Simplificando (o pensando en simplificar, ejem)



No soy una persona organizada. Ya sé que si lleváis un tiempo leyendo este blog, no hace falta que lo diga, ya lo habéis comprobado vosotros mismos, pero para mí es casi catártico, tengo que decirlo tres veces en voz alta, como el nombre de Candyman delante de un espejo. No soy organizada. No lo soy. Soy bastante desastre.
Vamos, que cuando los pompones eran pequeños, en el parque yo no era la madre-pañuelos-de-papel ni la madre-paquete-de-galletas, más bien era la madre-mierda-me-he-dejado-las-toallitas-en-casa-vamos-a-comprar-más.
Ese gen que te permite hacer hojas de excel o largas listas de tareas pendientes, en mi caso es recesivo. Hago listas, sí, pero en la primera hoja de papel que encuentro y que acaba perdida entre alguna de las montañas de documentos que tengo sobre mi mesa. Empiezo agendas que no termino. Me marco un montón de buenos propósitos que no consigo cumplir nunca.
Soy muy desorganizada.
Y no es que reniegue de mi naturaleza, no, qué va. Creo que tiene un punto simpático, un punto artístico, si queréis. Un punto de soy-demasiado-rebelde-para-ser-organizada. Ser desorganizado puede ser hasta cool.


Sin embargo hace... iba a decir meses, pero creo que lo correcto sería decir años, que duermo poco, trabajo hasta tarde y tengo una sensación continua de no llegar a todo, no solo en el trabajo, sino especialmente en mi vida personal, en mis ratos de ocio, con las cosas que me gustaría hacer o aprender y que nunca tengo tiempo para abordar.
Desde que llegamos el domingo, he tenido mucho tiempo para pensar (y para engancharme a "The Good Wife" y ver como 15 capítulos). No tengo mucho trabajo y he estado prestando atención de verdad a mi manera de funcionar todos los días. Y eso me ha hecho reflexionar bastante.
Hace unos meses leí en algún sitio la frase "Stop the glorification of busy" o lo que es lo mismo: "Basta de glorificar el estar ocupado". Y os vais a reír de mí, pero cuando la leí fue como si me pegaran un bofetón. Me di cuenta de que yo lo glorifico como loca, que siempre estoy ocupada, que pocas veces tengo tiempo para hacer cosas, incluso cosas que me muero por hacer. Lo pienso por adelantado y digo: "Uf, no, imposible, no tengo tiempo", pero por otro lado no paro de meter más cosas en la agenda y de querer estar en todas partes. Y ser desorganizada no me ayuda.
Durante estos días he comprobado que para mí aplica esa frase que dice: "La mejor inspiración es una fecha límite". Soy tan desorganizada que solo soy productiva cuando tengo mucho trabajo y tengo que hacerlo sí o sí. Si no, puedo pasarme el día saltando de programa en programa en el ordenador, leyendo un documento, contestando un correo, teniendo una conversación por Facebook... y hacerlo todo a medias o no tan bien como me gustaría. ¿Adelantar trabajo? ¿Para qué? Hasta que la fecha de entrega me muerda el culo voy a perder el tiempo intentando hacer varias tareas al mismo tiempo para sentirme frustrada a última hora de la tarde al ver que no he cerrado ningún tema y no he podido dedicar un rato a leer, a escribir un post o a meterme de lleno en alguno de los tres cursos de diseño a los que me apunté hace meses.


Por eso he estado pensando y reflexionando (y leyendo en primicia el libro de Tsh Oxenreider, The Blue Bike, sobre el que os hablaré largo y tendido uno de estos días) e intentando idear una manera de controlar el caos. No de superarlo, no de volverme organizada, porque ya sabemos que eso es imposible, pero sí de cambiar un poco las cosas, lo suficiente para respirar, irme a la cama pronto otra vez y tener tiempo para hacer las cosas que me gusta hacer.
¿Por qué pasa todo eso? Pasa por ordenar, por ponerme reglas y horarios, por seguir intentándolo día tras día aunque a veces falle irremediablemente (porque voy a fallar).
Pasa por decidir qué es importante y cómo quiero vivir mi vida. Debe de ser que me acerco peligrosamente a los cuarenta y hago balance o algo así, no sé, pero me doy cuenta de que muchas veces estoy demasiado ocupada para pasármelo bien. Y que, no sé, compruebo el correo electrónico con impaciencia compulsiva mientras miro un capítulo de una serie y contesto solo algunos correos para no tener que pensar demasiado, en lugar de dedicarme a disfrutar de no tener trabajo y hacer todas esas cosas que siempre digo que haré cuando tenga más tiempo.
Puede que sea también que ha empezado un nuevo año y con él la promesa o la ilusión de un nuevo comienzo, de poder cambiar lo que no nos gusta y crear algo diferente. No tengo ni idea. Lo que sí sé es que mi palabra de este año va a ser SIMPLIFICAR. Simplificarlo todo. Simplificar la manera de trabajar, organizarla, para ser más productiva y poder trabajar menos. Simplificar mi casa para encontrar todo lo que busco y no tener cosas que ocupan lugar y no sirven de nada. Simplificar mis horas de ocio para dedicarlas a hacer cosas que me guste hacer y no sacrificarlas para trabajar más.
Vamos que estoy rollito autoayuda total, ya sabéis que de vez en cuando me vuelvo loca y lanzo mi incontinencia verbal a la blogosfera para que me escuchéis y me deis una palmadita en el hombro.
Pero en eso nos vamos a concentrar este año. A eso voy a dedicar todos mis esfuerzos, a intentar simplificar, tener más tiempo libre, disfrutar más, reírme más y vivir más. A dejar de estar ocupada, estresada y cansada. A organizarme todo lo que pueda (que va a ser poco, ya lo sé) para poder estar mejor. A decidir qué es lo más importante en mi vida y moverme con un objetivo.
¿Qué? ¿Qué os parece? Si tenéis algún truco infalible, soy toda oídos.
Fuente: este post proviene de Tres Pompones, donde puedes consultar el contenido original.
¿Vulnera este post tus derechos? Pincha aquí.
Modificado:
¿Qué te ha parecido esta idea?

Esta idea proviene de:

Y estas son sus últimas ideas publicadas:

En febrero soy yo la anfitriona de los #12pequeñoscambios. Y estoy nerviosa, nerviosa. ¿Estaré a la altura? Porque este mes toca un tema para el que tengo sentimientos encontrados: los químicos en cas ...

Soy feminista. Así, con punto y sin peros. A veces tengo ganas de subirme a un banco de la plaza y gritarlo. A veces tengo ganas de dar un golpe sobre la mesa y aullarlo. A veces tengo ganas de hacer ...

Siempre he tenido una relación de amor odio con mis manos. No tengo dedos de pianista, sino morcillas encajadas a presión sobre una palma cuadrada. Me muerdo las uñas, me doy golpes, me las despellejo ...

Etiquetas: generalordenvarios

Recomendamos