Golpe de la Policía Local contra un grupo de tejedoras

Tejedoras en la calle.

Mujeres tejiendo a la fresquita
Sólo tejían. Lo hacían, además, por una buena causa: querían que su obra abrigara, acogiera a los refugiados sirios. Un gesto de bienvenida, una pequeña ayuda hecha con todo el cariño del mundo. Un gesto que se entiende a cualquier edad y en todos los idiomas. Lanas, hilos que se convierten en una mano tendida, en un mensaje inequívoco: “Habéis llegado. Ahora os vamos a cuidar”. Un grupo de mujeres, dando una lección a muchos gobiernos sin alma desde una calle de Córdoba.
Pero en España, la Ley Mordaza no deja que la gente normal dé lecciones a nadie. Ni al Gobierno ni a la Policía. Así que bastó con que unos agentes municipales vieran a esas peligrosas mujeres con sus afiliadas agujas, tejiendo un nocivo y quizás contagioso amor al prójimo en plena calle, para que las desalojaran.
Ni Franco desalojaba a las tejedoras de las calles, a las vecinas de los pueblos encalados que salían ‘a la fresquita’ para comadrear, tejer y coser. Que hablaban bien y mal de sus vecinos, de sus hijos, de sus maridos, de todos, mientras sus manos hacían ajuares para bodas o toquillas para bebés. Tejían los lazos del amor familiar mientras se sucedían las palabras y la tarde que había aliviado el día caluroso se escurría hacia valles y orillas.

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