De nombres y tradiciones.

Poco más de veinte años tenía yo cuando mi tía me regaló un anillo con mi nombre grabado de cuando ella tenía mi misma edad. Compartimos nombre y me explicó que lejos del valor económico, era un regalo simbólico. Y con esa misma intención soy yo ahora quien se lo regala a la niña de mi primo, la más pequeña de la familia. Acaba de nacer y han decidido ponerle el mismo nombre de su abuela, mi tía.


Para entregárselo pensé que algo debía hacer, algo que distinguiera al anillo de otros regalos, que lo dotara de ese sello simbólico perpetuable que tanto me gusta en los regalos. Finalmente le hice algo sencillo, acorde con el estilo del contenido: una bolsita donde el anillo se conserve a partir de ahora como dice mi primo, como una reliquia familiar. Porque lo que hoy es antiguo ayer fue nuevo. Y aunque el anillo aún no lo considero antiguo, aspiro a que algún día sí lo sea.



Rocío, un nombre que entró en la familia por deseo de mi abuela, que procediendo de tierras cacereñas y quedándose embarazada en las tierras andaluzas donde entonces vivía por traslado profesional de mi abuelo (Moguer, Huelva), quiso llevarse un recuerdo del lugar donde fue tan feliz. Un nuevo traslado se acercaba y existía la posibilidad de que el destino fuera en cualquier lugar de la geografía española. Es así que decidieron que el recuerdo fuese el nombre de la más pequeña. Finalmente el nuevo domicilio continuó en tierras andaluzas (Sevilla) y el nombre se convirtió en tradición familiar. Si hubiera sido niño no sé qué nombre hubiesen elegido que les recordara a Andalucía.


Mucho ha cambiado mi mano, que el anillo casi ni me entra en el meñique.
Si yo hubiese sido niño alguna vez he escuchado por casa que mi madre se decantaba por Javier pero que a mi padre no le convencía. Finalmente se lo puse más fácil a ambos. A mi madre le gustó continuar con el nombre que ya era parte de la familia. Y a mi padre le entusiasmaba la idea de que su hija se llamara como uno de los regalos de la naturaleza que más le gusta: el rocío de la mañana.

Así que ya veis, no todas las andaluzas que nos llamamos Rocío somos romeras. Que muy bien podría serlo, y con orgullo lo disfrutaría, pero no es mi caso. Que mis gotas son de homenaje a una tierra a la que llegaron y en la que se quedaron mis abuelos. Gotas que cubren cada mañana el paisaje y que mi padre quiso condensar en la más pequeña de sus hijos.

Feliz semana a tod@s.

Fuente: este post proviene de Unas gotas de Rocío, donde puedes consultar el contenido original.
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