movimiento conocido como minimalismo.

Andre nació en Quincy, Massachusetts, y entre 1951 y 1953 estudió en la Academia Phillips de Andover, Massachusetts, dirigida por Maud y Patrick Morgan. En 1957 se trasladó a vivir a Nueva York, donde conoció a Frank Stella con el que compartió estudio en 1959. Trabajó durante cuatro años para la compañía Pennsylvania Railway, antes de alcanzar la fama internacional como minimalista a finales de la década de 1960.

Las primeras obras de Andre, como La última escalera (1959, Tate Gallery, Londres), mostraban una fuerte influencia de las esculturas de Constantin Brancusi.4 En 1964 forma parte de la muestra colectiva “8 Youngs Americans” en la que pueden verse ya, obras de distintos escultores siguiendo un lenguaje minimalista. En 1965 expone por primera vez de forma individual en la Galería Tibor de Nagy. Su obra fue incluida en la Documenta IV y en la Documenta VII, en Kassel. Trabajó con objetos idénticos producidos en serie con los que componía la obra según un sistema de módulos matemáticos, reflejando la repetición de unidades, como vagones y coches cama en un ferrocarril. En 1972 la Tate Gallery adquirió la obra Equivalente VIII5 (1966, más tarde destruida y rehecha en 1969), que consiste en una serie de 120 ladrillos dispuestos en un rectángulo sobre el suelo del museo y que habrían de provocar, cuatro años más tarde, una encendida polémica en la prensa. Andre trabajó con una gran diversidad de materiales, incluidas las placas de metal y de madera.

Además de haber producido una importante obra escultórica, Andre también escribió poemas que consistían en diseños formados con palabras, que no respondían a un orden gramatical sino a un orden visual. Por ejemplo: Rotor Reflector Review (1967)

Este artista formó una relación con la artista cubana, escultura, videoartista, pintora: Ana Mendieta. La muerte de ella mientras eran pareja nunca fue aclarada. Los vecinos habían escuchado una fuerte discusión, después ella salió expulsada desde una ventana. Carl Andre fue absuelto a los 3 años, y la muerte de Ana, considerado un suicido. Aún se espera que las causas de su muerte se resuelvan. El juez no encontró a Andre culpable aduciendo a que había una duda razonable.

La absolución causó un escándalo entre las feministas del mundo del arte, y continúa permaneciendo discutida hasta hoy. En 2010, un simposio llamado Where Is Ana Mendieta ¿Dónde está Ana Mendieta? tuvo lugar en la Universidad de Nueva York para conmemorar el 25 aniversario de su muerte. El 14 de mayo de 2014, el grupo feminista No wave Performance Task Force puso en escena una protesta frente al Dia Art Foundation, donde tenía lugar una retrospectiva de Carl Andre. El grupo depositó un montón de sangre animal e intestinos frente al establecimiento, con las manifestantes en chándales transparentes con “Deseo que Ana Mendieta siguiera viva” escrito sobre ellos. En marzo de 2015, el No Wave Performance Task Force y un grupo de poetas feministas de Nueva York viajaron a Beacon, Nueva York, para protestar por la retrospectiva de Andre en el Día (Beacon), donde gritaron intensamente en la galería principal, hicieron siluetas en la nieve de los terrenos del museo y tiñeron la nieve con pimentón, granas y sangre falsa.

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