Cuento de Navidad

Andaduras

Comienza allá por los primeros días de noviembre, la trae la ruin moneda en elaborados anuncios publicitarios con paisajes de albos vellones, vestuario rojo y blanco, color, melodía, juguetes, perfume y turrón.

Días después la ciudad se enarbola en pomposo decorado e iluminación. Y sin darte cuenta una mañana comienza en sonata de colegiales uniformados bola en mano.

Es la navidad, y te dibuja una mueca de resignación. Cuando la inocencia de la niñez dio paso a la arrogante, impaciente y vetusta juventud . Cuando la vida te doblegó al paso de los desengañados años. Cuando los golpes te despojaron de lo uno o lo otro. Cuando los ojos se secaron al viento del ábrego.

Poco importa, cuando no inoportuna su llegada. Y se afronta con decoro, interior resignado impregnado en plúmbeo añil.

Pero en la tarde del 24 conocí a Ionel, fastidiado por el robo de parte de la mercancía que llevaba su camión. Tras un rato de afable conversación, me reveló irónicamente como solucionar de forma sencilla buena parte de la problemática social en el panorama nacional.

Y antes de marchase me preguntó por algún supermercado cercano para comprar una cerveza y algo para cenar. Pasaría la Noche Buena en la cabina de su camión estacionado en el solar de un polígono. Pero más allá del fastidio del hecho, me mostró un video en su teléfono móvil, donde se veía a su esposa e hijo bebé que apenas se tenía en pie. Ellos en su país a más de tres mil kilómetros de distancia, él aquí por las circunstancias de su trabajo. Mientras, él exclamaba, ­_¡Este año sí porque necesitamos el dinero, pero el próximo lo paso en casa!_

Y una vez más, en el tono de su voz, en el brillo de su mirada y en la determinación de un propósito, volví a sentir ese añejo sentimiento.

Algo que la madurez me enseñó puede ir más allá de las fronteras, religiones, culturas o creencias. Algo que ya di por perdido. Algo afín a toda la humanidad sin distinciones. Ese deseo de renovación, ilusión y esperanza.

Y sí, entonces aquella mueca de resignación del mes pasado, se convirtió en sonrisa y anhelo renovado.

Y en mi interior volví a sentir, _¡Sí, es NAVIDAD!_.
por Juan Moreno Lorite

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