Cómo aprendí a tejer

Hace unos meses publicamos un post colectivo titulado ¿Haces amigurumis? A mí es que el sushi no me gusta, en el que numerosas tejedoras compartieron sus más jugosas, divertidas y asombrosas anécdotas tejeriles. Dado el éxito del post, hemos repetido el experimento con una segunda pregunta: ¿cómo aprendiste a tejer?

Ángela ya nos lo contó aquí y El tejedor lo hizo en su Diario, pero ahora les toca a algunas de las más relevantes tejedoras contarnos cómo aprendieron crochet, o tricot o ambos. Lean ustedes, que no tiene desperdicio y seguramente se sientan identificadas.

Nota: en el caso de artistas a las que hemos dedicado un post, tenéis el enlace tras su nombre. Así veréis el provecho que le sacaron a su aprendizaje.



Fuente.

LA PROFESORA FUE LA ABUELA

Aprendí a hacer ganchillo de niña, con cinco o seis años. Mi abuela me puso en las manos su aguja de ganchillo favorita y me tuvo haciendo tapetitos en cuestión de horas. Pronto pasé de los tapetitos a las cintas para el pelo, las mochilas y las (horrendas) fundas para el walkman. A tejer me enseñó también mi abuela, era eso o la zapatilla voladora. Mi hermana y yo le sacábamos las agujas de la labor para jugar a Mosqueperros por el pasillo de casa. Tardé un tiempo en verles una utilidad mas allá de los combates de espada. Si supiese que hoy me gano la vida enseñando a tejer, seguramente no se lo creería.
Pilar R. Méndez.

Cuando tenía alrededor de ocho años, solía pasar los fines de semana en casa de mi abuela. Para mí era realmente una fiesta porque me daban todos los gustos y siempre hacíamos algo nuevo. Lo único que no me permitía era tocar sus labores de punto, pero a mí me fascinaba quitar las agujas y volver a recoger los puntos (imaginen ustedes cómo podía quedar aquello). La hora de la siesta era el momento ideal para mi pequeña travesura. El único problema era que mi abuela siempre me descubría y yo no lograba saber como se había dado cuenta . Viendo la imposibilidad de domar mis inclinaciones me enseñó a tejer, para que yo fuese capaz de entender por qué eso no debía hacerlo. Hoy cada vez que tengo que recoger los puntos me acuerdo de ella.
Ale Trisciuzzi, de Bichus. [Ver post]

Estuve tejiendo y deshaciendo mi primera bufanda unas 5 veces, porque empezaba muy estrecha y se iba haciendo cada vez más ancha. ¡Al final tuve que volver a comprar lana porque estaba hecha pedazos de apretarla tanto! Aprendí a tejer de la forma más tradicional, ya que me lo enseñó mi abuela. Ahora ella tiene Alzeihmer y estoy orgullosa de que me transmitiese este saber a tiempo porque soy la única de la familia que tiene interés por el punto y el ganchillo.
Sophie – Xaruxamu. [Ver post].

Aprendí a tejer a los 7 años, cuando tuve varicela. La señora que ayudaba en casa, Silvia, me vio tan aburrida que me trajo lana y aguja de crochet y me enseñó cadenas y punto bajo. ¡En dos días mis muñecos estaban abrigados como para el más cruel invierno! Lo curioso es que al poco tiempo tomé contacto con el tricot a través de mi abuela, y dejé el crochet. A partir de entonces las dos agujas son mis preferidas.
Alba Cabrera. [Ver post]

Durante toda mi infancia pasé muchas horas al cuidado de mi abuela materna, que era todo un personaje. Hacía todo de manera obsesiva, tomaba café sin parar, fumaba sin parar, contaba cuentos sin parar y tejía sin parar. Ella fue la primera que me puso un ganchillo y un ovillo en la mano, y de ella heredé esta obsesión. Nunca he sido tan virtuosa y fina como ella, pero le agradezco mucho su legado.
Mariale – Lalala Toys. [Ver post]

Yo aprendía a tejer en casa de la abuela materna. En las largas tardes de verano en las que no quería echarme la siesta y la abuela me enseñaba para tenerme entretenida y calladita. Aprendí a hacer macramé, ganchillo y punto y creo que ya nunca más volví a echarme la siesta.
Clara Montagut.



Fuente.

LA PROFESORA FUE LA MADRE

a mi me enseño mi madre cuando tenía 9 años más o menos, me hacía montar puntos hasta el infinito y lo que conseguía era que tuviera un aburrimiento de la misma dimensión, así que abandone casi al empezar. Mi abuela, tuvo más paciencia y me enseño a crochetear, sabiamente me colocó frente a ella para imitara sus movimiento porque soy zurda y no quiso cambiarme de mano para tejer. Después de eso nunca más volví a coger unas agujas hasta hace 5 años que vi un blog (no recuerdo de quién) y pasaba por una época complicada de mi vida que me ayudo a tener la mente ocupada. Fui aprendiendo sola, ¡Bendito Internet!. Ahora para mi tejer es una terapia anti-estrés de la que no puedo prescindir.
Balmenara.

Mi madre siempre me dice que de pequeña hablaba tanto que la agotaba, intuyo que me enseñó a tejer para que estuviera entretenida contando puntos y no le diera tanto la tabarra. Ha pasado muuuucho tiempo desde que me enseñó a hacer las primeras cadenetas y aún hoy cuando voy a verla le pregunto si tiene algún ovillo perdido con el que empezar algo mientras hablamos de nuestras cosas y nos tomamos un café con bollitos. Adoro esos ratos :)
Monigrafica. [Ver post]

Aprendí a tejer en casa, con mi madre, que me hacía muchos jersey cuando era pequeña. Yo creo que me enseñó para mantenerme calladita y quieta un rato. La primera cosa que tejí por iniciativa propia fue un muñeco que copié de la portada del LP ?Dirty? de Sonic Youth diseñada por Mike Kelly. El muñeco aún existe, hoy sería considerado un teje fail, pero yo tenía cómo 11 años y Sonic Youth eran uno de mis grupos favoritos. Creo que ya llevo la mitad de mi vida tejiendo y compartiendo ésta afición con mi madre.
Soraya, de Udon Wool.

¿Cómo aprendisteis a tejer? Cuando era adolescente, mi mamá me enseñó a tejer como ella había aprendido: al estilo inglés, con una aguja debajo del brazo. Lo malo de este método es que, luego de tejer un rato, se hacen nudos en el cuello. Hace un año aprendí el estilo continental (con agujas al aire) por medio de vídeos en internet. Ahora ya puedo tejer con agujas circulares… ¡y soy feliz!
Ana BC, de Lanas de Ana.

A mí me enseñó mi madre. Porque yo quería. Porque era lo que yo veía. Me sentaba a su lado y empecé con una aguja de ganchillo y cadeneta. Hacía cadenetas kilométricas. Luego me enseñó a hacer cordones con un rulo del pelo y horquillas. Ese era mi tricotín. Yo me lo llevaba al colegio y en el recreo enseñaba a las compañeras. Nos poníamos los cordones en la coleta. Luego llegó el punto bobo y hacía cosas para las muñecas. Un stop laaargo; ya no me interesaba, prefería dibujar. Pero a los quince, creo, un día que tenía mucho frío, quise hacer una manta. Una que fuera gigante, como la de “como agua para chocolate”. Y todavía la estoy haciendo.
Macarena Gómez, de Vestida de domingo. [Ver post]

Cuando una crece viendo a su madre, abuela o tía tejiendo, raro es que no le entre el gusanillo. Así que sobre los 6 años ya tenía mis primeras agujas. Mi madre fue mi maestra y a la pobre le costó lo suyo enseñarme. Enseñar a una hija zurda que todo lo hace del revés (y del revés es literal, que hasta leía y escribía del revés) es muy complicado pero con grandes dosis de paciencia lo consiguió. Cabe añadir que de tanto hacer/deshacer me convertí en una perfecta “deshacedora”, tiro de la hebra a la primera de cambio sin ninguna pena :)
Marta, de Tricotoseando.

Como todo, aprendí observando. Pero aprendí más de una vez. La primera de niña con mi madre, brasilera de herencia portuguesa no puede evitar hacerle puntillas a toda toalla que se le cruce por delante. Nunca vi a nadie deshacer tantas veces y tener tantos tejidos sin terminar. Aprendí a tener paciencia y a cuidar cada detalle. Volví a aprender a los 20, con una amiga que nunca supo el nombre de un punto y los iba inventando a medida que tejía. Aprendí el placer de inventar e improvisar. Después aprendí sola, tejiendo lo que probablemente fue el muñeco más feo de la historia, un osito para sujetar una bufanda demasiado corta que le había tejido a mi hijo. La usó dos veces porque es alérgico a la lana.
5 años después y voy por el muñeco 1183 (y contando).  Adoro no terminar de aprender.
Yanina Schenkel, de Pica-Pau. [Ver post]

Aprendí a tejer de pequeñita, de la mano de mi abuela materna, pero imagino que, como mucha gente, lo dejé aparcado para estudiar, salir, etc … De hecho la imagen que tengo de mi abuela es tejiendo en un sillón siempre, a todas horas, cosas minúsculas que luego con el tiempo he recibido como oro en paño (mantas, manteles, ?). Hace unos 6 años mi madre me regaló un ovillo de lana para calcetines y unas agujas y me dijo: ¡ale, haz unos calcetines!. Con su ayuda y la de una amiga me enganché rápidamente a las dos agujas y ya no he podido soltarlas. Hoy en día enseño a tejer así que espero poder transmitir esa pasión por el tejido a mis alumnos. Es muy gratificante ver cómo van avanzando en sus proyectos sobre todo las personas que no tenían ninguna noción.
Siona.

Pañitos de Vichy bordados a punto de cruz en el cole, uno tras otro y mientras en casa mi madre haciendo filigranas en ganchillo y punto: vestidos de mini granny squares en ganchillo y unos jerseys de punto perfectos que conservo y uso.
Ella me enseñó a tejer. Lo primero que me empeñé en hacer fue un jersey bastante complicado para un amigo. El pobre incauto no sabía que en él participaron 3 adolescentes de 17 años. Yo hice el delantero, una amiga la espalda y otra las mangas. Al coserlo se notaba que había pasado por distintas manos, pero él lo lucía encantado. Aquello quedó en el olvido hasta hace 3 años que una buena amiga me recomendó retomarlo para olvidar el estrés del día. Tenía razón, ahora tejer es algo a lo que necesito dedicarle un ratito todos los días. Las agujas siempre en el bolso porque nunca se sabe cuando esperar te puede desesperar.
Crochetingclub.

Aprendí los puntos básicos gracias a mi madre. La veía en las tardes haciendo las clásicas cortinitas de crochet. Hace algunos años no me interesaba el tema, pero sí me gustaba todo lo relacionado con el mundo oriental. Me acerqué al mundo de los amigurumis gracias a internet y seguí mi aprendizaje gracias a YouTube. De a poco, me animé a realizar mis propios diseños y saltar a un mundo de posibilidades creativas.
Anneris, de Amigurumi Food.

Yo aprendí a hacer punto y ganchillo con mi madre, que era una gran tejedora. Me enseñó cuando tenía unos 4 o 5 años porque yo era hija única e hiperactiva y descubrió que era una manera fantástica de calmarme y tenerme ocupada…
Nos sentábamos en verano en la puerta de casa con el resto de las vecinas y nos poníamos a tejer. Yo recuerdo que a las vecinas les hacía muchísima gracia que hiciera el punto de derecho con la mano izquierda, porque les parecía una rareza, y ahora me siento más cómoda haciendo punto continental.
Con el tiempo, aprendí a leer los gráficos de las revistas para hacerle las muestras a mi madre. Aprender de ella ha sido el mejor legado que tengo.
Louis et moi.

Aunque alguna vez en mi adolescencia sostuve un par de agujas en mis brazos mi madre no logró que me enganchara al punto. Tras estos últimos años dedicada al ganchillo es ahora cuando realmente estoy aprendiendo -y disfruntando mucho- esta técnica. De hecho, gracias a Ángela agarro las agujas circulares cada vez con menos tensión y tejo al estilo continental como me enseñó en su taller.
Marisa Guerrero, de Kraftcroch. [Ver post]

Mi madre es una gran tejedora y cuando yo tenía unos diez años me enseñó a hacer media. Ella me montó los puntos y empecé a tejerme una bufanda con punto bobo. No se me daba mal y me gustaba, pero me harté de hacer lo mismo durante tantas hileras, por lo que decidí parar de tejer y reconvertir esa pieza en una mantita para mis muñecas. Durante mi adolescencia retomé las agujas para interpretar a una abuelita en una obra de teatro del instituto pero, como de ficción se trataba, sólo tejí durante los ensayos y en el estreno y aquel tejido nunca se convirtió en nada en concreto. Así que, en realidad, ha sido en la edad adulta cuando me ha entrado el gusanillo de verdad, tanto por el tricot como por el ganchillo, ¡y ahora no soy capaz de parar!
Jenny Martínez-O., de Crafteando, que es gerundio.

Quienes siguen nuestro blog ya saben que en Anabelia somos tres hermanas adictas al ganchillo. Lo aprendimos de niñas y fue un empeño personal de nuestra madre a la que tendríamos que hacerle un monumento porque éramos unas alumnas poco aventajadas y con nula motivación. Lo odiábamos. Además, yo soy zurda y aprendí a tejer ¡con la derecha! Aún recuerdo lo primero que hice: unos cogederos horrorosos que mi madre, sin embargo, mostraba muy orgullosa a todas las visitas. Después de esta primera fase de aprendizaje, mi madre olvidó para siempre el ganchillo para felicidad de nosotras tres. Ha sido una casualidad, una coincidencia, que las tres hayamos empezado a tejer nuevamente en esta fase de nuestras vidas y lo hacemos con sumo placer. ¡Quién nos lo diría! Ahora nos corresponde transmitir nuestros conocimientos a la siguiente generación, nuestras hijas. Y he de decir que, para sorpresa y alegría nuestra, se lo están tomando con mucha motivación”.
Celia, de Anabelia Handmade.



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LAS PROFESORAS FUERON LA MADRE Y LA ABUELA

Empecé a tejer cerca de las faldas de mi madre y de mi abuela, seducida por las bolsas de lanas viejas, por el arte con que mi abuela hacía los ovillos. Es más, yo no aprendí a tejer, aprendí a hacer ovillos. Yo lo que quería era hacer ovillos de lana. Yo no sé de qué manera, cuándo no tenía a nadie para ayudarme, usaba una silla a modo de ayudante, liaba la lana en el respaldo y luego hacía un ovillo. Lo que hacía también eran inmensos nudos que luego me desesperaban, hasta que abandonaba la lana en algún rincón. Y por ahí quedaban enormes jaleos de lana de colores. Ocurre hoy igual, hay cosas que no cambian. Todavía el otro día me encontré en el maletero del coche un inmenso jaleo azul. Yo no quiero tejer, yo tejo para jugar con los ovillos y para crear inmensos jaleos de lana ;)
Carmen Astuy, de Mendruga. [Ver post]

La primera vez que lo intenté lo dejé sin llegar a tejer la bufanda básica de novata. ¡Y es que un error de novata también es empezar con 10 puntos y terminar con 30! ¡Y lo único que conseguía era hacer un triángulo pero mal hecho! La siguiente vez fue hace unos 6 años y esta vez, entre mi madre, mi abuela y un poquito más de paciencia por mi parte, ¡lo logré! Y lo sigo logrando, porque el tejer es algo que nunca se deja de aprender.
Sandra.

Aprendí de pequeña, no es que mi madre tejiera mucho, pero me gustaba enredar con las agujas y los hilos, así que mi madre me montaba los puntos y yo hacía punto bobo non-stop. Con los años me olvidé por completo de aquello, y una vez saqué DIARTE quise complementarla con algo hecho a mano. Recurrí a mi abuela, que sabe mucho, pero no tiene paciencia y odia la lana gorda. Así que he ido aprendiendo a base de práctica. También he recurrido a veces a abuelas de amigas, que están encantadas de sentarse con alguien joven a tejer”
Ana Diarte de DIARTE. [Ver post]

A mí me enseñaron a tejer mi abuela y mi madre cuando era pequeña. Mi abuela, como todas las abuelas, con su paciencia infinita me enseñó ganchillo. Por eso me llena tanto y me considero ganchillera a muerte. Para mí es una alegría enorme poder enseñarle mis amigurumis y demás cositas que hago y ver lo feliz que le hace (¡tiene 95 años y aún teje!). A tejer a dos agujas me enseñó mi madre, y como la gran mayoría de las madres carece de la paciencia de las abuelas. Al final siempre acaba quitándome las agujas y haciéndolo ella. Por eso, no me paso al lado oscuro.
Mel, de Gallimelmas e Imaginancias. [Ver post]

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LA PROFESORA FUE UNA REVISTA

Era un verano de vacaciones en mi primer año de universidad. Una de esas sobremesas donde ya estás aburrida de tanto tiempo libre sin estudiar (¡quién las pillara ahora!), y me fijé por casualidad en una de las revistas de ganchillo de mi madre. Me llamaron la atención los esquemas, y pensé que no podía ser más difícil de entender que los algoritmos de mis clases de matemática discreta. Así que me puse a intentarlo y ésa fue mi perdición: caí enganchada sin remedio (puedo decir sin ningún género de dudas que ése es el punto de inflexión). Mi madre me resolvió algunas de las dudas (aunque ella es más de punto), y el resto ha sido y es autodidacta. Tuve unos años de parón, porque me cansé de hacer puntillas a toallas y manteles que no iba a usar nunca porque no son mi estilo. Pero hace unos cuatro años entré de casualidad en el mundo amigurumi, y desde entonces mi vida por las tardes después del trabajo cuando recojo a los mochuelos está llena de piezas de puzzle, coches, cantajuegos y una aguja de ganchillo con su madeja.
Sonia, de El Gallo Bermejo.



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LA PROFESORA FUE OTRO FAMILIAR

Aprendí a tejer a los 8 años. Me llamaba la atención como otras ?personas mayores? (mayores que yo a esa edad, claro) tejían y pedí que ?porfa porfa? me enseñaran. Me enseñó una hermana de mi abuela un verano, recuerdo estar las dos sentadas en su porche, armadas cada una con un par de  agujas y un ovillo, ella enseñándome los puntos básicos, y yo intentando acordarme de todas y cada una de sus indicaciones. A veces me volvía loca porque lo que yo quería que me saliera por el derecho me salía por el revés y viceversa jeje. Lo primero que tejí fue un jersey para mi muñeca: ?Irenita?.
Irene, de Things to knit.



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EL PROFESOR FUE YOUTUBE

Vi a una amiga haciendo amigurumis y…, ¡supe que tenía que aprender! Después de varios intentos fallidos con el DVD de la colección ?Ganchillo fácil? que había comprado en el kiosco preferí darme cabezazos con tutoriales de YouTube hasta que por fin un día ¡lo logré! (los videos de The Knit Witch fueron especialmente útiles).
Teje la araña. [Ver post]

Aprendí a tejer en el verano del 2012. Empecé porque una compañera del trabajo me enseñó un cupcake de amigurumi y me alucinó. Me pasé todas las vacaciones viendo los vídeos de Esperanza Rosas y haciendo bolitas de ganchillo que después daba a mi gata (para gran alegría suya). Recuerdo que el primer cuello de ganchillo que me quise hacer lo tejí como si fuera un amigurumi, todo con punto bajo, bien apretado y con una lana acrílica terrible. Así que más que un cuello de lana era un collarín cervical (aún lo conservo por ahí).
Cristina Batista, de oh!villo. [Ver post]

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AUTODIDACTAS

¿Que cómo empezó esta locura? Chica se enamora de un cuello de punto. El cuello está agotado en la tienda. Chica NECESITA el cuello. Chica se flipa y, ni corta ni perezosa, decide aprender a tejer para hacerse uno. Todo lo demás fue una espiral que no dejó de girar. Mi amiga Su me enseñó cómo montar los puntos y hacer lo más básico entre risas, puntos sueltos, bizcocho y cafelito (¿hay mejores ingredientes?). Con la señora Esperanza (de Tejiendo Perú) aprendí a tejer en continental y las primeras técnicas? y entonces descubrí Ravelry, con sus patrones espectaculares y un mundo de posibilidades que me tiene atrapada desde hace ya 3 años.
MJ, de Silencio, estoy contando.

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EL PROFESOR FUE UN LIBRO

Aprendí a tejer hace seis años, nunca me había llamado la atención tejer aunque mi madre ha sido una gran tejedora de dos agujas. Me compré un libro, Manual de todas las técnicas de ganchillo, de Jan Eaton, y unos seis meses después empecé con los amigurumis. El primer patrón de amigurumi que tejí era en japonés. El comentario en casa fue ?ganchillo sabes poco y japonés nada?? pero he avanzado bastante desde entonces. Siempre cuento lo mismo, pero fue así. A veces ser cabezota tiene sus ventajas.
Bego, de Bigunki. [Ver post]

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APRENDIERON EN UN CURSO

Aprendí a tejer por mi propia cuenta. Pasó un tiempo hasta que por fin una amiga y yo nos animamos a hacer un taller de punto que daban en Donostia. Nada más entrar todas las abuelitas nos miraron muy extrañadas, pensaban que nos habíamos equivocado de taller y nos dijeron que la clase de inglés estaba en el otro aula. La profe tenía unos 80 años y era una fenómena! Fueron unas tardes muy divertidas comiendo pastitas y haciendo punto.
Missmalagata. [Ver post]



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APRENDIERON EN EL COLEGIO

Me enseñaron a tejer ganchillo en la escuela con 10 años. Recuerdo que llevava al cole un ovillo de hilo de algodón rojo y un ganchillo muy fino metido en una caja redonda de lata, de aquellas de galletas daneses de mantequilla. La verdad es que en aquel momento me daba bastante pereza la clase y creo que precisamente era porque la dichosa caja no me cabía en la cartera y tenía que llevarla en la mano. Cuando acabé EGB, aquella caja y el ganchillo quedaron en el olvido hasta que, muuuchos años después, recuperé la afición aprendiendo nuevas técnicas, practicando con diferentes materiales y empezando a diseñar mis propios objetos. Y así, ¡hasta hoy!
Lady Crochet. [Ver post]

Mi historia tejeril tiene dos partes. La primera: aprendí, como muchos, en el colegio, en clase de Handarbeit (manualidades). ¿Se siguen enseñando esas buenas costumbres? La segunda parte: ¿cómo retome el punto? Pues se acercaban unas navidades y estaba en la quiebra más absoluta (normal con mi “sueldo” de estudiante) y se me ocurrió la fantástica idea de tejer una bufanda a cada miembro de mi familia. No hace falta que os diga que estaba muy equivocada, me salió por un pico pero me enganché y desde ahí sólo tejo, tejo, tejo. Mi salvadora fue la página KnittingHelp. Ah, y soy autodidacta total, nunca he ido a una clase de punto.
Sigrid Seidel.

Hola perdón, no se si voy tarde, yo aprendí a coser, tejer, bordar, etc en el Colegio, tenía una asignatura que se llamaba pretecnología (que acabo de ver que no significa nada, qué curioso). Aunque en teoría deberíamos haber visto temas con madera electricidad, y cosas así. Nosotras (solo chicas) hacíamos labores. A muchas niñas se las hacían sus abuelas, yo en cambio estaba feliz cosiendo y tejiendo en clase. Aunque no me hubiera importado un poquito de electrónica también ja,ja.
Lidia G, de Le Petit Paquebot.

imagenesdeepoca45


Fuente.

NO RECUERDAN (PERO SEGURO QUE MADRE O ABUELA INTERVINIERON)

No tengo recuerdo de cuando empecé a andar e igual me pasa con el ganchillo. Mi abuela y mi madre han tenido siempre una labor en la mano, en casa nunca se ha oído: cuidado con las agujas
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